Zapatero propone una reforma limitada de la Constitución y acepta cambios en los estatutos
"Algunas utopías merecen ser soñadas", aseguró ayer desde la tribuna del Congreso el candidato socialista a la presidencia del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero (43 años), para concluir un discurso en el que pidió la confianza de la Cámara. Lo cierto es que utopías no hubo muchas en su intervención porque, como él mismo señaló, todo lo que propuso está en su programa electoral y porque la moderación de las propuestas fue la norma dominante. Moderación y buenas formas. Muy buenas formas, con apenas algunos murmullos entre los bancos socialistas y populares, que no evitaron el primer desacuerdo frontal entre el candidato y el PNV.
Tanto como para que Zapatero se atreviese a pedirles "diálogo y, a la vez, rectificación", en referencia inequívoca al plan Ibarretxe aunque sin citarlo por su nombre. Y, por si quedaba alguna duda y ante la "perplejidad" que mostró el portavoz peneuvista, Josu Erkoreka, añadió que también le pedirá la rectificación al propio Ibarretxe. Unas horas antes, el líder popular, Mariano Rajoy, le había advertido que "el diálogo no es una panacea".
Plantea convertir el Senado en Cámara territorial y la igualdad hombre-mujer en la sucesión a la Corona
Puigcercós, portavoz de Esquerra Republicana, asegura el voto favorable a la investidura del candidato socialista
Rajoy, en su primera respuesta, empleó un tono duro y acusó a Zapatero de ser prisionero de pactos ocultos
La propuesta de mayor envergadura del candidato a la presidencia del Gobierno ya era conocido. A principios de diciembre del año pasado, en el homenaje del PSOE a la Constitución en su 25 aniversario, Zapatero propuso idéntica reforma del texto constitucional que la que ayer planteó en el Congreso. Una "reforma concreta y limitada" que pretende convertir el Senado en Cámara territorial, establecer la igualdad de varones y hembras en la sucesión a la Corona "sin alterar las previsiones que afectan al Príncipe de Asturias" e introducir en la Constitución "la denominación oficial de las 17 comunidades y las dos ciudades autónomas", es decir, Ceuta y Melilla.
Esto último, con toda probabilidad, no suscitará el aplauso de Rabat, y tampoco es pensable que al lehendakari le entusiasme que la comunidad autónoma vasca queda constitucionalizada con este nombre, ya que, de hecho y sin mencionarlo supone tanto como un "no" al plan Ibarretxe. Por fin, propuso incorporar al texto constitucional "una referencia a la próxima Constitución Europea".
A la hora de abordar la reforma de los Estatutos de autonomía, Zapatero se mostró abiertamente favorable a esa posibilidad, pero dejó claro que el límite es la propia Constitución.
Mariano Rajoy, líder del PP y ayer portavoz de su grupo en el debate de investidura, tenía un toro difícil de lidiar ante sus diputados porque llegaba a la tribuna como perdedor de las elecciones. Quizá por eso, su primera respuesta, escrita y leída, tuvo un tono duro, políticamente hablando. Pareció que también se apoyaba no ya en el programa de su partido, sino en su campaña electoral, de manera que aunque Zapatero, lo mismo que Rajoy, había iniciado su parlamento con un homenaje a las víctimas del 11-M y luego se lanzó en tromba para asegurar que su Gobierno tendrá "como objetivo prioritario la lucha sin cuartel contra el terrorismo, contra cualquier terrorismo, contra todo terrorismo", Rajoy se extendió en sembrar dudas sobre la firmeza que el próximo Gobierno socialista vaya a mostrar en este terreno.
Lo mismo ocurrió con la Constitución. Rajoy se permitió recomendar a Zapatero que, antes de abrir ese debate, piense si será "capaz de cerrarlo con éxito", porque si no le recomienda que no lo haga y evite la inestabilidad.
El mismo tono utilizó Rajoy frente a la propuesta de reformas estatutarias. En este punto empezó a desgranar preguntas muy concretas exigiéndole al candidato Zapatero que las respondiese. Le preocupa a Rajoy, y al PP, si, por ejemplo, todas las comunidades autónomas tendrán derecho al mismo nivel competencial si éste lo deciden sus Parlamentos; es decir, si se va a imponer la asimetría.
El tramo final de la primera intervención de Rajoy estuvo dedicado a lanzar la mayor carga de profundidad política contra el candidato socialista. El nuevo líder del PP, que le había recordado a Zapatero la que a su juicio es una herencia económica extraordinaria, le acusó abiertamente de ser prisionero de la ausencia de pactos claros y transparentes con otras fuerzas políticas, lo que le llevará, dijo, a formar un Gobierno "débil e inestable". El presidente del Gobierno en funciones, José María Aznar, asistió a la sesión de la mañana y al debate del candidato de su partido.
