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VISTO / OÍDO
Columna
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Los -ismos

La campaña nueva de la extrema derecha consiste en acusar a Zapatero de felipismo, por algunos de los nombres que incorpora. Quieren decir que no trae nada nuevo, que la fuerza está en la sombra: que regresamos a una etapa que, para ellos, fue mala. Son gente turbia. Ellos traían al niño de Aznar, Rajoy, y a sus fieles; y los mantienen, como a Acebes y Zaplana, la pareja de payasos trágicos de los días del desastre de cuya naturaleza no se enteraron (soy indulgente), lo cual tiene otra explicación en psicología política: no reconocer el fracaso, y decir que aquí no ha pasado nada salvo que han sido sacrificados por el Demonio o por Polanco, tanto da. Su ascendiente era el franquismo: no ya los hijos y los nietos, sino a ellos mismos, al viejo botijo poroso y tambaleante de Fraga. Zapatero no estaría mal si se inspirase en Felipe, pero a la izquierda; en Prieto, en Largo, en el Abuelo. En Araquistain, en Bayo, en Zugazagoitia. Tampoco estaría nada mal que produjera un zapaterismo; un movimiento fuerte contra el franquismo latente y militante, una política social y algo más real y valioso para la opresión de la mujer que nombrar una mitad de ministras.

En todo esto, yo no soy partidario del -ismo en política; no creo en el sistema de los hombres fundamentales que impera en Occidente, y en lo que fue comunismo, basado en un santoral y no en una colectividad. El voto de cada uno debe pesar, y no como ahora, cuando los hombres fundamentales pesan sobre los votos.

Veo en ZP una tendencia a modificar muchas costumbres enquistadas. El viejo chino metía el pie de la mujer en zapatos de hierro para que no crecieran; en realidad, para que no pudieran escapar de ellos. Los emperadores perdidos han metido en plomo el pie de la democracia para que no vaya demasiado lejos. Cuando hablo de cambio de régimen, hablo del plomo roto y el pie libre, cuestión más difícil que la de poner mitad ministras, mitad ministros, como los castizos tomaban -¿toman?- mitad coñac, mitad anís -sol y sombra-. No le digo que haga socialismo, porque le matarían; pero que tenga una tendencia a restaurar la democracia republicana -aunque haya rey, no importa: aunque fastidie un rato la circulación con sus bodas de país de los cuentos- más que a hacer felipismo, o zapaterismo.

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