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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Solbes el moderador

Durante las últimas semanas, una de las tareas recurrentes del vicepresidente y ministro de Economía, Pedro Solbes, ha sido corregir en público las propuestas de algunos de sus compañeros de Gobierno con regañinas más o menos encubiertas y repetidas llamadas a la prudencia económica. Este papel de maestro severo lo viene ejerciendo alternativamente con José Montilla, a propósito de los horarios comerciales, y ahora con la ministra de la Vivienda, María Antonia Trujillo, cuyo plan de sustituir las desgravaciones fiscales por ayudas directas ha calificado rotundamente de "simplista".

Tampoco se ha recatado en aplazar sine die la reforma fiscal que mejore la equidad del actual impuesto sobre la renta de las personas físicas y acaba de enfriar los ánimos de los economistas que introdujeron en el programa socialista la idea de elevar la tributación de las plusvalías hasta equipararla con las rentas de trabajo. El vicepresidente está cultivando así la imagen de ministro responsable que cuida con prudencia de las finanzas públicas y frena a sus colegas más exaltados, aunque ayer mismo fue Zapatero quien le devolvió la pelota al asegurar que habrá reforma fiscal en la segunda mitad de la legislatura.

Esta pose pedagógica de Solbes tiene ventajas e inconvenientes. Sirve para evitar regresiones manifiestas, como cierta vuelta atrás en la liberalización comercial que pretende el Ministerio de Industria y Comercio. Convence además a empresarios e inversores de que la política económica después del triunfo del PSOE no se definirá como un continuo salto en el vacío. Pero, a cambio, corre un riesgo evidente de caer en cierto inmovilismo político. Es una decisión inteligente mantener el principio de equilibrio presupuestario; pero a partir de ese criterio básico debería avanzarse algo en el cambio del patrón de crecimiento económico -que el PP basó en el consumo y en la construcción- y en la configuración de un nuevo IRPF que acabe con la sensación de que en España casi toda la imposición directa individual se recauda entre asalariados que perciben entre 18.000 y 54.000 euros de renta anual. No hay noticias de que tales cambios figuren en la agenda de Solbes y ya es tiempo de que el Gobierno explique qué pretende hacer en el área económica y en qué plazos.

A fuerza de decir no y de extender cautelas, el ministro de Economía alienta la sugerencia de que el programa económico del PSOE es de difícil aplicación práctica. Desde luego, es más arriesgado preparar una intervención en la vivienda para abaratar las compra a quienes tienen rentas bajas y promover un mercado de alquiler que limitarse a observar a distancia cómo funciona el mercado de vivienda libre. Pero buena parte de la sociedad española cree que es posible mejorar el mercado inmobiliario y reformar los impuestos para aliviar la carga fiscal de las rentas medias. La prudencia es aconsejable en cualquier situación, pero no debe eliminar las esperanzas de cambio.

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