Rajoy argumentó que en 1996 el PP hizo explícito un pacto de legislatura con las fuerzas nacionalistas, pero que Zapatero "no ha querido o no ha estimado conveniente formar una mayoría estable" que respalde su acción de gobierno. Esa es, dijo Rajoy, la opción que Zapatero ha elegido "o la que no le ha quedado más remedio que escoger", pero el futuro Gobierno no podrá "tomar decisiones por sí mismo" y será "inestable, porque su futuro depende de voluntades ajenas". Más aún, Rajoy se atrevió a pronosticar que "nadie puede tomar en serio que pretenda gobernar cuatro años en estas condiciones" e introdujo la duda de que Zapatero "debe contar con algo más".
En su réplica, el candidato socialista le aseguró que no hay nada más que el programa político expuesto durante la campaña electoral y conocido por todo el que haya querido leerlo.
Rajoy hurgó en esa herida preguntándole qué clase de compromisos son los que piensa alcanzar con quienes le apoyen porque, a juicio del líder popular, en política nada es gratis, todo tiene un precio. Y por eso, dijo Rajoy, interesa saber qué concesiones está dispuesto a hacer para que otros amparen las medidas de su Gobierno. "¿Piensa usted que le darán los votos porque sí?", le espetó Rajoy.
Zapatero insistió, al replicarle, que es posible gobernar tal y como lo ha propuesto, y que "no hay más compromisos" que los que puso encima de la mesa en su intervención desde la tribuna.
Zapatero se permitió recordarle a Rajoy que él no ha tenido necesidad de cerrar pactos con CiU y PNV como el PP en 1996, y ahí introdujo su primera ironía: "Yo no he tenido que hacer un curso acelerado de catalán en la intimidad", en referencia a una frase que en su día pronunció Aznar.
Respecto a las exigencias y las dudas que intentó sembrar Rajoy sobre la reforma del Senado, Zapatero leyó dos párrafos de propuesta de reforma de la Cámara Alta para desvelar que era la que el propio Rajoy había hecho en 1996, convencido, entonces, de su necesidad.
La foto de las Azores
Se esperaba con expectación el pronunciamiento de Zapatero sobre las tropas españolas en Irak. El líder socialista, que en su discurso aseguró con mucho pragmatismo que no cree "que todo vuelva a comenzar" con la llegada de los socialistas al poder, que no se puede ni se debe "empezar de cero", y que reconoció al Gobierno anterior claros éxitos, les dijo a los diputados populares que su mayor fracaso había sido, sin duda, llevar a España a la guerra de Irak, y repitió sus argumentos sobre la necesidad del protagonismo de la ONU en aquel país. Pero lo cierto es que en ningún momento hizo explícita la fecha del próximo 30 de junio para que regresen las tropas.
Rajoy le exigió que concretase, y Zapatero siguió sin mencionar fechas, aunque le dijo que lo que quiere es "sacar a España de la foto de las Azores" y que al PP "le han faltado votos para mantener la foto de las Azores". Zapatero dijo con mucha rotundidad que, también en este terreno, cumplirá todos los compromisos, con lo que muchos entendieron que en esa frase estaba implícito el calendario de retirada.
Al replicar, más tarde, al líder de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, recordó su compromiso con la fecha del 30 de junio, pero insinuó que incluso puede ser antes. Por encima de todo, subrayó, está la seguridad de las propias tropas.
El debate de investidura evidenció algo que se venía esperando. Las llamadas al diálogo, al entendimiento, al encuentro, por parte de Zapatero fueron constantes, tanto que promovieron algún asomo de burla en los bancos populares. Pero lo cierto es que Rajoy, duro en el fondo, estuvo lejos del aire desabrido -y en ocasiones montaraz- que Aznar mostró en la última mitad de la pasada legislatura al debatir con cualquier adversario.
Josep Antoni Duran Lleida se estrenaba como portavoz de CiU. Su discurso tuvo claro tinte nacionalista y no olvidó recordar que, en su opinión, "Cataluña no es una región más" y que es necesario ahondar en la heterogeneidad y no en la homogeneidad. Su entusiasmo por la reforma del Estatuto catalán fue tanto que Zapatero le recordó que en la anterior legislatura "no tuvieron tanta voluntad de reforma" y le mencionó expresamente los compromisos que mantenía CiU con el PP en el Parlamento catalán.
Joan Puigcercós habló claro y alto. El suyo es un partido que aspira a conseguir "la nación catalana libre", pero dicho ésto adelantó el voto favorable de su grupo a la investidura de Zapatero y se mostró dispuesto a la negociación y al diálogo permanente.
La sesión concluyó a medianoche. Está previsto que se reanude hoy, a las nueve, con la intervención de Coalición Canaria, el Grupo Mixto y el portavoz socialista, para proceder después a la votación nominal.
En ningún momento del debate hubo aristas ni acritud, quizás porque el ambiente había quedado impregnado con la frase de cierre del discurso de Zapatero, y de la que dijo que ha constituido el credo de su vida: "Un ansia infinita de paz, el amor al bien y el mejoramiento social de los humildes". Pudorosamente calló que esas palabras son de la última carta que su abuelo paterno, el capitán Rodríguez Lozano, envió a su familia antes de ser fusilado por los franquistas, en 1936, por mantenerse fiel a la legalidad de la República.
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