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Carlos Fuentes define la invención del mal como una opción de libertad

El autor se adentra en el género fantástico con 'Inquieta compañía'

Jesús Ruiz Mantilla

Seis relatos sobre lo divino y lo humano; sobre ángeles, demonios y vampiros... Carlos Fuentes (México, 1928) ha agarrado el género fantástico -"que se cultiva poco en español", advierte- para adentrarse en Inquieta compañía (Alfaguara) dentro de las fuentes del mal: "Es una invención divina", dice, "Dios creó ángeles y demonios y al expulsar a Luzbel le dio una opción. Así que el mal es una consecuencia de nuestra libertad".

Con traje azul, corbata roja y aspecto de gentleman -la residencia en Londres marca-, exquisito, sonriente, sin alzar la voz más de lo necesario, cada vez con más años encima y con aspecto más joven, se diría que Carlos Fuentes puede hasta tener un pacto con el diablo sellado a través del teléfono móvil: "¿Quién nos dice que por medio de esos aparatos no nos llegan constantemente mensajes desde lugares que pueden llevarte al infierno?", se pregunta el autor, que presentó ayer su libro en la Casa de América de Madrid.

El caso es que se conserva combativo, luchador y explosivo para defender ciertas cosas. Con verdades que duelen por delante en la estirpe del escritor comprometido: ángel para muchos, demonio para tantos otros. Son cualidades que le debe dar la disciplina a quien escribe todos los días dos cuartillas entre las siete y las doce de la mañana. Dice que el humor le llega cuando crea y que se le cuela sin querer en los textos: "Soy feliz cuando escribo, cuando pasa una temporada y no me siento a ello por viajes u obligaciones, me pongo insoportable, necesito volver a la mesa y meterme, pero no al trabajo, sino a gozar".

Así va tejiendo una obra que no cesa. "Y lo hace con un solo dedo", según dice siempre asombrado Gabriel García Márquez. Gracias a su disciplina de reclusión en Londres, donde, dice, "apenas salgo y no tengo muchos amigos", ha alumbrado desde Los años con Laura Díaz (1999) dos novelas más, el experimento de Instinto de Inez y la gran farsa de política ficción que es La silla del Águila a estos nuevos cuentos de Inquieta compañía o un ensayo artístico titulado Viendo visiones, que se ocupa, dice, "de Velázquez y otros pintores del territorio de La Mancha, como Botero o Antonio Saura, a artistas que prueban la potencialidad del arte latinoamericano".

También ha tenido tiempo para atacar desgracias contemporáneas en un alegato batallador titulado Contra Bush, que aparecerá en verano. "Desde que anunció su candidatura me preocupó. Pero no sólo él, también su círculo, que representa al petropoder. Es un iluminado y un peligro mundial que debemos combatir", asegura.

El mal relativo

Para el presidente estadounidense, Fuentes podría ser sin duda la clara representación de Belcebú. De ahí que el mal sea tan relativo. "Para Hitler, el bien de Alemania pasaba por conquistar Europa y exterminar a los judíos, la línea que separa el bien y el mal nunca está clara, pero gracias a eso existe la literatura, que surge de los grises y las brumas que hay entre ambos", cuenta el autor de La muerte de Artemio Cruz.

Es de ese territorio de ambigüedad de donde deben surgir también los grandes personajes, "que cuando salen son la máxima satisfacción de un escritor", asegura. En Inquieta compañía explora esas fronteras a través de un género que no ha sido muy fructífero en castellano. "No se ha explorado mucho lo fantástico en nuestra literatura, salvo algunas excepciones como Bécquer y sus leyendas no hay gran cosa. A mí me interesaban las crónicas que mandaron algunos de los primeros exploradores del continente americano. Colón mismo dicen que había visto sirenas en el trayecto, otros afirman haber divisado ballenas con dos senos, tiburones con un par de miembros viriles, luciérnagas que alumbraban una isla entera, tortugas con caparazones como una casa...".

Justo cuando el escritor se adentraba en terrenos fantásticos, la curiosidad de los periodistas que acudieron ayer a la presentación del libro por la mañana le bajaba de un tirón a las realidades que más duelen: "En México hemos vuelto a entrar en la carrera presidencial y ya hemos apartado de golpe los problemas que realmente importan como la educación, la salud, el desarrollo. Hay que apostar por una democracia desde abajo para conseguir progreso y vivimos una situación muy delicada y muy peligrosa de democracia vigilada en nuestros países", asegura.

Con tentaciones autoritarias incluidas. "Cuando la gente se desespera -y en nuestros países la mayoría de la gente sobrevive con dos dólares al día- empieza a creer que los salvadores arreglarán las cosas. En México, el 37% de la población cree que una dictadura es la solución y Vargas Llosa me dijo el otro día en la boda del Príncipe que en el continente es un 57% el que lo piensa. Tenemos allí, además, la figura de Hugo Chávez, que va extendiendo sus tentáculos y es peligroso. Por eso hay que darle a la democracia un marco de desarrollo organizado desde abajo", afirma. Los hay que se empeñan en darle la razón: hay vampiros y demonios por todas partes.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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