"El buen jardín habla de futuro"
Bet Figueras (Barcelona, 1957) se hizo paisajista cuando esta disciplina no se estudiaba en las escuelas españolas. La entrevista tiene lugar en su estudio, en la Gran Vía de Barcelona, donde, excepcionalmente (no le gusta la vegetación en interiores), tiene una palmera. Considera que Barcelona es un referente mundial en el paisajismo contemporáneo y que, paradójicamente, lo que le ha dado ese liderazgo son las plazas duras construidas en la década de los ochenta. "Esas intervenciones modificaron el lugar de Barcelona en el mapa del paisajismo internacional. Fueron modélicas reordenando los espacios públicos y las plazas de las zonas más antiguas".
PREGUNTA. ¿Hasta qué punto hay que respetar la naturaleza?
RESPUESTA. Como punto de partida. Se pueden construir valores paisajísticos a partir de agresiones al paisaje. Se pueden realizar intervenciones abruptas cuando está en juego el progreso y las necesidades del hombre, pero deben hacerse con conciencia, cuidado y sacándole partido a la propia alteración. Las canteras de Marés en Menorca, por ejemplo, se han convertido en un paisaje alterado que es un nuevo sitio de interés.
P. ¿Los jardines sólo se pueden juzgar cuando ha pasado el tiempo?
R. Un edificio se inaugura en su esplendor. A partir de ahí inicia un deterioro progresivo. Pero el buen jardín habla de futuro. El mejor es el que crece y envejece bien. Es mejor plantar vegetación joven y dejarla crecer en condiciones de plena libertad que plantar árboles o plantas grandes para que el jardín luzca el día de la inauguración. Las plantas sufren en el traslado, se las mutila, con lo cual lo que se planta son especímenes maltrechos, una especie de jardín de lisiados. Además de necesitar tiempo, los jardines reflejan el tiempo y la máxima expresividad de un jardín se da en invierno. Entonces deja ver el esqueleto de un paisaje. A veces, las flores, el color y la abundancia de vegetación esconden la arquitectura del jardín.
P. Desde esa perspectiva, ¿cómo afronta sus encargos?
R. Trato de leer las claves de un lugar. Entender por qué la luz o el clima lo afectan de determinada manera. Cada lugar tiene su esencia y su historia, pero también un momento. El coche cambió el paisaje urbano y la peatonalización está volviendo a cambiar la ciudad. Interpretar el momento es fundamental para diseñar un paisaje. Si no lo lees bien puedes frivolizarlo.
P. ¿Qué es un paisaje frívolo?
R. Uno que impone una ley caprichosa. Que proviene de un gusto más que de unas necesidades. Que refleja más al autor que al lugar. Cuando Francia vivía su apogeo, el jardín francés se convirtió en un patrón de moda. Los ingleses quisieron imitar los jardines de Versalles y se liaron. No tenían paisajes planos. Todas sus topografías eran onduladas, con colinas y un relieve que no podía admitir la escala de Versalles, que era su clave: la cantidad de espacio plano que se puede abarcar con la vista. Sin embargo, cuando los ingleses entendieron la naturaleza de su paisaje y buscaron las claves para actuar en él, aprovecharon todo su esplendor y en lugar de allanar las colinas las enfatizaron para crear más interés. El paisaje inglés es sumamente artificial, pero tiene apariencia de gran naturalidad.
P. ¿Cuál sería un jardín de nuestro tiempo?
R. Uno con un punto abstracto que bebe de las ideas de la abstracción plástica, de Rothko, por ejemplo. Pero no creo en los jardines cosmopolitas ni en los paisajes internacionales. Descreo de un jardín que puede plantarse igual en Tokio que en Barcelona. Un jardín que quiere ser internacional termina por ser banal porque no aprovecha bien el mejor atributo que puede tener un jardín, que es su sitio.
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