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Reportaje:DOS GRANDES POTENCIAS | LA EUROPA DE LOS 25

La ampliación vista desde EE UU

Las élites siguen con interés el proceso de integración europea, mientras los ciudadanos le dan la espalda

Europa se ve desde Estados Unidos como una estructura compleja y se le presta poca atención. Con la ampliación, ese sentimiento es aún mayor. ¿Cómo podrá conectar la élite política con 450 millones de ciudadanos de 25 países diferentes? ¿Sienten que las identidades nacionales están en peligro? ¿Nacerá de verdad una nueva Europa? Pero, en realidad, el gran temor es que la UE sea una potencia capaz de hacerle sombra a EE UU en la escena internacional. ¿Será inevitable la división en las relaciones transatlánticas?

"La UE es una entidad política que debe ser tomada muy en serio", afirma el profesor de opinión pública de la Universidad de Chicago John Brehm. Es de los que siguen de cerca desde EE UU los pasos que está dando Europa en su proceso de integración política y económica, un debate que se concentra en círculos políticos y académicos muy restringidos a pesar del compromiso de este país con la reunificación del Viejo Continente tras la II Guerra Mundial.

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Quizás sea por el provincialismo de la opinión pública estadounidense o su aislamiento geográfico, como dice Brehm, pero lo cierto es que el desconocimiento sobre lo que se está gestando es total. Hasta tal punto ven lejos el proceso de integración que algunos creen que la moneda única es una fracción de la divisa estadounidense: el eurodólar. El seguimiento es escaso entre los medios de comunicación, que ahora empiezan a hablar algo del evento pero sin ser pomposos sobre su significado.

La élite política, sin embargo, parece mostrarse confiada hacia el proceso de adhesión, un reto que ven tanto para los 10 nuevos Estados como para los viejos, e incluso para su propio país. "No hay duda, la ampliación aportará un valor enriquecedor a la Europa del mañana y al vínculo transatlántico", según Anthony Wayne, del Departamento de Estado. Su jefe, el secretario de Estado, Colin Powell, insiste en el papel "esencial" que está desempeñando Europa para democratizar, estabilizar y dar prosperidad al continente.

Wayne explica que "el último ladrillo del muro sólo caerá cuando los países europeos no estén divididos por fronteras artificiales", y cree que la nueva ampliación "es un paso en esa dirección". El presidente George W. Bush ha dicho que "todas las democracias, desde el Báltico hasta el mar Negro, deben tener la misma oportunidad para sumarse a las instituciones de la UE". Eso incluye a Turquía.

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Pero los elogios de Washington hacia los pasos que se dan en Europa se quedan con frecuencia en la galería y la cooperación entre las dos orillas del Atlántico se limita a las palabras, y no tanto a los hechos. El ejemplo evidente es el desacuerdo sobre la intervención militar en Irak, como pone en evidencia el profesor Brehn, y que abrió una profunda brecha en las relaciones transatlánticas.

La ampliación se ve, además, como un proceso en el que Europa pretende convertirse en una fuerza política, económica y militar capaz de hacer contrabalanza al sistema de potencia única que ocupa EE UU en la escena internacional. A partir de esta reflexión, la fricción parece que está servida y por primera vez se está observando una tendencia que cuestiona si que crezca tanto la UE es bueno para EE UU. La mayoría de los nuevos socios son claramente proamericanos y ahí es donde Washington podría tener un buen caldo de cultivo. "Dividir y ganar", dicen los más pesimistas, recordando la brecha que se abrió en el seno de la UE a raíz de la crisis iraquí.

"Claro que habrá problemas", reconoce Wayne. La Casa Blanca insiste en que se puede ser a la vez un buen socio europeo y un buen aliado de EE UU. "Los que creen que los países de la adhesión deben decidir entre ser leales a Europa o a EE UU están planteando una elección falsa: más Europa no significa menos EE UU", dice Wayne. La clave para evitar una fractura en la relación transatlántica pasa por el entendimiento de los retos que ambas potencias tienen por delante, según el director del centro Brookings, Philip Gordon.

Este experto en ciencia política dice que el creciente antiamericanismo en Europa no debe interpretarse como una oposición a las políticas de Washington y pone como ejemplo el apoyo europeo a la intervención militar en Afganistán. Gordon señala en este sentido que las dos potencias deben estar juntas para hacer frente al terrorismo. Y vuelve la vista atrás para recordar que líderes de la posguerra mundial, como Harry Truman o Dean Acheson, "sabían que tenían que tener a los europeos de su lado para ganar y que lo importante era la victoria en la batalla de las ideas". La guerra contra el terrorismo, opina, "es una situación análoga a la de la guerra fría".

Reunión EE UU-UE en la Casa Blanca, en junio de 2003. De izquierda a derecha, el responsable de política exterior de la UE, Javier Solana; el presidente de la Comisión Europea , Romano Prodi; el ex primer ministro griego Costas Simtis; el presidente George W. Bush, y su secretario de Estado, Colin Powell.
Reunión EE UU-UE en la Casa Blanca, en junio de 2003. De izquierda a derecha, el responsable de política exterior de la UE, Javier Solana; el presidente de la Comisión Europea , Romano Prodi; el ex primer ministro griego Costas Simtis; el presidente George W. Bush, y su secretario de Estado, Colin Powell.REUTERS

Un filón económico

La UE ampliada es un importante foco de atención para los inversores estadounidenses y las ventajas comerciales de un mercado de 450 millones de consumidores potenciales son evidentes. Los aranceles se reducirán a la mitad, sus bienes y servicios se moverán libremente en un bloque de 25 países, los procedimientos se simplificarán y, además, se podrá aprovechar el importante margen de desarrollo que tienen sus economías. "Esto sólo puede promover el comercio y la inversión", dice Kenneth Dam, vicesecretario del Tesoro estadounidense.

El responsable de comercio de la delegación de la UE en Washington, Petros Sourmelis, afirma que la futura UE "será más atractiva para EE UU desde el punto de vista económico". Los flujos comerciales entre los dos socios ascendieron a 416.000 millones de dólares en 2002. Si se incluye a los 10 países candidatos, ese volumen aumenta en 13.000 millones. "Ahí es donde está el potencial", añade, "y los flujos irán creciendo".

Si se tienen en cuenta las inversiones, el total de las relaciones comerciales entre la UE y EE UU asciende a dos billones de dólares. Es su primer socio, con el 20% de las transacciones, seguido de lejos por Suiza y China, con el 6%. A lo que hay que añadir 12 millones de empleos que se generan en las dos orillas del Atlántico. "Los beneficios de nuestra relación son reales", afirma el vicesecretario del Departamento de Comercio, Grant Aldonas, mientras señala que "EE UU no puede ser el único motor económico" en la escena mundial.

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