"El mundo está saturado de arrogancia"
Tiene un hablar pausado y una mirada directa y clara que transmite amabilidad y confianza. Jaume Plensa (Barcelona, 1955) es un artista de largo recorrido, sin estridencias pero sin pausas, que reivindica la duda y el error, y opina que "el mundo está saturado de arrogancia". En estos momentos exhibe su trabajo en el Palazzo delle Papese de Siena (hasta el 2 de mayo) y acaba de cerrar otra gran monográfica, Silent Noise, en The Arts Club of Chicago, que podrá verse a partir del próximo 23 de abril en Nueva Orleans, después en Kansas City y finalizará, en 2005, en el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga. Pero no son estas exposiciones lo que ahora más le interesa, sino los grandes proyectos públicos que está realizando en ciudades como Jerusalén, Toronto, Jacksonville, Torrelavega o Tokio. Su penúltimo proyecto -de momento, el último es una escultura con luz para el nuevo edificio de la BBC en Londres- se inaugurará el 24 de julio en el Millennium Park de Chicago, un nuevo espacio público en el que Frank Ghery realiza un auditorio al aire libre y Anish Kapoor ha diseñado otra escultura a gran escala. Crown Fontaine es una fuente muy especial con un estanque central, que el público podrá transitar, en cuyos extremos se sitúan dos grandes torres de ladrillos de cristal. Las caras interiores de las torres contienen unas pantallas en las que se proyectarán cientos de caras de vecinos y visitantes de Chicago.
"El espacio público necesita elementos espiritualmente fuertes que regeneren cosas"
Pregunta. Trabaja en una escala muy monumental.
Respuesta. No estoy de acuerdo. Las obras en el espacio público tienen una escala que varía en función del entorno. Si se mira en el contexto en el que está, la escultura de Chicago no es grande. Además, rompe con la idea de obra monumental, porque es una pieza que nunca estará acabada ya que continuamente se irán añadiendo los vídeos de los nuevos ciudadanos que aparecen en las pantallas.
P. ¿Por qué tanta gente?
R. Igual que en algún momento de la historia se habían utilizado las divinidades en los monumentos, ahora le toca a la gente anónima, que es la que de verdad está tejiendo la estructura de una ciudad y la hace crecer. Esta pieza es el lugar de encuentro entre la gente real y la gente que estará en las pantallas. Me interesa, además, que en algún momento se vuelven gárgolas que sacan agua por la boca, es decir, que dan la vida, porque ésta es la metáfora de la gárgola. Creo que la escultura, si tiene algún valor en el espacio público, es el de insuflar vida en los cuerpos físicos, pero muertos, que hacen los arquitectos.
P. Cada vez utiliza más la luz, el agua y elementos inmateriales en su trabajo. ¿No quiere ocupar el espacio público?
R. Utilizo los materiales en función de lo que necesito y mi aproximación a ellos es muy clásica. Trabajo la luz o el cristal como un material más, igual que lo hacía con el hierro. Sencillamente, ahora se han vuelto menos opacos porque creo que lo que necesita el espacio público no son elementos visualmente fuertes, sino espiritualmente fuertes; contenidos que regeneren las cosas.
P. ¿Cómo es la pieza que hará para el edificio de la BBC?
R. Será una escultura muy loca porque estará en la azotea del edificio, en pleno corazón de Londres. Parece que es y no es, porque mezcla cristal y luz, pero lo cierto es que pesa 10 toneladas. Es un cono invertido de cristal verde de unos 14 metros de alto que tiene la punta clavada en el edificio. En el interior del cono, en algún momento de la noche se encenderá una luz vertical de dos kilómetros de alto que durará una o dos horas. Alrededor del cono estará escrito un texto mío sobre el silencio, un tema que me interesa y que me parece adecuado en el edificio de la radio. Lo que me emocionó es que, una vez aprobado el proyecto, lo vieron los jefes de informativos y me pidieron si podían utilizarla como símbolo de todos los periodistas muertos en guerra. Me dijeron que hacía años que buscaban un elemento visual que pudiera servir de homenaje. Sólo les pedí que fuera no sólo para los periodistas británicos, sino para todos los del mundo. Sin buscar ser símbolo de nada, esta pieza ha encontrado su lugar.
P. Ahora se habla mucho de memoriales. Se aprobó el del 11-S y se anuncia el del 11-M. ¿Le interesan?
R. No. Nunca he querido participar en monumentos a la muerte. Esta escultura de la BBC me ha emocionado, porque fueron ellos quienes lo pidieron una vez hecha, pero creo que lo que hace falta son monumentos a la vida. Se puede entrar en una dinámica muy delicada con todos estos concursos de memoriales que me parecen más actos políticos que estéticos. Se alejan bastante de lo que creo que la escultura pública necesita en estos momentos.
P. ¿Qué necesita?
R. El espacio público es una cosa viva que está a medio hacer y la escultura pública es como la base de un perfume, no hace olor pero ayuda a fijarlo. No estoy de acuerdo con esta idea del espacio público como museo en la calle. Necesita otras cosas, porque lo importante es pensar que la gente lo va a utilizar.
P. En sus obras utiliza mucho el lenguaje, las palabras, que últimamente han sido muy maltratadas. ¿Necesitan limpieza?
R. El mal uso de las palabras nos ha llevado a la situación en la que estamos ahora y los políticos se han aprovechado de ello. El lenguaje no es un adorno, es un contenedor de memoria, y si perviertes el contenedor, estás pervirtiendo la memoria. No creo que sea un trabajo fácil ni difícil, siempre he definido mi camino como artista como un puente, y creo que los políticos al menos tienen que ser los ingenieros que ayuden a levantarlos. No sé si lo que dijo José Luis Rodríguez Zapatero cuando celebró el triunfo del PSOE en las elecciones de que quería ser humilde será verdad, pero creo que la gente se lo agradecería. El mundo está saturado de arrogancia, no sólo en política o en el arte; en todo. La gente acepta los errores, porque todos nos equivocamos, pero la base de trabajo tiene que ser la humildad.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.