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Reportaje:

El giro social del FMI

Rato anuncia que el Fondo Monetario Internacional irá más lejos en la política de cancelación de la deuda a los países pobres

Xavier Vidal-Folch

Rodrigo Rato cubre mañana sus dos primeros meses al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Los cumple aquí, en Uganda, en el corazón de África. Pretende ser un símbolo. Y la señal política de un cierto giro social en la institución que encabeza. Ya se sabe que toda política se labra con gestos. En este sentido, el giro es la propia gira africana. Empezó en Nigeria, continuó en Gabón, con motivo de la clausura de la Comunidad Económica Monetaria del África Central, y acaba ahora en la que fue capital de Idi Amín Dadá, aquel espanto que ha dado paso a uno de los más respetados líderes africanos, Yoweri Museveni, quien hoy mismo reunirá a sus colegas del África Oriental.

En el continente africano radican 22 de los países pobres más endeudados del mundo
Los líderes africanos ven en el viaje un mensaje de que el mundo "no abandona" a África

Gestos que son signos. "Su estancia aquí traduce su interés por este continente; es el inicio de otra visión de su institución sobre el conjunto de África". Con estas palabras recibió a Rato en Libreville el presidente de la Comunidad Económica Monetaria del África Central (CEMAC), que lo es también de la República de Gabón desde hace 37 años, Omar Bongo Ondimba. "Ha encontrado enseguida tiempo para venir a África, lo que es un mensaje para la comunidad internacional de que no nos abandona; África no debe seguir siendo la Cenicienta del mundo", corroboró el presidente congolés, Denis Sasson Nguesco.

Y es que África es la asignatura social pendiente por excelencia de la economía internacional, esa cuestión que el FMI ignoró durante tanto tiempo, según sus críticos. Aquí radican 22 de los países pobres más endeudados del mundo, susceptibles de que su deuda pública sea enteramente cancelada y puedan destinar así el dinero que dedicaban a servir su carga a otros destinos como infraestructuras y diversos gastos sociales indispensables.

Hasta ahora, 10 países (Benin, Burkina Fassio, Etiopía, Ghana, Malí, Mozambique, Níger, Senegal, Tanzania y Uganda) han aprobado los exámenes de ortodoxia en política económica del FMI y el Banco Mundial; otros 12 están en vísperas, y 7 apenas han empezado el proceso.

Hasta el momento, África es el patito feo del FMI. Absorbe sólo el 4% de su cartera de préstamos, que totaliza 107.000 millones de dólares, mientras la tripleta Turquía, Brasil y Argentina han recibido en conjunto el 70% del total. Quizá la culpa del continente negro es no ser zona estratégica, algo de lo que la puede absolver el descubrimiento de nuevos yacimientos petrolíferos.

Pero Rato parece confiar en que logrará modificar este desequilibrio. Recuerda que el 43% de los programas de la institución, y el 60% de esos planes dedicados a la lucha contra la pobreza; que un tercio de los programas de asistencia técnica, y que un 50% de los préstamos para reducir la pobreza se destinan al continente. Y ha aprovechado el viaje para anunciar que el FMI tendrá nuevas delegaciones en la región CEMAC. Quizá espera a que la masa crítica de programas y funcionarios reorienten el discriminatorio destino geográfico de las ayudas decididas en Washington y pagadas por todos.

Más gestos. Este viaje está salpicado de encuentros con organizaciones no gubernamentales (ONG), sindicatos (en buena medida copartícipes del espíritu antiglobalizador y críticos con el FMI, nacido en la cumbre de Seattle de 1999) y empresarios locales. Resultan de una dureza dialéctica mil veces superior al más polémico de los debates del Fórum de Barcelona: abundan los calificativos de "hipocresía" y "engaño", dirigidos a la institución.

A diferencia de su antecesor, el soporífero tecnócrata alemán Horst Köhler, Rato da la mano personalmente a cada uno de los asistentes. Y no deja una sola pregunta sin respuesta, algo que sorprende a los más viejos del lugar. Admite con humor los ataques y, cuando algún interlocutor destaca los errores históricos del Fondo, recuerda que el Fondo Monetario Internacional ha sido "la única institución que ha hecho autocrítica sobre el proceso de Argentina", "nosotros hemos reconocido y hemos publicado nuestros errores en aquel país, pero todavía estoy a la espera de que hagan lo mismo los otros actores", responde aludiendo, sin citarla, a la clase dirigente de Buenos Aires.

En realidad, esta nueva política de humildad y acercamiento cristaliza un intento de adaptación al entorno, crecientemente hostil, que el Fondo inició con timidez hace cinco años, tras las graves crisis financieras de Asia, Rusia y Latinoamérica. Le toca ahora a Rato administrarla.

Rodrigo Rato, durante su visita al Hospital General de Abuja, capital de Nigeria.
Rodrigo Rato, durante su visita al Hospital General de Abuja, capital de Nigeria.

Endeudamiento, pobreza y sida

El suave giro del FMI no lo componen sólo los gestos, también incluye políticas. Una, la principal, es la aceleración del perdón de la deuda multilateral a los 27 países más pobres, los que exhiben una renta per cápita inferior a los 800 dólares anuales. Rodrigo Rato confesó ayer públicamente que esta iniciativa "ha dado resultados, pero es necesario ir mucho más allá en este asunto". El perdón de la deuda multilateral va acompañado de los certificados de buena conducta económica expedidos a los países algo menos arruinados para que renegocien bilateralmente con los acreedores individuales reducciones de sus endeudamientos en mejores condiciones.

Enseguida figuran los programas nacionales de lucha para disminuir la pobreza, subvencionados por el Fondo. Son una compensación a los sacrificios que imponen el ajuste presupuestario y la política monetaria restrictiva diseñada para reducir la inflación. Tratan de hacerlos más digeribles, pero desde el convencimiento rotundo de que la política macroeconómica de estabilidad es "ineludible para el crecimiento sostenido, tanto de los países pobres como de los ricos, incluido Estados Unidos", insistió el jefe del FMI.

Algunos protestan, como un miembro del Gabinete del primer ministro de Camerún (que pidió no ser identificado), según quien el FMI "sigue imponiendo condiciones que no tienen en cuenta su impacto social, pero tenemos que obedecerles porque queremos sanear nuestra economía: para hacerlo necesitamos dinero y el dinero son ellos". Otros se aplican, como el ministro de Finanzas congolés, Roger Rigobert Andely: "Si algunos más pobres, Mali y Burkina Fasso, las han digerido, ¿por qué nosotros no podríamos aceptarlas, sobre todo si ahora se nos permite el gasto público en sanidad y enseñanza?". Andely sólo pide que se evite el "cruce y amontonamiento" de distintas condiciones exigidas, ya por el Fondo, ya por el Banco Mundial, ya por la Unión Europea.

Y finalmente, sanidad, la palabra clave. La dramáticamente precaria salud de las poblaciones, minadas por la pandemia del sida, ha conducido al Fondo a prestarle atención preferente en el momento de aprobar los programas presupuestarios de los Gobiernos a los que subvencione. Para ejemplificar la importancia que otorga a este tema, Rato ha rendido sendas visitas a los hospitales generales de Abuja (Nigeria) y Libreville (Gabón), hablando con los pacientes infectados, y quedó impresionado.

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