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Reportaje:

El verano del 'conductor designado'

Varias iniciativas tratan de convencer de que lleve el coche aquel que se comprometa a no beber

Pablo Ximénez de Sandoval

Cuatro de cada diez conductores que se mataron en la carretera el año pasado conducían bebidos. Su nivel de alcoholemia se supo a posteriori, analizando sus cadáveres en una camilla en el Instituto Nacional de Toxicología, que hace un muestreo anualmente. Los conductores estudiados eran en su mayoría hombres, entre 21 y 40 años, y murieron en fin de semana. Estas cifras dejan fuera a todos los heridos y a todos los casos no analizados.

Estos muertos sabían que beber y conducir es lo mismo que jugar a la ruleta rusa. O peor. La mayoría de los cadáveres del informe de Toxicología tenían más de 1,5 gramos de alcohol por litro de sangre (el límite legal es 0,3). Esa cantidad de alcohol se considera "embriaguez notoria", y multiplica por 16 las posibilidades de matarse al volante.

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Pero nadie teme a las cifras. Si no, a Ángela Urzanqui, de 52 años, no se le habría ocurrido coger el coche después de celebrar el cumpleaños de su hijo el viernes por la noche. "He bebido en la cena vino blanco, vino tinto y dos copas de champán", decía mientras la Policía Municipal de Madrid le hacía un control de alcoholemia en la calle Juan Bravo. Dio 0,25 miligramos (en lo que se mide el alcohol en el aliento), justo el límite, porque le estaba bajando el efecto. Media hora antes habría dado positivo.

"Los españoles a lo que más miedo le tenemos es a hacer el ridículo", opina el nuevo director general de Tráfico, Pere Navarro. "Tenemos que conseguir ridiculizar al que intenta conducir bebido". Navarro no se refiere a intoxicaciones etílicas. En rigor, la expresión "conductor bebido" puede afectar a cualquiera que haya tomado una sola caña de cerveza antes de coger el coche, ya que el grado de alcoholemia depende del peso, de la comida que haya en el estómago, de la tolerancia al alcohol y hasta del estado de ánimo.

Dos son los perfiles típicos que dan positivo por alcoholemia, "el adulto después de comer y los jóvenes de marcha", explica Jaime Gil-Robles, director de la Fundación Alcohol y Sociedad. Esta organización intenta promocionar en España la práctica del conductor designado, o alternativo, que consiste en elegir un conductor antes de empezar la noche que se comprometa a no beber. En países como Reino Unido o Dinamarca, la práctica está tan asumida que "la gente te llama la atención si intentas conducir bebido", asegura Gil-Robles.

En Reino Unido se le llama conductor designated, y se ha popularizado desde hace años la frase I'll be des. Es el país con más baja incidencia de alcohol en los accidentes de tráfico. En Bélgica y Holanda, el conductor alternativo se conoce como Bob.

Para promocionar esta idea en España (más de 4.000 muertos al año en accidentes de tráfico), Alcohol y Sociedad elige un pueblo donde confluyan todos los factores de riesgo. "Suele ser un pueblo cabeza de comarca, donde los jóvenes acuden a las fiestas de los pueblos de alrededor, cuya única alternativa de ocio nocturno es beber y que tengan después que volver a casa", dice Gil-Robles. La experiencia piloto se hizo en La Carlota, Córdoba, de 15.000 habitantes. A los jóvenes se les invitaba a participar al principio de la noche y, a lo largo de cuatro horas, hacían sucesivos controles. El conductor que no bebió en toda la noche recibió un vale de 20 euros de gasolina. Se ha repetido en otras cinco ciudades. Alcohol y Sociedad está financiada al completo por la industria alcoholera, con un presupuesto de tres millones de euros para este proyecto, que incluye la campaña de televisión "Un conductor cada noche".

Otra inciativa parecida la ha realizado en 11 comunidades autónomas la Fundación de Derechos Civiles. "Ponemos a jóvenes a la salida de discotecas que invitan a la gente a hacerse un control de alcoholemia voluntario", explica su presidente, Francisco Castañón. "Si dan positivo, les invitamos a que antes de conducir prueben un simulador de coches que llevamos en una furgoneta, como un videojuego. La gente se queda impresionada de lo que disminuye su habilidad".

"Tener un accidente y dar positivo es, además de una desgracia, una ruina", explicaba un cabo de la Policía Municipal de Madrid en el control de alcoholemia del viernes. Desde la patronal de las aseguradoras españolas, Unespa, explican que las compañías están obligadas a indemnizar a la víctima por el seguro a terceros, pero si el asegurado da positivo por alcoholemia tienen derecho a cobrárselo a él. Además, la práctica profesional es no pagar ninguno de los daños propios del asegurado si da positivo.

Aparte de la concienciación, "cultura y represión tienen que ir a la vez", opina Rafael Olmos, director del Servei Catalá de Transit. Cataluña es citada por los expertos como ejemplo en la lucha contra los accidentes. Olmos ha puesto en marcha una especie de política de tolerancia cero con las infracciones. El año pasado se hicieron 450.000 controles de alcoholemia (5,6% positivos), mientras en todo el resto de España se hacen alrededor de 800.000. "También estamos denunciando a todos los que van sin cinturón detrás, que es obligatorio", afirma Olmos. "Conseguiremos una reducción del 15% de accidentes en 2004".

La Policía Municipal de Madrid también está aumentando los controles, con 33.586 el año pasado y más de 19.000 en lo que va de año. El subinspector de Tráfico del Ayuntamiento, Ángel Rabadán, dice que "se empieza a ver lo del conductor designado, pero todavía son muy pocos".

A medianoche del viernes, Eva García, de 20 años, daba 0,0 en el etilómetro. "Yo veo normal que el que lleve el coche no beba", decía. En su grupo de amigos, "el que conduce bebe menos, a lo mejor una copa". Una copa ya es un peligro. Pero la razón principal de no beber, para Eva García, es que "se ha puesto muy mal lo de las multas".

Eva García, el viernes a medianoche, en un control de alcoholemia de la Policía Municipal de Madrid.
Eva García, el viernes a medianoche, en un control de alcoholemia de la Policía Municipal de Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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