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Ocho mujeres en un equipo de 25 comisarios

En el tira y afloja de la negociación con los países, José Manuel Durão Barroso había pedido a los jefes de Gobierno de los Veinticinco dos cosas: que cada uno le propusiera dos candidatos, para que pudiera elegir el más idóneo para su proyecto, y que al menos hubiera ocho mujeres comisarias. Lo primero se lo negaron. A cambio, accedieron a su segunda solicitud.

"Está particularmente satisfecho de que su objetivo de contar con ocho comisarias haya sido alcanzado. Es el mayor número de mujeres que hasta ahora ha habido en la Comisión", señaló un comunicado emitido en nombre del futuro presidente de la Comisión. En la nueva Comisión, uno de cada tres comisarios será mujer. Ha sido una irrupción relativamente rápida, si se tiene en cuenta que en 1989 no había ninguna mujer en el Ejecutivo comunitario.

La Comisión presidida por Romano Prodi contó con cinco comisarias entre sus 20 miembros, con Loyola de Palacio como vicepresidenta, hasta la ampliación del pasado 1 de mayo, cuando tres (Letonia, Lituania y Polonia) de los 10 nuevos países decidieron enviar a sendas mujeres a Bruselas en calidad de comisarias adjuntas. Por entonces, la griega Anna Diamantopoulou había decidido dejar la responsabilidad de Empleo y Asuntos Sociales para volver a la actividad política nacional, con lo que en el actual Ejecutivo hay cuatro comisarias de pleno derecho y tres adjuntas.

Repiten en Bruselas

De las titulares repetirán la luxemburguesa Vivianne Reding (ahora en Educación y Cultura) y la sueca Margot Wallström (Medio Ambiente), mientras dejan Bruselas De Palacio (Transporte y Energía, además de Relaciones con el Parlamento Europeo) y la alemana Michaele Schreyer (Presupuesto). Seguirán también la polaca Danuta Hübner y la lituana Dalia Grybauskaite. Una letona, Ingrida Ugre, ha sustituido a otra, Sandra Kalniete. Serán nuevas la austriaca Benita Ferrero-Waldner, la danesa Else Mariann Fischer y la holandesa Neelie Kroes.

De todas ellas, ha sido Ferrero-Waldner la única que ha hecho pública manifestación de desear una cartera. La austriaca presenta su experiencia como jefa de la diplomacia de su país como razón de peso para aspirar a ser comisaria de Desarrollo, una responsabilidad que mueve grandes cantidades de dinero en la Unión. Desarrollo es, junto a Comercio, una de las puntas de lanza del soft power (poder blando) que caracteriza a la UE en sus relaciones exteriores. La pública demanda de Ferrero-Waldner crea un problema a Barroso, que hasta ahora sólo había escuchado al ministro belga de Exteriores, Louis Michel, reclamar para sí tal responsabilidad.

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