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Reportaje:

El despegue se queda sin gas

La falta de combustible amenaza con colapsar la notable recuperación de la economía argentina

Tras una notable recuperación económica, Argentina ha comenzado a flaquear por el sitio menos pensado. El crecimiento ha superado todas las expectativas y el país austral no produce suficiente energía eléctrica para satisfacer una demanda que aumenta día tras día, algo que, vaya paradoja, puede resentir el músculo de la economía.

La sequía, una demanda eléctrica que se ha disparado por la bonanza económica y unos precios internos cautivos, ha desatado la crisis energética
El Gobierno amenaza a Repsol y a otras petroleras con subir los impuesto a la exportación de gas para forzarlas a atender la demanda doméstica

El fantasma de la grave crisis energética sufrida en 1988 se pasea por el horizonte de los argentinos -el país vivió un año bajo racionamiento máximo-, y el Gobierno de Néstor Kirchner ha tenido que echar mano a medidas de emergencia para evitar apagones generalizados: hace dos semanas autorizó cortes parciales en el suministro que reciben las 30 principales industrias del país y el lunes pasado dispuso una bajada temporal de tensión de 220 voltios a 209 voltios, para toda la población, con la intención de ahorrar toda la electricidad posible.

La mitad de la energía eléctrica que consume Argentina se genera en centrales térmicas alimentadas exclusivamente por gas, mientras que una docena de hidroeléctricas y dos centrales nucleares -Embalse y Atucha- producen el 50% restante. Pero una conjunción de factores negativos está gestando en el país austral algo que bien podría llamarse una "tormenta perfecta": una inusual sequía mantiene a las hidroeléctricas bajo mínimos, las nucleares necesitan un descanso obligatorio -exigido por la normativa internacional-, y la producción de gas no da abasto para cubrir el consiguiente déficit de generación.

Pulso a las empresas

Para colmo de males, la bonanza económica ha hecho que la demanda de gas también registre fuertes subidas. Mientras el producto interior bruto (PIB) creció un 8,9% durante 2003, la demanda del sector industrial subió un 11%, la de los usuarios residenciales aumentó un 8% y la de GLP (gases licuados de petróleo, cuyo uso en automóviles se halla muy extendido en Argentina) creció más de un 70%.

Todo ello ha provocado que el sistema eléctrico de Argentina se encuentre al límite de sus posibilidades técnicas, tras cinco años de recesión y parálisis en las inversiones, y tanto el Gobierno como las empresas del sector se reparten acusaciones ante los ojos azorados de la población, que lo único que desea es pasar un invierno tranquilo. Kirchner, poco afecto a la diplomacia más elemental, acusó abiertamente a las petroleras de "guardar gas" bajo la manga para venderlo en el exterior, en lugar de inyectarlo en el mercado interno. Las compañías, por su parte, se defienden argumentando que hacen todo lo posible para abastecer una "demanda desbocada" y endilgan al Estado una monumental falta de previsión.

Lo cierto es que, desde la devaluación del peso argentino, las petroleras están obligadas a vender el gas a los clientes cuyo contrato era previo a la devaluación a un precio congelado de 0,45 centavos de dólar el millón de BTU (unidad de medida calórica del gas), mientras que el gas para los nuevos clientes y las exportaciones lo venden a precio de mercado, es decir, a 1,40 dólares el millón de BTU.

El Gobierno argentino exige a las empresas que destinen al mercado interno cinco millones de metros cúbicos extra de gas por día, para paliar el déficit eléctrico, y las petroleras se preguntan quién les pagará la diferencia con el precio de mercado, un 210% más caro. Las generadoras y las distribuidoras de electricidad, entre las que se halla Endesa, entienden que no pueden afrontar tamaño coste extraordinario.

Frente a la resistencia de las productoras de gas, la Administración de Kirchner ha esgrimido como amenaza una inminente subida del 20% al 30% en el impuesto a las exportaciones de hidrocarburos, lo que representa unos 1.000 millones de euros anuales extra, montante que el Gobierno piensa destinar a un fondo fiduciario que le sirva para comprar combustibles alternativos o para pagarle a las empresas generadoras de electricidad los mayores costes que puedan surgir de comprar gas más caro. Las petroleras, por supuesto, no quieren saber nada de esta última fórmula, ya que acabarían pagando por un lado lo que antes recaudaron por el otro.

Fabián Falco, director de Repsol YPF, compañía que controla el 40% del mercado de producción de gas en Argentina, explicó que la empresa "ya invirtió más de 250 millones de euros para aumentar la producción de gas en un 34%", aunque advirtió de que el Gobierno de todos modos tiene que buscar una solución frente a la "demanda irracional" de electricidad, ya que Repsol por sí sola no puede abastecer a todo el mercado energético. La petrolera sería una de las empresas más afectadas si Kirchner decide finalmente aumentar los impuestos a las exportaciones, ya que el 72% de su producción mundial de gas proviene de Argentina.

El Gobierno argentino, mientras tanto, consiguió algo de aire la semana pasada gracias al aporte de Brasil, que durante tres días le prestó 500 Mwh (megavatios por hora) a su país vecino, y de Venezuela, que accedió a que PDVSA (la empresa estatal Petróleos de Venezuela) envíe a Argentina 700.000 toneladas de fuel oil a cambio de diversos productos agropecuarios.

Endesa, según información de su consejero delegado, Rafael Miranda, recogida por la agencia Bloomberg, está enviando también electricidad a Argentina desde su filial brasileña para contribuir a aliviar los problemas energéticos. "Hay una falta de gas que está afectando a Argentina y también podría afectar a países vecinos como Chile", dice Miranda, y Endesa "está haciendo todo lo que puede para disminuir el impacto".

Las compañías generadoras de electricidad creen, de todos modos, que estas medidas no son más que "simples parches" dentro de una situación mucho más compleja. Por lo pronto, si tienen que producir electricidad con fuelóleo, en lugar de gas, deberán adaptar sus centrales eléctricas a este nuevo combustible, que, además, es un 150% más caro.

Un jarro de agua

Si no llueve pronto o si el Gobierno y las empresas involucradas no hallan el camino idóneo para destrabar el problema del gas, una crisis energética de proporciones se avecina en Argentina, algo que puede llegar a costarle al país una pérdida de entre el 1,5% y el 2% de su PIB durante 2004, según lo estimado por los analistas.

Mientras tanto, la mayoría de los argentinos reza para que el invierno austral que se les avecina no sea todo lo frío que puede llegar a ser por esas latitudes.

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