Contra inflación, reformas
Tal como avanzó el INE hace un par de semanas, la inflación ha vuelto a dispararse en mayo, hasta el 3,4%, siete décimas más que en abril y 1,3 puntos más que en marzo. Desde hace dos meses, el INE viene dando un primer avance de la tasa de inflación anual de cada mes en los últimos días de dicho mes, en términos del Índice de Precios de Consumo Armonizado (IPCA). El IPCA es un índice de precios que Eurostat hace elaborar a los institutos de estadística de los países miembros de la UE a partir de los IPC nacionales, de los que se excluyen algunas partidas que no son comunes con los IPC del resto de la UE. De esta manera puede obtenerse un índice de precios más o menos homogéneo para el conjunto de la Unión y, además, índices de precios mínimamente comparables entre los países miembros. Próximamente todos los países confeccionarán sus IPC con la misma cesta de productos y la misma metodología, con lo que serán ya directamente comparables. El avance del IPCA a finales de cada mes supone una mejora estadística importante, aunque de momento limitada, pues, por un lado, sólo se da la tasa interanual del IPCA total, sin detalles por productos, y, por otro, las tasas del IPC y del IPCA no son iguales, aunque como mucho difieren en una décima porcentual. En mayo ambas coincidieron.
La tasa interanual de los productos energéticos ha pasado del -2,5% en marzo al 6,6% en mayo
Como en abril, el aumento de la inflación se debe fundamentalmente a los precios de los productos energéticos, que recogen de forma inmediata la subida del precio del petróleo que importamos. Su tasa de variación interanual ha pasado del -2,5% en marzo al 1,4% en abril y al 6,6% en mayo, lo que explica el 80% de la subida de la inflación en los dos últimos meses. En mayo, de las siete décimas de aumento de la inflación total, cinco se deben a la energía. Pero también otros productos han contribuido de forma importante al aumento de la inflación, como el aceite, las patatas y el tabaco. Todos ellos son productos de comportamiento volátil, por lo que, en principio, sus variaciones no deberían preocuparnos, siempre que el núcleo central de los precios no modificase su tendencia.
Aquí viene el problema, pues en los dos últimos meses también se observa una cierta aceleración de la llamada inflación subyacente (ha pasado del 2,2% en marzo al 2,7% en mayo), si bien, buena parte de dicha aceleración se debe a los aceites y el tabaco, que deberíamos excluirlos de la misma. Por otro lado, debemos pensar que la subida del precio de la energía, aunque la califiquemos de volátil a efectos analíticos, acaba encareciendo todos los demás bienes y servicios, pues todos ellos la utilizan en los procesos de su producción o distribución. Cabe prever, por tanto, que la inflación subyacente siga aumentando en los próximos meses.
Ahora bien, el problema no debe magnificarse. Los precios del petróleo se orientan de nuevo a la baja y lo más probable es que los veamos en torno a los 30 dólares el barril en los próximos meses. Ello propiciaría la bajada del componente energético del IPC, compensando la posible aceleración de la inflación subyacente. De esta forma, no es previsible que la tasa de inflación total se sitúe más arriba del 3,4% en lo que resta del año (gráfico derecho). Lo importante es evitar una espiral inflacionista, y la mejor manera de que ello no ocurra es introducir más flexibilidad en los rígidos mercados de factores productivos y de bienes y servicios. Además del apoyo a la I+D y a la educación, ésa debería ser una de las ocupaciones prioritarias del nuevo Gobierno.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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