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LA POSGUERRA DE IRAK | Los secuestros

El rehén que huyó de la pobreza

Agobiado por las deudas, el estadounidense Tommy Hamill trabajaba de conductor en Irak

Un desvío del destino llevó a Tommy Hamill a Irak. Su familia y sus vecinos en el pequeño pueblo de Macon, en Misisipí, temen que sea un desvío mortal. Lo único que saben es que hace una semana lo secuestraron a las afueras de Bagdad mientras conducía un camión de Halliburton, la empresa que él pensó que lo iba a rescatar de la ruina económica cuando tuvo que cerrar su lechería. La espera es especialmente angustiosa para su esposa, recién operada de corazón. Fue entre la somnolencia de la anestesia cuando lo vio por última vez en persona, a comienzos de mes. Luego lo ha visto en la cinta de los secuestradores trasmitida por la cadena Al Yazira.

Hamill ha sido víctima de la crisis económica en la América rural y ahora es víctima de la guerra de Irak. A los 43 años y con dos hijos adolescentes, se vio en la disyuntiva de elegir entre la bancarrota o la oportunidad que se le presentó de repente con la guerra. Abrumado por las deudas de la granja, un día a comienzos del verano pasado vendió sus últimas nueve vacas y comenzó a buscar trabajo. A través de Internet encontró una oferta de empleo como conductor en Irak, que no podía rechazar en sus circunstancias: más de 80.000 dólares al año libres de impuestos, una suma impensable de lograr en el pequeño y empobrecido condado de Noxubee (2.400 habitantes) donde está su pueblo.

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La separación de su familia y la situación en Irak suponían un riesgo, pero Hamill dijo a su esposa, según relata ella, que estaba dispuesto a hacer el sacrificio durante un año. Además, el contrato le permitía cambiar de opinión en cualquier momento, y mes a mes fue prorrogándolo, especialmente desde que supo que la operación de su esposa, Kellie, costaría más de 100.000 dólares. Kellie ha declarado estos días que a pesar del peligro que entrañaba el trabajo, la última vez que lo vio "irradiaba una gran paz". Es un producto, cree ella, del peso económico que se había quitado de encima.

La empresa para la que trabaja Hamill, Kellogg Brown and Root (KBR), subsidiaria de Halliburton, tiene a otros seis empleados desaparecidos. Se desconoce el paradero de los seis, que iban en el mismo convoy de transporte de combustible de Hamill cuando cayó en una emboscada de la insurgencia cerca de Faluya. La empresa trata de averiguar, junto a las autoridades de EE UU en Irak, si los cuatro cuerpos que fueron hallados ayer son de sus empleados.

Halliburton, la empresa que dirigió el vicepresidente, Dick Cheney, hasta asumir el cargo tiene más de 25.000 trabajadores desplazados en Oriente Próximo, la inmensa mayoría en Irak, ocupados en obras de reconstrucción de infraestructura petrolera y dando servicios logísticos a las tropas estadounidenses. Las contratas ascienden a más de 5.000 millones de dólares. La portavoz de la empresa, Wendy Hall, asegura que antes de contratar a alguien le informan reiteradamente de los peligros e incluso les explican las "razones por las que no deben aceptar un trabajo en Irak". Pero el dinero convence a la mayoría.

Hamill es el único ciudadano de EE UU entre los rehenes de Irak y, aunque hay otros desaparecidos de la misma nacionalidad, su caso ha llegado al corazón del estadounidense medio porque representa la cara trabajadora y honrada de la mayoría del país.

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