Chirac coloca al popular Sarkozy al frente de la difícil cartera de Economía
El comisario Barnier será ministro de Exteriores en Francia y De Villepin pasa a Interior
El parto ha sido laborioso. Jean-Pierre Raffarin acudió varias veces el lunes y el martes al palacio del Elíseo para consultar con Jacques Chirac los nombres y la orientación del nuevo Gobierno de Francia. Éste tenía que ser presentado a la opinión pública a última hora de la mañana, pero el anuncio fue postergándose hasta las 19.30. El popular ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, pasará a encabezar la difícil cartera de Economía. Su lugar será ocupado por el ministro de Exteriores, Dominique de Villepin. Y a éste le sucederá el comisario de Política Regional de la UE, Michel Barnier.
En la oposición, cuando el secretario general del Elíseo conoció la interminable lista de 43 nombres con responsabilidades de gobierno -ministros, ministros delegados y secretarios de Estado- no tardó un instante en pronunciar una sentencia maligna: "Es un Ejército mexicano", dijo Manuel Valls, antiguo portavoz de Lionel Jospin tras leer la relación de nombres.
El tercer Ejecutivo presidido por Jean-Pierre Raffarin es un Gobierno de representatividad dudosa. Primero, porque las urnas acaban de castigarle en unas regionales que los electores han transformado en nacionales; segundo, porque nace con fecha de caducidad: las europeas del 13 de junio; y tercero porque no representa la complejidad de intereses y corrientes del centro-derecha en Francia, sino tan sólo las familias de la UMP, el partido conservador construido como máquina electoral al servicio del presidente Jacques Chirac.
En el nuevo Gobierno se echa en falta -sólo sigue en él Gilles de Robien, al frente de la cartera de Transportes- la centrista y europeísta UDF que dirige François Bayrou y, sobre todo, se constata la expulsión del mismo de los ministros que procedían de la llamada sociedad civil, es decir, el empresario Francis Mer (Economía y Finanzas), el filósofo Luc Ferry (Educación) o la jurista Noëlle Lenoir (Asuntos Europeos), mientras se degrada a la astronauta Claude Haigneré, que de ministra de Investigación pasa a ser ministra delegada para Asuntos Europeos.
En 2002, los grandes resultados obtenidos por la extrema derecha y la extrema izquierda aconsejaron la opción sociedad civil como ahora la capitalización del voto por los partidos tradicionales sugiere ese retorno al político profesional.
Si Raffarin sigue como primer ministro, más carbonizado que quemado, se debe a que Chirac sabe que su mayoría gubernamental va a ser derrotada de nuevo el 13 de junio. El politólogo Paul Bacot ha resumido la situación al describirla como "la conveniencia de viajar con un coche escacharrado cuando se sabe que el camino está lleno de agujeros y piedras". Una vez llegado al final del trayecto, ya en ruta asfaltada, una vez pasado el interregno veraniego, Chirac aparcará a Raffarin y presentará el equipo con el que sí espera llegar en buenas condiciones a las presidenciales y legislativas de 2007.
El Gobierno de Raffarin III es un ejecutivo de profesionales curtidos al que se le han añadido algunas novedades para mantener la ilusión del cambio. Nicolas Sarkozy, Dominique de Villepin, Jean Louis Borloo o François Fillon se limitan a cambiar de cartera ministerial. Philippe Douste Blazy, Renaud Donnadieu de Vabres o Michel Barnier son antiguos ministros de Alain Juppé o Edouard Balladur que vuelven al puesto de mando. Michèle Alliot Marie sigue al frente de Defensa, como Dominique Perben aguanta en Justicia o Hervé Gaymard en Agricultura. Entre los nuevos destaca la alcaldesa de Aviñón, Marie Josée Roig, que ha luchado por salvar su ciudad del amenazante Frente Nacional
Ese Gobierno de representatividad dudosa y que no teme la impopularidad porque ésta le es consustancial tendrá que afrontar reformas difíciles: la de la Seguridad Social, la llamada "movilización a favor del empleo" y la privatización del gas y la electricidad, y tendrá que hacerlo en un contexto moroso, en el que el crecimiento para el primer semestre de 2004 acaba de ser revisado a la baja: 1,4% del PIB en vez del 1,7% previsto.
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