Aforismo: la ciencia es cultura

Dos físicos, el francés Jean-Marc Lévy-Leblond y el español y catalán Jorge Wagensberg, dieron el jueves por la noche un curso acelerado de humanidades en el Espacio Mirador (se ve una línea de mar) de Kosmopolis. Sobre el aforismo científico como género literario. Sobre la indivisibilidad de la ciencia y la cultura. Sobre la poesía que encierran las matemáticas. Sobre la maravilla que es conversar y llevarse la contraria, aunque a veces uno, o los dos, tenga que recurrir a la hipérbole para forzar la discusión.

Según Wagensberg, conversar es el mejor entrenamiento que puede tener un ser humano "para navegar por la incertidumbre". Como Lévy-Leblond y él estaban de acuerdo en casi todo, el entrenamiento fue más bien una ficción, pero una ficción deliciosa.

Los dos han tenido trayectorias profesionales y vitales parecidas, se nota mucho que se admiran mutuamente y son espléndidos divulgadores (lástima que no hubiera traducción al castellano para no perderse ni una coma). Cuando Lévy dice que "la velocidad de la luz es insuperable" no está haciendo sólo física, también está haciendo literatura. Y cuando Wagensberg lanza uno de sus aforismos irresistibles ("Existir no es demasiado probable", "La pasión amorosa es una demencia que se cura en dos años") o uno de esos otros que no hay dios que entienda ("Acto artístico es toda complejidad infinita emitida por una mente en forma finita, cuando otra mente declara recibir tal complejidad en su presunta infinitud no sólo está haciendo filosofía, también está haciendo ciencia (en el segundo caso, quizá sea ciencia oculta)".

La charla se titulaba Las dos culturas. Pero se trataba justamente de negar que hay dos culturas. De decir que ciencia y arte son una sola cultura, o una sola ciencia. Después de oír conversar a estos dos científicos artistas y cultísimos, capaces de conmoverse ante ante un cuadro de Edward Hopper, una derivada abstrusa o un poema de Borges, la cosa no tiene duda: ciencia es cultura.