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La Feria del Diseño de Milán apuesta por la calle del futuro

Adrià inserta sus conceptos de restauración en propuestas arquitectónicas

La capital lombarda tiene un lema: 2004, Milán, capital del diseño. Dentro de las muchas manifestaciones del sector, el Salón Internacional del Mueble amplía sus actividades con exposiciones, publicaciones y coloquios. El más espectacular es el que alberga desde esta semana La Triennale, que en su título original encierra ya toda una utopía: Street dining design (calle de la comida y del diseño). En una de las alas del edificio se ha creado la calle del futuro, un despliegue de imaginación ligada al fenómeno de la comida. Arquitectos, diseñadores, grafistas y restauradores se han puesto manos a la obra, y entre ellos Ferran Adrià, que, con el arquitecto Karim Azzabi, ha recreado un quiosco callejero del mañana.

La colaboración entre la moda y el diseño industrial forma parte también de la muestra

Una pizza que es un cucurucho comestible y que sabe a pizza, variedades infinitas de agua, un café biomórfico diseñado por Ferran Adrià. Se trata, coloquialmente, del café-huevo, una creación que se instala con seriedad dentro de la propuesta de esta calle del futuro, en una ciudad de velocidades hoy desconocidas, de materiales nuevos y de horarios acelerados que dan un papel protagonista al quiosco callejero donde se come rápido, pero, además, en un mundo tan diseñado se debe comer bien.

Ferran Adrià, de la mano de Lavazza, ha creado un producto que evoca desde la ingravidez hasta la morfología de la gota. El arquitecto Karim Azzabi, que ya había trabajado junto a Adrià también bajo el patrocinio de Lavazza, diseñó un quiosco orgánico, de formas amables y colores luminosos, donde se entra a un mundo de extraordinaria calidez, y allí se toma este café del futuro. Más adelante se encuentran los puestos del agua, las pantallas holográficas, las luces inteligentes y la pizza que no es una pizza, pero que sabe bien.

En otra zona de la Triennale, el esperado regreso de Philippe Stark se produce con una exposición que recoge sus 10 años de trabajo en lo que él llama "la revolución de la cultura del baño", sorprendiendo tanto por el valor propio de las piezas como por la manera en que han sido dispuestas. Entre otros detalles, para enseñar una nueva taza, Stark ha acudido a la música barroca y a una soprano, que, ataviada a la usanza del setecientos, emite sus gorgoritos sentada en la pieza de loza blanca. Parece un chiste, pero es el resumen de una actitud ante el diseño mismo que ha forjado el estilo de la singular personalidad del francés.

El proyecto de la calle del futuro y sus quioscos, como pequeñas naves espaciales que se han depositado suavemente en la acera y ofrecen desde un vaso de vino hasta un helado de color fosforescente, fue concebido por Gilda Bojardi con el concurso de los arquitectos Michelangelo Giombini y Matteo Vercelloni, todos ellos figuras reconocidas del diseño milanés. Los organizadores han sido muy rigurosos en la selección de los expositores en esta calle futurista que ha concentrado la mayor parte de la atención de los medios y del público. Los 10 quioscos debían reunir a profesionales de prestigio y contrastada experiencia en todas las ramas intervinientes, lo que forzaba a una estrecha colaboración entre todas las partes.

La presencia de restauradores de la nueva cocina internacional era toda una novedad. Y la de Adrià, la más esperada. Su fama le precede, y este café biomórfico encargado por Lavazza se ve arropado por un diseño integral que comprende desde el espacio para consumirlo hasta el cubierto, una especie de cuchara ergonómica transparente y desechable que recibe el huevo de café en una medida exacta para el consumo. Por detallar sólo un ejemplo de lo pensados que están en la feria todos estos objetos, Ferran Adrià y el arquitecto Karim Azzabi se han inspirado en la cáscara de cacahuete y del erizo de mar, tomándolos como "modelos de perfecta armonía natural". Lo del café no es gratuito: es la bebida de tradición centenaria preferida de los italianos y a la que se le asegura una evolución futura llena de innovaciones.

Marco Piva ha ideado su Konopizza, junto a Boscolo Etoile, que se ha ocupado de llegar a esa pizza del siglo XXI muy avanzado (o del XXII); el quiosco se atiene a las formas cónicas magnificadas, de modo que en perspectiva el viandante sabe hacia qué sitio se acerca. De allí se pasa a la heladería hinchable de Aldo Cibic y luego a la arrocería sideral refractante de Patricia Urquiola y Martino Berghinz. Si el futuro urbano no será propiamente así, seguramente se le parecerá bastante.

En la feria propiamente dicha pueden encontrarse por todas partes los objetos más inmediatos y los esfuerzos de colaboración entre la alta moda y el diseño industrial: Etro hace vajillas, Versace recrea un estricto sofá capitonné, Fendi hace un diván galáctico en piel perlada, Missoni presta a Sthepen Burks sus estampados de zig-zag para sus vasijas, Armani articula una estilizada tumbona de jardín... No se trata sólo de la diversificación del negocio de la moda, sino también de dar un nuevo papel al estilista y su logo, y es que los grandes nombres de la moda, con el aparato mediático que les acompaña, han eclipsado a los más tradicionales y sesudos artífices de esos mismos productos, pues está claro que, en muchos casos, el marchamo se limita a la firma y poco más.

La actualidad cambiante del diseño industrial ha tenido estos días también en Milán a otro protagonista: Ora-Ito, el que era rey del plagio (sobre su perfil se creó el término hacker-disigner) y hoy es un solicitado diseñador de grandes firmas y objetos exclusivos. Ito Morabito, que es su nombre verdadero, está orgulloso de haber crecido como un adolescente globalizado, rodeado de marcas a las que no ha respetado nunca. Y de eso hizo un culto. Estos días ha estado en la sede de Artemide de Milán firmando autógrafos como una estrella. Hoy, Ora-Ito recoge los frutos de su teoría de rediseñar con ironía el culto al logo, y así ha ideado desde un perfume para Adidas o dos nuevas lámparas para Artemide, una silla sesentera para Cappellini y la nueva botella de alumnio para Heineken.

En su ambición, Ora-Ito habla de diseñar un avión o una ciudad espacial, y todo partió de sus hipotéticas campañas falsas (que en su momento le valieron denuncias y querellas) como una inexistente mochila de Vuitton o un ordenador portátil de Mac. Ora-Ito representa en estos predios del diseño futurista una amoralidad que está en el ambiente, y como ha dicho Silvia Nucini en Vanity fair, su caso va del "diseñador pirata a rico art-director". Y él responde: "Sí, lo admito, soy corrupto. Pero tengo dos atenuantes: me divierto y gano suficiente para mi próximo proyecto". La corrupción de un diseño que pasa por las formas contaminadas y globalizadas, del encarecimiento de las manufacturas, la investigación que propulsa la innovación material y el temido regreso de los conceptos elitistas: "De lo exclusivo habría que crear unos nuevos estándares", asegura una diseñadora-arquitecta de mobiliario urbano, otra de las ramas que apuesta con fuerza por las formas radicales.

Espacio creado por el arquitecto Karim Azzabi para el restaurador Ferran Adrià.
Espacio creado por el arquitecto Karim Azzabi para el restaurador Ferran Adrià.
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