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El arte de un solo color se instala en el Museo Reina Sofía a través de 78 artistas

La exposición 'Monocromos' reúne 90 obras en un montaje dividido por colores

Las esculturas de Gerardo Rueda, Peter Shelton, Miquel Navarro y Ángel Bados conducen a la exposición Monocromos. De Malevich al presente, inaugurada ayer en el Museo Nacional Reina Sofía, de Madrid (Santa Isabel, 52, http://museoreinasofia.mcu.es, hasta el 6 de septiembre) y presentada por Ana Martínez de Aguilar, en el primer acto público como directora del museo tras la toma de posesión, y la comisaria de la muestra, la historiadora y crítica Barbara Rose. Un granito de Isamu Noguchi y una pintura abstracta de Ad Reinhardt comienzan el recorrido de la zona negra de la exposición, junto a otras piezas de Sean Scully, Ángeles San José, Soulages, Burri, una escultura de neumáticos de Cha-kaia Booker y el espejo negro de Bernard Venet. Barbara Rose presenta en Monocromos 90 obras de 78 artistas de Europa occidental y oriental, América del Norte y del Sur y Asia como una instalación en una serie de áreas de color (o "capillas de color") en lugar de orden cronológico. "Es un experimento de percepción visual", advierte a la entrada de la exposición. Ha situado en un espacio aislado los antecedentes históricos del monocromatismo, que sitúa en el cuadro Efecto de nieve en Giverny, de Claude Monet, de 1893, y Paisaje con casa amarilla, de Malevich, de 1906- 1908, para seguir con los constructivistas y la abstracción en otras piezas de Rodchenko, Fontana y Nicholson. En su opinión, lo monocromático es "la última visión de lo moderno", y la evolución de las pinturas de un único color está ligada a las cuestiones que plantea la modernidad. "La relación del entorno cromático con la espiritualidad y el éxtasis es un asunto central en el pensamiento de varios de los artistas seleccionados".

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El montaje, diseñado por la arquitecta Aurora Herrera, agrupa a los artistas por los colores que utilizan en sus obras, con la disposición en paredes, pavimentos y techos de pinturas, esculturas e instalaciones. Tras el negro se entra en el rojo, con el Laocoonte de Franz West, una pieza de Abakannowicz, una fotografía de Juan Uslé y espejos de Darío Urzay, para seguir por el azul de pinturas de Yves Klein, los volúmenes de Anish Kapoor y los paneles de vidrio de Larry Bell.

El otro espacio paralelo de la sala comienza el oro con una amplia instalación de Gabriel Díaz en alabastro y luces, la escultura de lingotes de Arman, la pintura amarilla de Marioni, una pintura de gran formato de Sicilia, las hendiduras de Fontana y los libros de la luna de James Lee Byars. Tras el oro viene la plata, con dípticos de Darío Villalba y Martin Kine, la escultura colgada de Susana Solano y las piezas de aluminio de Doland Judd. No faltan las piezas de luz y movimiento (Le Parc, Mack, Irwin) en una amplia zona de blancos, con obras de Ryman, Tàpies, Chillida, Opalka, O'Keeffe, Bianchi, Manzoni, Fontana, para terminar con una construcción en blanco revestida de mármol de Roberto Pietrosanti, inspirada en los lugares de reunión de los etruscos, y los libros cicládicos de Chryssa. "Cada una de seis capillas de color ha sido ideada para evocar asociaciones específicas y sugerir la progresión desde la oscuridad y la muerte a la iluminación", dice la comisaria.

El catálogo, publicado por Documenta (www.documenta-artes.com), primera monografía sobre el tema, forma parte de siete coediciones en tres idiomas, con 18.000 ejemplares, con textos de Rose, Fabre, Keith Ho y Trione.

Una vista del entorno cromático del rojo de<i> Monocromos,</i> con<i> Lente roja</i> (1985), de Eversley, en primer término, y <i>Abakan rojo,</i> de Abakanowicz (1969), al fondo.
Una vista del entorno cromático del rojo de Monocromos, con Lente roja (1985), de Eversley, en primer término, y Abakan rojo, de Abakanowicz (1969), al fondo.LUIS MAGÁN
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