Un frente decisivo
La editorial Crítica ha descubierto lo que, en principio, puede parecer un filón inesperado con la publicación de libros acerca de la historia bélica, preferentemente centrada en la Segunda Guerra Mundial. Si se observa la serie de los publicados en unos años se detectará que corresponden a un modelo muy parecido. Se apoyan en una documentación apabullante, inasequible a no ser por contar con un equipo, una buena técnica narrativa, una importancia crucial atribuida a los personajes centrales y, al mismo tiempo, un intento de llegar al combatiente individual. Todos los libros de Beevor que ha publicado Crítica -los relativos a Stalingrado o la batalla de Berlín, por ejemplo- parten de estos presupuestos. No debiera extrañar que las grandes batallas de la historia contemporánea obtengan éxitos editoriales: resultan un testimonio más de ese retorno del acontecimiento que es tan habitual en otros campos como la política.
UN EJÉRCITO AL AMANECER. La guerra en el norte de África, 1942-1943
Rick Atkinson
Traducción de Marcelo Covián
Crítica. Barcelona, 2004
672 páginas. 29,90 euros
El lector de historia quizá se acerque con prevención al libro de Atkinson, aunque haya sido honrado con el Pulitzer, porque, en definitiva, el desembarco en el norte de África parece una operación intrascendente al lado de otras de mayor relevancia. Pero desde sus primeras páginas se descubre que el juicio es inapropiado y que además la calidad es comparable y aun superior a los textos de Beevor.
La decisión de desembarcar
en el norte de África obedeció a una estrategia británica al final aceptada por Roosevelt que, como todos los norteamericanos, hubiera preferido un ataque directo al continente. Aun beneficiado de un monumental error de apreciación de Hitler, el desembarco en el norte de África descubrió sin duda la inicial impreparación bélica norteamericana. No es extraño que así fuera porque, en definitiva, se partía en 1939 de un ejército que apenas tenía cinco tanques de tamaño medio y en el que ningún oficial había mandado el equivalente de una división. La ayuda francesa fue escasa con sus líderes militares enfrentados por minucias y el terreno se demostró más frío y húmedo de lo previsible. Los combatientes norteamericanos carecían, al inicio, de experiencia y fueron ninguneados por los británicos. Contra lo previsible, Hitler envió como refuerzos tropas de calidad de modo que la lucha se prolongó durante siete meses e implicó a un millón de personas, con 70.000 muertos aliados.
Ninguna de las batallas del norte de África es comparable en trascendencia a El Alamein, anterior y en la frontera con Egipto. Sin embargo durante el tiempo de duración de este frente se acuñaron realidades sin las que resulta imposible entender el posterior desarrollo de la guerra mundial. Tras superar una orografía complicada -Túnez aparece descrito como "un país de desfiladeros"- los norteamericanos remontaron su inexperiencia y testimoniaron su enorme superioridad material, en especial en tanques y en aviones. Poco a poco los británicos quedaron reducidos a la condición de comparsas. Al final Alemania consiguió retrasar siete meses el desembarco en el continente pero fueron más de 200.000 prisioneros los que cayeron en manos de los aliados. El Eje, en adelante, quedó a la defensiva y los aliados habían evitado una operación prematura sobre el Viejo Continente cuyo resultado hubiera podido ser catastrófico.
A lo largo del libro de Atkinson, como ya se ha indicado, aparecen excelentes retratos de los principales protagonistas bélicos o políticos y de cómo cambia su imagen y su carácter en el transcurso de estos meses decisivos. Tomemos, por ejemplo, el caso de Patton, convertido en héroe nacional norteamericano y, al mismo tiempo, caracterizado por su desprecio por la logística, su propensión infantil a pelearse con otros mandos, su predisposición a ignorar las órdenes, su incapacidad para comprender a los jóvenes soldados atemorizados y su arcaica pretensión de evaluar su propia actuación a base tan sólo de su coraje bajo el fuego enemigo. Siempre fue un individuo espectacular pero también con un innegable lado oscuro y, desde luego, nacido en un siglo equivocado. En cambio, Eisenhower se transfiguró, desde un inicial titubeo, en un mando pleno de autoridad y autocontrol bajo una apariencia menos brillante.
La traducción del libro es impecable, aunque no se entiende la utilización del término Tunicia en vez del habitual Túnez. El lector español notará a faltar referencias a la España de Franco. En definitiva, cuando el desembarco se produjo, Einsenhower anotó que estaba "siniestramente en calma". Hubiera merecido la pena dedicarle unas páginas.
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