Madrid vive
Desde la infame jornada del 11-M, Madrid es una ciudad dolorida e indignada, pero no una ciudad asustada. Los madrileños, originarios de todos los rincones de España y del mundo, tal como corrobora la propia lista de víctimas del 11-M, no se han echado para atrás. Al contrario, han dado un ejemplo de vitalidad y de civismo. El día de los atentados reaccionaron con una calma y una solidaridad extraordinarias. No se dejaron llevar por el pánico, no hubo escenas de histeria, no se lanzaron a linchamientos de tal o cual comunidad. Continuaron trabajando y estudiando, con el alma rota y los ojos húmedos. Eso sí, acudieron masivamente a donar sangre. Hasta el punto de que en un par de horas ya había suficiente.
Tenemos los españoles tendencia a ver chapuzas en todo lo nuestro, y en ocasiones con razón. Pero ese día, ante el mayor atentado terrorista de nuestra historia, todos los servicios públicos y privados funcionaron con rapidez y eficacia. Policías, bomberos, médicos, enfermeros, ambulancias, hospitales, centros de información, asistentes sociales, especialistas forenses, se movilizaron de inmediato, trabajaron sin descanso y con serenidad, y contribuyeron así a salvar vidas y aliviar sufrimientos. Sólo falló la política informativa del Gobierno de Aznar, que durante muchas horas trató de fabricar lo que el diario francés Le Monde ha denominado "la mentira de Estado".
Madrid no es una ciudad asustada, sino de nuevo el rompeolas que une y suscita la solidaridad de todas las Españas. "Todos somos madrileños" han dicho todos los españoles al día siguiente de los atentados mientras se agrupaban en las mayores manifestaciones registradas en todas las ciudades de este país, y singularmente en la mayor de todas, la que llenó la Castellana, sin importarles que el autor fuera ETA o Al Qaeda. Y volvieron a demostrarlo el 14-M acudiendo masivamente a las urnas. Los electores españoles, en una situación tan traumática, no optaron por el reflejo natural de agruparse acobardados en torno al poder, sino que prefirieron abrir las ventanas y dar una oportunidad a un nuevo líder.
Se equivocan los analistas conservadores que aseguran que los españoles se han rendido a Al Qaeda. Este pueblo está acostumbrado a sufrir el terrorismo y a luchar contra él. Los etarras no han conseguido jamás que madrileños, vascos, catalanes y los demás españoles abandonen su estilo de vida. Tampoco lo han conseguido los asesinos de Al Qaeda. Los corresponsales extranjeros se maravillan estos días ante un país que sabe seguir viviendo sin controles policiales visibles, sin incitaciones al pogromo o a la pena de muerte.
Con el corazón partido, este país está demostrando que los terroristas no van a cambiar su forma de ser. También, que no quieren ser gobernados por aquellos que les mienten para explotar políticamente el miedo.
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