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Barroso negocia el reparto de poder en una Comisión Europea de mayor peso político

El nuevo presidente del Ejecutivo de la UE intenta resistir la presión de los grandes países

Jose Manuel Durão Barroso, el próximo presidente de la Comisión Europea, espera concluir esta semana en Bruselas las entrevistas cara a cara con los 25 comisarios propuestos por los Gobiernos de la Unión Europea. Su objetivo es tener distribuidas las diferentes responsabilidades en la semana del próximo día 23, e idealmente hacia el 19. La futura Comisión se presenta con la alta carga política que le da el elevado número de pesos pesados en sus respectivos países: tres primeros ministros, cinco ministros de Asuntos Exteriores y tres ministros de Finanzas.

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El nutrido ramillete de personalidades y experiencias deberá dar prominencia a la Comisión a riesgo de producir enfrentamientos entre egos que Barroso deberá evitar con mano de hierro. Ya la ha empleado para recortar las demandas de los grandes de la UE, todos con aspiraciones a carteras de gran calado económico.

Barroso probó su mano izquierda el mes pasado ante el Parlamento Europeo y supo ganarse la confianza de la Eurocámara en el curso de un ejercicio en el que demostró estar teóricamente a la altura del reto que le espera. Con ese capital ha llegado a Bruselas esta semana para negociar la formación de la Comisión de los Veinticinco, aunque también se recuerda estos días que Romano Prodi apareció con alto crédito en 1999 y no tardó en dilapidarlo.

La misión que se ha marcado Barroso es la de formar una Comisión fuerte, capaz de entroncar con las que dirigió Jacques Delors antes de que el colegio de comisarios cayera por la falta de liderazgo de que adolecieron Jacques Santer y el propio Prodi. Barroso quiere que la Comisión vuelva a reavivar el ideal europeísta, deprimido ahora hasta extremos sin precedentes como probó la baja participación en las elecciones europeas de junio, para convertirla en un elemento dinamizador ante el reto de la decena de referendos constitucionales previstos en los dos próximos años.

Un solo representante por país

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Ésta será la primera Comisión con 25 miembros en la UE y la primera en la que cada país tendrá un sólo representante. La Comisión de Prodi, en ejercicio hasta el 31 de octubre, cuenta con 20 comisarios de 15 países, en la que los cinco grandes (Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y España) aportan dos cada uno. Ante la dilución de poder, Gerhard Schröder, Tony Blair y Jacques Chirac se coligaron en febrero para pedir que la futura Comisión contara con un vicepresidente dedicado exclusivamente a la reforma económica, que coordinara el trabajo de los restantes comisarios del área. Implícitamente quedaba expuesto que el supercomisario sería alemán, con otra cartera de gran calado para un francés.

"No habrá un supercomisario, sino 25 supercomisarios", declaró Barroso en Estrasburgo, en lo que fue interpretado como un no a las pretensiones germano-francesas. La distribución de las carteras económicas es el gran campo de batalla, al que se han sumado países medianos como Holanda, que al anunciar la propuesta de la ex ministra de Transportes Neelie Kroes como comisaria apuntó que con ella aspiraba a "una importante cartera económica".

Günter Verheugen, en la actualidad comisario para la Ampliación, era el hombre de Schröder para la supercomisaría que no parece vaya a existir. En Alemania ha trascendido que a Verheugen se le ha ofrecido la cartera de Industria, menos de lo ambicionado por el canciller. Nadie ha confirmado el extremo, en un ambiente dominado por la discreción y el secretismo con que Barroso lleva sus conversaciones y negociaciones. La semana pasada recibió en Lisboa al primer ministro francés, Jean-Pierre Raffarin, en una conversación, cuyo resultado no ha trascendido. Francia quisiera para su comisario, Jacques Barrot, la cartera de Mercado Interior, una de las que mejor encarna el ideal europeo al garantizar la libre circulación de bienes, capitales, servicios y personas, además de llevar aparejada ahora la fiscalidad y la unión aduanera.

En su defecto, podría aceptar con Transporte, que se presenta como una responsabilidad de trascendencia en el próximo lustro, pero ahí le ha salido la competencia holandesa, que fue el último país en anunciar su elección de comisario, precisamente con experiencia en Transporte, en lo que se interpreta como señal de que esa cartera será holandesa.

Al laborista británico Peter Mandelson se le adjudica la comisaría de Comercio, un área de histórico interés del Reino Unido y una de las pocas con las que la Unión Europea ha hablado con una sola voz en el mundo.

Competencia, la otra gran cartera económica, convertida en estrella europea y mundial por el activismo de Mario Monti (multa récord a Microsoft, fiscalización de fusiones y adquisiciones trasatlánticas e intereuropeas, obligación de reembolsar ayudas de Estado como las de los astilleros españoles Izar, investigaciones sobre el dinero del fútbol...) no volverá a manos italianas. El ferviente democristiano Rocco Butigglione, sin experiencia económica, deberá conformarse con una cartera de otro tenor. En Bruselas se considera posible que Competencia vaya a un país de los considerados medianos y pequeños, con el irlandés Charlie McCreevy, ministro de Finanzas en Dublín, un ortodoxo del presupuesto, como destinatario final.

Solana espera su turno hasta 2007

La Comisión que ahora forma José Manuel Durão Barroso nace con fecha de caducidad. En 2007 habrá crisis. Para entonces está prevista la incorporación a la Unión Europea de Rumania y Bulgaria, lo que obligará a crear dos nuevas carteras para sus respectivos comisarios.

También entonces podría ocurrir que España entrara en danza. Si para aquellas fechas ha entrado en vigor la Constitución, Javier Solana se incorporaría a la Comisión como vicepresidente y ministro de Asuntos Exteriores de la Unión, conforme a lo estipulado en el tratado constitucional y a lo apalabrado por los jefes de Estado y de Gobierno el pasado mes de junio.

La llegada de Solana dejaría fuera de juego a Joaquín Almunia, que tendría que abandonar la cartera que ahora le corresponda en virtud del principio de que cada país de la UE sólo puede tener un comisario. El nombre de Solana -cuya suerte está decidida, a expensas de lo que ocurra en los referendos constitucionales- no suena, lógicamente, en las quinielas de estos días en Bruselas, como tampoco se especula con lo que Barroso pueda tener preparado para Almunia, que podía repetir cartera y aspira, como mínimo, a seguir con responsabilidades en el campo de la economía.

La eventual llegada de Solana también atribuye un aire de precariedad a la comisaría de Relaciones Exteriores. Quien acepte esa responsabilidad de manos de Barroso deberá traspasarla al político español en 2007.

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