Álvaro Colomer indaga en los tabúes sobre la muerte
Mimodrama de una ciudad muerta, de Álvaro Colomer (Barcelona, 1973), editada por Siruela, es una novela con coro de fantasmas, una indagación sobre los tabúes que todavía existen acerca de la muerte. En ella, el autor pone en movimiento a un personaje, Eduardo Arrollo, que purga una vieja culpa acondicionando cadáveres en un tanatorio. Su maestro es un tal Álvaro Conqueiro, un personaje que parece un guiño al Cunqueiro de Las crónicas del sochantre.
"La novela surge de un reportaje", cuenta Colomer. Fue un trabajo realizado en un tanatorio. "Me impactó tanto que decidí convertirlo en novela". Además, continuó la investigación hablando con psiquiatras y forenses, con celadores y guardianes de cementerios... Así, al margen de la peripecia del protagonista de la novela, el lector puede conocer a la perfección el funcionamiento de la industria de la muerte. Y la conclusión es severa: "Entre todos hemos creado un artefacto perfecto cuyas piezas principales son el hospital, el tanatorio y el cementerio, y cuya finalidad es hacernos creer que la muerte no forma parte de nuestra rutina", escribe en la novela.
"Durante el siglo XX ha existido un gran tabú sobre la muerte. En el siglo XXI han empezado a salir en el terreno del arte elementos que señalan su parte corpórea", afirma. Su novela se inscribe en esta línea de materialización: "Intento tratar la muerte con naturalidad. Puedes entender que la mayoría de los menores de 35 años no hayan visto en su vida a un muerto, pero es un hecho irracional. La de la muerte es una industria pensada para que nada se pare por un fallecido; es una industria muy bien montada, pero que nos separa de esa experiencia. Incluso los familiares, en general, la interiorizan mal. Por eso, en mi novela los muertos reclaman su sitio".
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