A ritmo de corazón batiente
El ciclismo es un deporte muy particular: la velocidad a la que se desplaza el ciclista no siempre está relacionada con la intensidad de su esfuerzo. A veces, cuanto más despacio avanza, como en los puertos de mayor porcentaje, más sufre. Y en los recorridos llanos, rodar solo con viento de cara a 40 Km/h -y ayer hasta les costaba ir a 30 por hora- puede resultar más duro que hacerlo a 60 Km/h pero con viento a favor.
Así, los estudiosos de este deporte -entrenadores, médicos, fisiólogos- deben recurrir a otras variables, independientes de la velocidad, para cuantificar la intensidad del esfuerzo realizado por cada corredor en los entrenamientos y en las carreras. Como la frecuencia cardiaca. Es decir, el promedio de veces que el corazón late por cada minuto de ejercicio.
En ejercicios que implican a grandes grupos musculares como correr, nadar o pedalear, la frecuencia cardiaca aumenta linealmente con relación a la intensidad del esfuerzo. De hecho, no es frecuente encontrar dos variables biológicas tan estrechamente relacionadas. No es de extrañar, pues el corazón es el esclavo de los músculos: cuando éstos trabajan al máximo, el corazón también lo hace, para bombearles la mayor cantidad posible de sangre.
Desde principios de los noventa, es muy sencillo medir la frecuencia cardiaca de cada ciclista mientras entrena o compite con un pulsómetro. Es decir, una especie de reloj que el corredor lleva en su muñeca o en el manillar de su bici, y que recibe la señal (los latidos cardiacos) que le envía por telemetría un ligerísimo transmisor, encintado alrededor del tórax.
De hecho, muchos ciclistas, sobre todo los españoles, lo están utilizando en este Tour. Después de las etapas, el médico de equipo puede transferir a su ordenador toda la información almacenada en los pulsómetros, lo que le permite cuantificar la dureza del esfuerzo realizado por cada corredor.
El Colegio Americano de Medicina Deportiva, verdadera referencia mundial que alberga a los mejores especialistas del planeta, utiliza la frecuencia cardiaca como patrón oro para cuantificar la intensidad del ejercicio considerado como saludable. Todos deberíamos realizar al menos 30 minutos de ejercicio (andar, correr, pedalear o nadar) prácticamente a diario, a una intensidad baja o moderada. Es decir, entre el 55 y el 85% de nuestra frecuencia cardiaca máxima. (Esta última es igual a 220 menos la edad, en años, de cada persona).
Desde luego, durante el Tour los ciclistas superan con creces estas recomendaciones: en promedio, realizan a diario cerca de 5 horas de ejercicio dentro de la citada franja de intensidad. Es decir, hacen 10 veces más de ejercicio que lo necesario para mantenerse uno sano.
Alejandro Lucía es catedrático de la Universidad Europea de Madrid.
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