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LA POSGUERRA DE IRAK | La crisis en Washington

Powell está "agotado, frustrado y amargado", según sus colaboradores

El secretario de Estado, Colin Powell, ha sugerido en varias ocasiones que no seguirá en su puesto aunque el presidente Bush consiga ser reelegido. Según sus colaboradores más directos, está "agotado, frustrado y amargado", se encuentra "incómodo con el programa del presidente y cansado de pelear con el Pentágono", y siente que "su reputación quedó manchada por el discurso de febrero de 2003 en la ONU, en el que trató de probar que Irak tenía armas de destrucción masiva".

Todo ello lo cuenta Wil S. Hylton en el número de junio de la revista GQ. El artículo, "Víctima de guerra", ya ha circulado en Internet. En él se cita al número 2 del Departamento de Estado, Richard Armitage, amigo de Powell, diciendo que el discurso de la ONU aún es "una fuente de enorme zozobra" para el secretario de Estado; y el jefe de gabinete de Powell, Larry Wilkerson, con esta afirmación: "Está cansado. Mental y físicamente".

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Los choques de Powell con el vicepresidente, Dick Cheney, y con el equipo de Defensa encabezado por Donald Rumsfeld, han sido públicos y notorios. En el libro Plan de ataque, Bob Woodward cuenta que Cheney y Powell "prácticamente no se hablan". En el artículo de Hylton se asegura que nunca como ahora ha sido tan grande el abismo entre la secretaría de Defensa y la de Estado, "no sólo en estrategia o logística, sino en valores fundamentales, principios y filosofía".

Armitage y Wilkerson hablan con cierto detalle de los cuatro días -"¡cuatro días y tres noches¡", puntualiza Armitage- que Colin Powell pasó en la sede de la CIA revisando las supuestas pruebas de los arsenales de Irak y dejando fuera lo que él y su equipo creyeron que no se sostenía. Aún así, según esos testimonios, el secretario de Estado no se ha recuperado de haberse jugado su prestigio en la presentación que hizo en la ONU.

En el artículo se describe la carrera de Powell -del Bronx al Departamento de Estado, pasando por Vietnam y la primera guerra del Golfo- y sus choques con los neoconservadores dirigidos por Paul Wolfowitz y Richard Perle, unos "utópicos, y me da igual que esos utópicos sean Vladímir Lenin en un tren blindado hacia Moscú o Paul Wolfowitz", según el jefe de gabinete de Powell. Wilkerson, que lleva 15 años trabajando con Powell, se explaya contra ellos porque "la utopía es imposible y además, al intentarla, se hace daño a mucha gente".

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