_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tigres de papel, avispas digitales

Andrés Ortega

Uno, algo escéptico, hace tiempo que piensa que los medios de comunicación no son ese Cuarto Poder del que se suele hablar, sino un complejo contrapoder que está cambiando de naturaleza. Lo ocurrido en España muestra que el concepto mismo de medios de comunicación de masas se amplía. Y en una situación en la que hay suficiente pluralismo (no es el caso ni en China ni en la Rusia de Putin), el férreo control por un partido o un gobierno de los medios de comunicación públicos y de parte de los privados ya no garantiza nada al que lo ejerce. Lo hemos visto con el Partido Popular en España, o con el arquetipo que representa Silvio Berlusconi en Italia, pues une las tres dimensiones -sector público, sector privado (incluida la publicidad) y finanzas- en una sola persona o grupo no sólo para adaptar la política a lo que quieren los italianos, sino para adaptar a los italianos a lo que quiere la política. Pese a estos instrumentos, Berlusconi ya perdió el poder a finales de 1995 y las elecciones poco después, aunque las volvió a ganar en 2001. Pero lo volverá a perder.

En los cuatro días que cambiaron España han irrumpido en la política nuevos medios de comunicación que no sustituyen a los tradicionales pero sí se añaden a ellos. Por una parte Internet y los chats. Por otra, la profusión de los SMS, los mensajes escritos por teléfono móvil que, nunca mejor dicho, movilizaron a mucha gente en lo que alguno ha llamado "día de conexión" más que "día de reflexión". No es un recurso únicamente de las tribus urbanas de adolescentes. En esta campaña electoral casi todos los partidos, desde luego los dos grandes, han estado enviando constantemente consignas e instrucciones desde sus sedes a sus miembros activos para reaccionar ante acontecimientos y fijar la línea, con una rapidez nunca lograda con anterioridad. Ha nacido una nueva forma de hacer política, que los venezolanos han descubierto hace tiempo. Gracias a las nuevas comunicaciones -correo electrónico, Internet, SMS- se ha podido organizar una oposición a Chávez sin un centro o cabeza visible. Claro que el régimen también ha usado esos medios para su autodefensa.

Hay consecuencias libertarias. Y otras funestas. Con móviles se activaron los detonadores del 11-M. La Red es un instrumento muy útil para los terroristas planetarios e incluso los locales. Por otra parte, en la política normal, los argumentarios y las consignas se simplifican al máximo cuando han de entrar en un SMS de caracteres limitados. Y por Internet, algunos confidenciales, el correo electrónico o los chats permiten que circulen no sólo noticias verdaderas, sino auténticos bulos o intoxicaciones deliberadas, como ha ocurrido estos días para intentar desacreditar a la cadena SER.

Siva Vaidhyanathan, autor de El anarquista en la biblioteca (The Anarchist in the Library, de próxima publicación), en una serie de artículos sobre "el nuevo ecosistema de la información" (www.opendemocracy.net) analiza las implicaciones de las redes electrónicas P2P (persona a persona). Y aunque no trata de los mensajes por móviles, sus conclusiones sí pueden servir, pues lo que estamos viviendo es un cambio importante de la "oligarquía" a la "anarquía informativa". No todo es una novedad, advierte. Hay precedentes en la chismorrería sobre la familia real durante la Revolución Francesa, o como gracias a la difusión de sus mensajes por casetes grabados, el ayatolá Jomeini consiguió preparar la revolución islámica de 1979 en Irán.

Los nuevos medios, en todos sus sentidos, hacen más realidad que nunca el dicho de Abraham Lincoln: "Se puede engañar a algunas personas siempre; y a todas algunas veces; pero no a todas siempre". O, con o sin CNI, hubo, como lo pone un estudiante, "un momento en que parecía que toda España sabía que había sido Al Qaeda, menos el ministro del Interior".

aortega@elpais.es

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_