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La pista de su madre en la Semana Negra

Una gijonesa residente en Francia, Amparo Orejas López, encontró en la Semana Negra de Gijón la pista para conocer la historia de su madre, Anita Orejas López, fusilada a los 23 años por los franquistas tras la toma de Gijón por las fuerzas sublevadas el 20 de octubre de 1937, y de la que hasta ahora su hija natural sólo tenía un dato (su nombre) y una referencia: el dramático desenlace de su vida en plena juventud. Amparo y su marido, ciudadano francés, viajan cada verano a la ciudad asturiana, de la que Amparo partió hace varias décadas para buscar trabajo en el país vecino. Según declaró al diario La Nueva España, la semana pasada visitó la Semana Negra de Gijón y se detuvo a escuchar una de las mesas redondas, en la que varios escritores y estudiosos debatían sobre la literatura y la relectura histórica de la Guerra Civil. Fue allí donde oyó el nombre de su progenitora y donde supo, por boca de Víctor Álvarez, miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que su madre, natural de Sama de Langreo y empleada de hogar en Gijón, fue detenida el 20 de octubre por una denuncia que le atribuía el delito de haber usado pistola y una pañuelo rojo durante el dominio republicano de la ciudad. Encarcelada en la prisión de El Coto, fue condenada a muerte el 8 de noviembre y fusilada al día siguiente. Pero los estudiosos tampoco lo sabían todo sobre Anita. En la documentación manejada por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica no consta que tuviese descendencia, por lo que se cree que la mujer ocultó a las autoridades franquistas la existencia de una hija para protegerla de la represión. La pequeña fue acogida por un matrimonio de feriantes, Santiago Álvarez, ya fallecido, y Elvira Cadavieco, que en la actualidad vive en un centro geriátrico de Montevil (Gijón) y tiene mermadas sus facultades mentales. El único documento que éstos recibieron de la madre de la pequeña fue un papel en el que la progenitora anotó su nombre y el deseo de que la pequeña fuese llamada Amparo. Ésta pasó su infancia y juventud viviendo con sus padres de acogida, de feria en feria, y a los 26 años se fue a Francia a buscar empleo. Allí se casó y concibió un hijo. Cada verano regresa a su tierra, pero ahora tiene un nuevo motivo para volver el año próximo: ha encontrado un hilo de esperanza para averiguar la historia de su madre, intentar saber quién era su padre y localizar a posibles descendientes de su familia materna.-

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