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LA INVESTIGACIÓN DEL 11-M | La comisión parlamentaria

Las ocho horas de vida de las dos falsas sospechas sobre ETA

Los mandos policiales se reunieron en la Dirección General de la Policía a las 17.00 del 11-M para descartar pistas y fijar prioridades

Los dos indicios o presunciones que los mandos policiales barajaron en la mañana del 11-M sobre la presunta autoría de ETA quedaron desmontados a primera hora de la tarde de ese mismo día. En una reunión celebrada en la Dirección General de la Policía a las cinco de la tarde de dicho día, el subdirector general Operativo, Pedro Díaz Pintado, y el director general, Agustín Díaz de Mera, pudieron confirmar que no había nada contra la banda terrorista y se lo expresaron al ministro del Interior, Ángel Acebes, a las 18.15.

Sede de la Dirección General de la Policía, palacete de la madrileña calle de Miguel Ángel, número 5, primera planta. Sala de juntas. Son ya las cinco en punto del 11 de marzo de 2004 cuando comienza a llegar la flor y nata de la policía española. Ya son cinco: el director general, Agustín Díaz de Mera; el subdirector general Operativo, Pedro Díaz-Pintado; el subdirector del gabinete técnico, Gabriel Fuentes; el comisario general de Seguridad Ciudadana, Santiago Cuadro; y el jefe superior de Policía de Madrid, Miguel Ángel Fernández Rancaño. Falta el pez gordo, el hombre que tiene el timón de la investigación, el comisario general de Información, Jesús de la Morena. La reunión, que precede a la que ha convocado para las seis de la tarde el ministro del Interior, tiene por objeto analizar el estado de las investigaciones sobre la masacre.

Partieron al encuentro con el ministro. Se lo dijeron como pudieron, pero no le ocultaron nada
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Díaz-Pintado, que ha expresado alguna duda sobre la autoría de ETA al director general, Agustín Díaz de Mera, tiene dos obsesiones: el tipo de explosivo utilizado y la existencia de bombas trampa.

Sobre la una de la tarde del 11-M, mientras Díaz-Pintado se encontraba reunido con sus colegas de la policía y de la Guardia Civil con el secretario de Estado de Seguridad, Ignacio Astarloa, en la sede del Ministerio del Interior, Santiago Cuadro, tras pedírselo Díaz-Pintado, le había informado de que el explosivo utilizado en los atentados era Titadyne, la marca de dinamita que desde el año 2000 utiliza, invariablemente, ETA. Díaz-Pintado, a su vez, informó de ello a sus colegas y al secretario de Estado en tiempo real, después de hablar con su subordinado.

Pero hay otra información relevante que preocupaba a Díaz-Pintado: la existencia de las llamadas bombas trampa. El comisario Cuadro, en contacto con la Unidad Central de Desactivación de Explosivo, había recogido la impresión, durante la inspección de los escenarios de la masacre, que las bolsas halladas (y más tarde explosionadas) eran bombas trampa. El Titadyne y las bombas trampas permitían fundamentar las especulaciones (Díaz-Pintado volvió a llamarlas ayer "tormenta de ideas", como el día anterior dijo el ex comisario general Jesús de la Morena) del mediodía en la sede del Ministerio del Interior.

La reunión comenzó pasadas las cinco de la tarde en la calle de Miguel Ángel, en espera de Jesús de la Morena, quien se hallaba en Canillas ocupado con los resultados de la inspección de la furgoneta Renault Kangoo hallada en Alcalá de Henares.

Díaz-Pintado preguntó directamente a Cuadro qué había del explosivo utilizado, si se confirmaba lo que le había anticipado a la una de la tarde. Cuadro explicó que no se trataba de Tytadine, que había habido un error, producto de la presión y de las prisas. El subdirector general operativo, que había expresado sus dudas sobre ETA a su director general, Agustín Díaz de Mera, no podía creerlo. Aquello más determinante contra ETA se acaba de desvanecer. Díaz-Pintado pasó al segundo indicio. Preguntó a Cuadro por las bombas trampa. El comisario general dijo que no había tales bombas trampa y que los expertos habían errado. Se trataba de bolsas que, simplemente, no habían explosionado.

Pero no sólo se habían desvanecido los indicios falsos, forzados, sobre ETA, sino que ahora Jesús de la Morena traía a sus colegas indicios que apuntaban en otra dirección, a partir de la inspección de la furgoneta en Canillas. Los detonadores, explicó, eran de fabricación nacional, no eran los que usaba ETA; el culote con 125 gramos de explosivo era de fabricación nacional y el papel parafinado tenía la marca Goma 2; y, finalmente, se había hallado una casete con versos coránicos, según la traducción, recitada sobre la marcha, de un funcionario policial de un país árabe presente en Canillas.

Los policías compartieron su desazón. Habían presumido, especulativamente, por antecedentes, que se trataba de ETA. Creyeron, con mucho voluntarismo y una información que se había demostrado al cabo de unas horas completamente falsa, en la autoría de la banda terrorista. Ahora tenían que llevar al Ministerio del Interior un informe radicalmente opuesto. Díaz de Mera, según las fuentes, pidió discreción hermética. Algunos expresaron que en realidad nadie había hablado de ETA con material probatorio.

Díaz de Mera, Díaz Pintado y De la Morena partieron hacia el palacete del paseo de la Castellana al encuentro con Ángel Ácebes. Se lo dijeron como pudieron, pero no le ocultaron nada. El ministro salió a la rueda de prensa, sobre las ocho y veinte de la tarde. Estaba agitado. Y siguió aferrado a una realidad ya superada: que ETA era la línea principal de la investigación y que el explosivo utilizado era el "habitual" de la banda terrorista.

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