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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Schröder se para

El esfuerzo ha sido tan grande, y el coste político tan elevado, que, tras el paquete de reformas económicas y la nueva ley de inmigración aprobados por el Parlamento alemán el viernes, el canciller Schröder parece decidido a no dar nuevos pasos reformistas, sino a concentrarse en aplicar las que ya se han decidido. La famosa Agenda 2010 de momento se queda en suspenso. Tras un seminario de reflexión de su Gobierno, Schröder se ha erigido en "controlador" de la aplicación de las reformas en vez de impulsor de otra tanda. No significa que tire la toalla a mitad de su segundo mandato, pues afirma que aspira a volver a ganar en 2006, aunque quedarse a medias no parece la mejor forma para recuperar la popularidad perdida.

No son buenas noticias para el resto de la UE, pues su mayor economía, la alemana, aún está necesitada de reformas estructurales que la dinamicen y hagan recuperar el terreno perdido. Hasta ahora el Gobierno de coalición de sociademócratas y verdes había actuado con valentía política al proponer unas reformas impopulares que suponen desmantelar una parte de uno de los Estados de bienestar más pesados y protectores de Europa. El último paso lo dio al lograr la aprobación en el Parlamento -cuya Cámara territorial controla la oposición democristiana- de una ley sobre el desempleo que recorta sustancialmente los subsidios para los parados de larga duración, categoría a la que se accederá a partir de 12 meses sin trabajo (salvo para los mayores de 55 años) para cobrar unos auxilios sociales básicos.

A la vez, una nueva ley de inmigración busca atraer mano de obra cualificada y facilitar la permanencia de los que hayan estudiado en Alemania, al tiempo que dificulta el asilo político y facilita las expulsiones de personas probadamente peligrosas. Pero, sobre todo, esta ley implica la reconciliación de Alemania con su carácter de sociedad multirracial y multiétnica. Está pensada para facilitar la integración y pone fin al mito del gastarbeiter (trabajador invitado), el inmigrante que iba a trabajar unos años en Alemania para luego regresar a su país de origen. La realidad es que la mayor parte de los inmigrantes se quedan en una Alemania que hoy cuenta con 7,3 millones de extranjeros, que equivalen al 9% de su población.

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