Koeppen, el mistificador
EL AUTOR de novelas tan extraordinarias como Muerte en Roma (1951) y Palomas en la hierba (1954) -ambas recién publicadas en castellano por RBA- vivía pobremente en el Múnich de posguerra cuando el editor Herbert Kluger le encargó la revisión de un manuscrito que había llegado a sus manos. Era la historia del judío Jakob Littner (1883-1950), sobreviviente del horror nazi. Koeppen escribió de nuevo todo el texto, titulado por su autor como Viaje a través de la noche. Informe sobre el odio racial, y lo transformó en Anotaciones de Jakob Littner desde un agujero en la tierra -título, a la sazón, impreciso pero impactante-. El escritor no era aún el maestro de prosa sinuosa que llegaría a ser andando el tiempo; tampoco hacía gala de esa ironía futura que lo convertiría en un feroz crítico del posnazismo alemán, pero tenía talento literario. Se tomó ciertas licencias y con ello logró dar vida a un texto que en su origen adolecía de excesiva sentimentalidad y de pésimo estilo.
En 1948 aparecieron las Anotaciones bajo autoría de Littner, sin mención de Koeppen; el libro pasó inadvertido. En 1992, la editorial Suhrkamp lo publicó de nuevo, pero esta vez con el nombre de Koeppen. Ello dio pie a una polémica suscitada por las reclamaciones de los herederos de Littner, que acusaron al escritor de plagio. Nunca hubo tal plagio. Hoy ha quedado claro, según establece Alfred Estermann en el estudio que acompaña a la última edición alemana del libro (Jüdischer Verlag, 2002), que Koeppen fue el responsable indiscutible de las anotaciones desde el agujero tal como llegaron al público. En efecto, aquél convirtió la historia del judío en su "propia historia", según declaró en el escueto prólogo para la reedición del libro. Hubo comentaristas que interpretaron esta declaración en sentido autobiográfico, pues corría el rumor de que Koeppen pasó los últimos meses de la guerra escondido en un pajar, huido de los nazis; de modo que, debido a esta amarga experiencia, bien pudo comprender la angustia del judío y con rigor podía ser también "la suya". El rumor se equivocaba. Koeppen aguardó el final de la guerra en el idílico pueblecito bávaro de Feldafing, en el lago de Starnberg, antiguo lugar de veraneo tanto de la emperatriz "Sissi" como de Thomas Mann. Se hospedó en casa de una familia afable y se enamoró de la joven con la que se casaría. Su habitación tenía vistas al lago y a los Alpes. Aunque antinazi convencido, no se libró del reclutamiento forzoso en las milicias populares. Tras la liberación de Alemania, en Feldafing se instaló un campo de acogida para "personas desplazadas" y judíos. Ahora bien, con seguridad, la visión de tanto dolor influyó vivamente en la redacción de las Anotaciones. Koeppen, abatido y en un país destrozado, tuvo la oportunidad de mostrar su rabia por tanto crimen mediante aquel trabajo literario de encargo. Con la narración de las peripecias de aquel judío, entonaba un mea culpa catártico, no sólo a título particular sino de toda una nación, tal como se expresaba en una pregunta esencial que formuló Koeppen al final del libro y que aún hoy carece de respuesta: ¿por qué habían permitido los ciudadanos alemanes normales tanto sufrimiento? ¿Por qué no se alzaron todos a una contra los carceleros? La mistificación, en el caso de que la hubiera, le quedó bordada; gracias a ésta, la desventura individual de Littner superó sus limitaciones y se transformó en un valioso alegato no sólo contra los crímenes de Alemania sino contra la general inhumanidad del ser humano.
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