Giro internacional
El éxito de Zapatero tendrá unos efectos internacionales insólitos hasta ahora en un cambio de Gobierno español en democracia. El líder socialista ya había anticipado que en caso de victoria recuperaría la senda de la política exterior que se había trazado durante la democracia: vocación europeísta con el consiguiente compromiso de desbloquear la Constitución europea, normalización de relaciones con Marruecos, relación transatlántica de amistad y respeto mutuo con Estados Unidos, desarrollo de las relaciones con América Latina y drástica apuesta por Naciones Unidas. El compromiso de sacar a las tropas españolas de Irak es el primer hito de esta nueva etapa. No puede extrañar, por tanto, que el vuelco electoral del domingo haya producido un enorme impacto internacional y que la primera conferencia de prensa de Rodríguez Zapatero fuera ayer un acto multitudinario seguido por medios de comunicación de todo el mundo.
La retirada de las tropas españolas de Irak, comprometida por Zapatero durante la campaña electoral y reiterada en su primera alocución como futuro presidente, puede actuar como una pieza de dominó sobre la escena internacional. El líder socialista reiteró ayer en su primera conferencia de prensa que cumplirá su promesa al término del plazo ya comprometido por el Gobierno de Aznar (30 de junio), si no se ha producido previamente una renegociación que conduzca a las Naciones Unidas a asumir la responsabilidad plena sobre el proceso iraquí. En otras palabras: los soldados españoles podrán quedarse si cambia radicalmente la misión y se reconvierte, bajo mandato de la ONU, en una operación de ayuda a la construcción de un Irak democrático y no en parte de una ocupación militar. No basta con la actual autorización de Naciones Unidas con que cuentan las tropas españolas, sino que hará falta un mandato expreso.
Este anuncio ha sido recibido de uñas por parte de observadores próximos a la Administración norteamericana, que han evocado una supuesta rendición de los electores españoles ante el chantaje de Al Qaeda. Ésta es una teoría absurda, que no responde a la realidad y que hace grave abstracción del sinnúmero de factores de política interior que han llevado a la derrota del PP. Es cierto que, según la teoría del eje del mal, quien no accede a las exigencias de Bush se entiende que está contra Bush y a favor de Al Qaeda, y por esta regla de tres, esto puede llevar a la conclusión demagógica de que los españoles han votado por abandonar a Irak a su suerte y pedir clemencia a los terroristas para que no atenten en nuestro territorio.
Zapatero no debe doblegarse ante esta argumentación demagógica, pero debe extremar el cuidado para que quede bien claro su compromiso internacional en la lucha antiterrorista y en la democratización de Irak y debe recabar rápidamente el apoyo de Francia, Alemania y Reino Unido, los países de mayor peso en cuestiones de defensa europea, para que el vencimiento de la misión española no signifique un triunfo de quienes desean que Irak quede abandonado a su suerte, sino un mayor compromiso de la comunidad internacional con una mejor cobertura legal.
La prioridad del momento es hacer frente al desafío terrorista. En su dimensión política interna ello puede hacerse desde un Gobierno fuerte o desde un amplio consenso. Los resultados electorales llevan más bien a lo segundo, y las características de Zapatero le hacen adecuado para intentarlo. Ayer dijo estar a la espera de alguna iniciativa de Aznar como presidente en funciones para una concertación inmediata de todos los partidos democráticos sobre la cuestión. Parece evidente que los planteamientos del Pacto Antiterrorista, vigentes por lo que respecta a ETA, son ya insuficientes para afrontar el nuevo desafío del terrorismo islámico. Hoy más que nunca es necesario ampliar el compromiso político y el consenso a la hora de desarrollar medidas e invertir medios contra este megaterrorismo que ha hecho su aparición en España.
La negativa reacción de las bolsas, principalmente las españolas, pero también las del resto del mundo, no puede comprenderse sin lo que sucedió a finales de la pasada semana, cuando las noticias sobre los atentados y la cada vez más probable autoría de Al Qaeda hicieron cundir el pesimismo. Puede haber contribuido al descenso en España el escaso aprecio de los mercados por las mayorías poco claras. Esta cuestión deberá quedar despejada en pocos días. Zapatero cuenta ya con los apoyos parlamentarios (Izquierda Unida y Esquerra Republicana de Cataluña) que le garantizan la mayoría absoluta en la primera votación de investidura y ha reiterado su intención de formar Gobierno sin alianzas estables con otros partidos. La imposibilidad aritmética de crear mayorías alternativas garantiza la estabilidad del Gobierno de Zapatero si pone en práctica su ya demostrada capacidad de diálogo y concertación.
Algunos agoreros se han apresurado a anticipar dudas sobre la capacidad de Zapatero de mantener los altos índices de crecimiento alcanzados durante los dos Gobiernos de Aznar. Conviene recordar que el programa aprobado por unanimidad por el PSOE incluye un firme compromiso de mantenimiento del equilibrio presupuestario, que acompasa el aumento del gasto social al de los ingresos por incremento de la producción y que defiende un menor intervencionismo de los poderes públicos en el ámbito empresarial.
Ganas de cambio
La democracia es sobre todo un sistema que permite echar al Gobierno en plaza. En los países con más larga tradición democrática esa posibilidad se traduce en un equilibrio en el tiempo entre los grandes partidos o corrientes políticas. En los 27 años de democracia, España ha estado gobernada durante 13 años y medio por partidos de centro-derecha (UCD y luego PP) y durante otros tantos por un partido de izquierda (PSOE); durante 14 años ha habido Gobierno con mayoría absoluta, y durante 12 (que serán 16 al final de la nueva legislatura), sin ella.
El sistema funciona, por tanto: sirve para que los ciudadanos puedan sacarse de encima a gobiernos que han perdido su crédito. Ello aconseja desdramatizar el significado de un cambio de mayoría. Es lógico que a los políticos, especialmente a quienes daban por descontado que seguirían gobernando, les parezca casi trágico un vuelco como el producido. Pero no hay motivo para que los ciudadanos compartan esa inquietud: toda mayoría es transitoria, y cada cuatro años, como máximo, tendrán ocasión de cambiarla.
El portavoz Zaplana y el candidato Rajoy acogieron los resultados con buen espíritu deportivo, reconociendo la legitimidad de la victoria de Zapatero. Es más difícil ser buen perdedor que buen ganador, sobre todo ante una derrota tan inesperada; pero también Zapatero ha sabido estar a la altura, reiterando su voluntad de gobernar desde una actuitud de diálogo permanente con todos los grupos, incluyendo el del PP, y con las autoridades de las comunidades autónomas, cualquiera que sea su signo político. Ese buen estilo no fue seguido por algunos comentaristas y medios de comunicación, que se dedicaron a cuestionar indirectamente la legitimidad de los resultados y a anunciar desastres, sobre todo en materia económica y de relaciones exteriores.
Ambas cosas reflejan una mentalidad mezquina y poco democrática. Es evidente que la matanza del 11-M y la mala gestión informativa del Gobierno han influido en el aumento de la participación y en la decantación de muchos indecisos a última hora, y que ambas cosas han favorecido al PSOE. Lo preocupante habría sido lo contrario; que algo así no influyera. Pero además, esa decantación ha sido el resultado de corrientes que venían madurando desde hace tiempo. Tal como señaló ayer Zapatero, a las ganas de cambio.
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