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LA POSGUERRA DE IRAK | Los secuestros

"Os enseñaré cómo muere un italiano", gritó el rehén antes de ser asesinado en Irak

Berlusconi envía un representante para negociar la suerte de los otros tres secuestrados

Enric González

Fabrizio Quattrocchi intentó arrancarse el capuchón que le cubría la cabeza y gritó una última frase: "Ahora os enseñaré cómo muere un italiano". Recibió un disparo en la nuca y se desplomó. Murió "como un héroe", afirmó ayer el ministro de Exteriores, Franco Frattini. El asesinato de Quattrocchi, uno de los cuatro rehenes italianos secuestrados en Irak, conmocionó a la sociedad italiana y agudizó la angustia por el destino de los otros tres. Silvio Berlusconi aseguró que se mantendría firme: "Han destrozado una vida, pero no nuestros valores y nuestro empeño por la paz".

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Los dos grandes partidos de la oposición, La Margarita y Demócratas de Izquierda (DS), contrarios a la guerra y al envío de la misión militar italiana en Irak, hicieron causa común con el Gobierno. "No es momento de claudicaciones; el Parlamento debe permanecer unido en estas horas trágicas", declaró Piero Fassino, secretario general de DS. El presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, reclamó "firmeza y coherencia" para "conseguir los objetivos en el ámbito de la ONU", aunque pidió también que fueran apuradas "todas las posibilidades de diálogo" para liberar a Salvatore Stefio, Mauricio Agliana y Umberto Cupertino, los tres guardaespaldas que permanecían cautivos por el grupo Brigada Verde del Profeta.

La unidad institucional coexistía, sin embargo, con la evidencia de que el cuerpo expedicionario italiano, sacudido meses atrás por un atentado que causó 19 muertos, no ejercía la misión de paz que oficialmente le fue encomendada, sino que se encontraba inmersa en un conflicto de evolución impredecible. "Quizá no basta una misión de paz, esto es ahora una guerra declarada", admitió Roberto Calderoli, de la Liga Norte.

La unidad formal tampoco encubría, más allá de las declaraciones solemnes, un malestar generalizado por el comportamiento del Gobierno en un momento crucial. La familia de Quattrocchi conoció la noticia del asesinato por la televisión, como todo el mundo: el ministro Frattini confirmó el suceso mientras participaba en un programa de debate político, Porta a porta, junto a algunos familiares de los otros secuestrados. No estaba presente, por fortuna, ningún pariente del fallecido. "Preferí dar la cara y no encerrarme en mi despacho, la familia estaba avisada", se justificó Frattini. La familia aseguró, por el contrario, que recibió la primera notificación oficial a las 2.45 de la madrugada, horas después de que concluyera Porta a porta.

Franco Frattini, al menos, se había quedado en Roma. Berlusconi estaba en su villa de Cerdeña, y el vicepresidente del Gobierno, Gianfranco Fini, hacía turismo en Egipto. Berlusconi regresó a su despacho ayer a mediodía y convocó una reunión con los ministros de Asuntos Exteriores, Defensa e Interior, a la que acudió también Barbara Contini, gobernadora de la región de Nassiriya.

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El presidente del Gobierno envió a Bagdad a su asesor diplomático, Gianni Castellaneta, con la misión de coordinar todos los contactos establecidos con políticos y dirigentes iraquíes para lograr la liberación de los otros rehenes. El Sismi, servicio de espionaje italiano, intentaba desde el martes establecer algún contacto directo con las llamadas Brigadas Verdes del Profeta para negociar, pero no había tenido éxito.

"Murió como un héroe"

El hecho de que Frattini afirmara que Quattrocchi murió "como un héroe" no alivió en absoluto el dolor de la familia, estremecida ante el hecho de que la cadena de televisión de Qatar Al Yazira no emitiera el vídeo del asesinato por considerarlo excesivamente brutal.

El guardaespaldas muerto, de 36 años, no tenía ninguna vocación de héroe, según sus amigos. Era un siciliano emigrado a Génova, un hijo de panadero que no podía seguir en el negocio del pan porque sufría alergia a la harina y malvivió durante años en el desempleo hasta que, gracias a su afición a las artes marciales, logró colocarse en una agencia de seguridad. Normalmente trabajaba como gorila en discotecas y nunca había desempeñado una misión en el extranjero. "Fue a Irak para ganar dinero [tenía un salario de 10.000 euros al mes] y cumplir el sueño de su vida, comprar una casa en la que vivir con su amada Alice", dijeron sus colegas en un comunicado.

Las otras familias de los secuestrados en Irak reclamaban al Gobierno que hiciera cualquier cosa para salvar a los rehenes todavía vivos. Angelo Stefio, padre de Salvatore, pasó la jornada enarbolando una bandera italiana frente a su casa, manifestándose en solitario contra la guerra y por la retirada de las tropas.

Fabrizio Quattrocchi, asesinado el miércoles en Irak, en una foto tomada antes de su viaje.
Fabrizio Quattrocchi, asesinado el miércoles en Irak, en una foto tomada antes de su viaje.EFE

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