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Columna
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Cuidado con el referéndum

Andrés Ortega

El referéndum consultivo sobre la Constitución Europea que, previsiblemente, se celebrará el 27 de febrero en España conlleva riesgos que no cabe ignorar, y que este tipo de consulta puede amalgamar, pero también buenas oportunidades.

Participación. Hay europeístas en España que no se identifican con esta Europa y que pueden inclinarse por la abstención. Otros que se pueden desinteresar, cansados de tantas citas electorales, que ven que la ratificación puede pinchar en algún país importante, como Francia. ¿Qué importa, pues, España, se dirán? Una baja participación puede no sólo agrandar el porcentaje de voto negativo, sino restarle legitimidad a esta (mal) llamada Constitución, que se sitúa (como anteriores tratados) por encima de nuestra propia Carta Magna, y mellar la imagen europeísta de España. No digamos ya si, como resulta improbable, triunfara el no. Para asegurar una participación decente no bastará el acuerdo del PSOE y (pese a reticencias en el entorno de Aznar) del PP.

Sucedáneo de autodeterminación. El referéndum puede acabar siendo anodino en el resto de España, pero significativo en Cataluña o en el País Vasco, donde el no, o la abstención, podrían plantearse como un sucedáneo de autodeterminación, como una protesta nacionalista por el tema de la lengua o como rechazo a la Europa de los Estados. Por algo los socialistas se proponen arrancar su campaña en Barcelona. Las divisiones al respecto en el seno de CiU, uno de los pilares de la construcción europea en España, son más que preocupantes, y pueden acabar destruyéndola.

Coalición de extrema derecha. Del debate y del referéndum sobre la OTAN nació Izquierda Unida. La demoscopia indica que hoy se podrían dar las condiciones para el surgimiento de una coalición de extrema derecha que, si se da el tiempo necesario, podría servirse de este referéndum y, a través del rechazo a Europa, recoger el malestar frente a la inmigración. Pocas son las sociedades en la UE que han vivido un aumento de la inmigración como en España sin generar movimientos de este tipo. Mitterrand cayó en la tentación de impulsar a Le Pen. Aunque las condiciones electorales son diferentes, un paso así en España podría ir en detrimento del PP. Pero, sobre todo, sería peligroso para la cohesión de la sociedad española. Se debe y se puede evitar.

Reforma constitucional. Algunos constitucionalistas estiman que para acomodar el Tratado Constitucional europeo se requiere modificar nuestra Constitución. De hecho, el Gobierno de Zapatero plantea introducir una referencia específica en la española. En todo caso, sería bueno que los españoles fueran a votar sabiendo a qué atenerse, aunque las reformas constitucionales se hicieran con posterioridad, junto a las otras, por lo que es urgente consultar al Consejo de Estado y al Tribunal Constitucional.

Ventajas. La apuesta vale la pena. Si fuera el primer país en ratificar la Constitución Europea por esta vía, España estaría marcando rumbo en Europa. Ganar el referéndum con una participación y una mayoría más que holgada reforzaría el peso de España en la UE, podría contribuir a generar un efecto de arrastre sobre otros, y a ayudar a Chirac a ganar en Francia frente a la absurda posición de una parte de los socialistas franceses. Con tal resultado, se evitarían los males antes citados, el Gobierno de Zapatero saldría fortalecido, y también el liderazgo de Rajoy en un PP más centrado. Y si los 25 lo ratificaran, sería la UE la que ganaría mucho en fortaleza, cohesión y sentido de destino común entre todos sus miembros, especialmente después del escepticismo generado por la ampliación. No está en juego la mejor de las Europas, sino una mejor Europa; un paso más en la Europa posible, en la dirección de la deseable. Probablemente, pesará el resultado de las elecciones en Estados Unidos. Un triunfo de Bush podría favorecer ela esta Europa. aortega@elpais.es

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