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Reportaje:

Monos adictos al trabajo

El bloqueo de un gen relacionado con un receptor neuronal abre la puerta a estudios sobre la actividad y la recompensa

Los monos son tan cercanos biológicamente al ser humano que comparten algunos defectos. Entre ellos, la vaguería, el interés y el dejar el trabajo para el último momento. Pero esta actitud puede cambiarse -de momento, sólo en los simios- mediante una sencilla inyección de un fragmento de ADN en el cerebro.

Esto es lo que ha descubierto un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Salud Mental en Bethesda (Maryland), según publican en la edición digital de la revista PNAS del 9 de agosto. Para el ensayo, los neurólogos entrenaron monos para que activaran una palanca cuando una luz cambiaba de rojo a verde. Después de un número de aciertos, los animales recibían un premio. Pero la recompensa no era inmediata. Los animales tenían que repetir el proceso (su trabajo) un número variable de veces.

Una vez que los animales aprendieron la tarea, los científicos introdujeron otro factor: una luz gris que se iba haciendo más intensa cuando más cerca estaban del final del trabajo. El resultado fue que los monos no sólo aprendieron el significado del brillo. También empezaron a vaguear "como auténticos humanos", y a dejar el trabajo para el último minuto, según los científicos que ha dirigido Zheng Liu.

El siguiente paso del ensayo fue intentar cambiar este comportamiento. Para ello el equipo de Liu utilizó una terapia genética que consiste en inyectar un trozo de ADN (el material que contiene las instrucciones para codificar una proteína) en una parte del cerebro llamada córtex rinal. Esta región neurológica está relacionada con los mecanismos de gratificación.

El gen así introducido produce una proteína que bloquea en el mono la espera de la recompensa. Celularmente, lo que ocurre es que actúa sobre el receptor D2 de la dopamina. Esta sustancia es un neurotransmisor y está relacionada con los impulsos cerebrales vinculados con la recompensa. Como resultado, los monos no estaban pendientes de cuándo iba a acabar el trabajo, lo hacía sin descanso desde el principio, cometiendo cada vez menos errores y sin esperar un premio.

Aparte de hacer más desinteresados a unos monos -y más felices a los científicos- , el descubrimiento tiene otras aplicaciones. Puede ayudar a entender cómo funciona el cerebro, sobre todo en personas en las que el mecanismo de recompensa no funciona. Éste es el caso de quienes sufren una depresión y no encuentran sentido a lo que hacen, o de personas con un trastorno bipolar que trabajan frenéticamente durante su fase maníaca [la del subidón] a cambio de obtener muy poco resultado, indican los autores. El estudio sugiere que estos enfermos podrían tener alterado el receptor D2, lo que abriría nuevas posibilidades de tratamiento.

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