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Reportaje:ELECCIONES EN RUSIA | Los contrastes de la era Putin

Yaroslavl, la prosperidad incipiente

Esta ciudad cercana a Moscú se desarrolla por encima de la media de la Rusia Europea

Pilar Bonet

Basta preguntar cuánto cobra una maestra o cuántas personas hacen cola por una vivienda en Yaroslavl (630.000 habitantes a 282 kilómetros al noreste de Moscú) para comprender que la presidencia de Vladímir Putin no ha obrado milagros ni siquiera en esta ciudad repleta de iglesias, que se desarrolla bien en comparación con otras vetustas villas de la Rusia europea.

La maestra, Liudmila, trabaja 26 horas a la semana y recibe 3.000 rublos (unos 86 euros) al mes. La lista de espera para obtener una vivienda en el Ayuntamiento, por su parte, suma 10.000 personas entre inválidos, familias numerosas y "veteranos de conflictos bélicos". De ellas, unas 100 consiguieron su objetivo en 2003, según el vicealcalde Vladímir Gólov.

El renacimiento religioso es visible por doquier. Ayudar a la iglesia es de buen tono
Fuera de Moscú, es la única ciudad del Distrito Central en la que se ha establecido McDonald's
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La historia de Yaroslavl se refleja con armonía en el tejido de la ciudad, que salió bien parada tanto de la fiebre demoledora del estalinismo como de la Segunda Guerra Mundial. En 2010 se cumplirán 1.000 años desde su fundación. Los responsables de la villa esperan que, con ese motivo, el Gobierno le destine un presupuesto extra para restaurar monumentos, como hizo con San Petersburgo cuando esta ciudad cumplió 300 años. Los de Yaroslavl se conforman con menos. Quieren sobre todo retener un poco más a los turistas de esos 12 cruceros diarios, que ahora atracan unas horas en el Volga durante el verano. Cuatro hoteles en construcción han de ayudar a la ciudad en esta empresa.

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Desde que Putin dividió a Rusia en siete territorios para facilitar su Gobierno, Yaroslavl, como capital de la provincia que lleva su nombre, está englobada en el Distrito Central, que es el más pequeño (700.000 kilómetros cuadrados), y el más poblado (37 millones de habitantes) del Estado.

El perfil económico de la ciudad es diversificado: tiene la mayor fábrica de neumáticos de Europa, una empresa de cigarrillos que se resiste a entregarse a las multinacionales, industria química, fábricas de lacas y pinturas, una boyante industria de cerveza y una gigantesca refinería petrolera, que juega a los juegos de los oligarcas y escapa del control municipal. La refinería es uno de los eslabones de Slavneft, la petrolera estatal que fue privatizada en época de Putin de acuerdo con las más opacas tradiciones de Borís Yeltsin. "Antes, los productos con los que nos pagaba la refinería bastaban para todas nuestras necesidades municipales de energía y de transporte por un año, y ahora sólo para dos meses", dice el vicealcalde Viacheslav Sídorov.

Varios grandes supermercados internacionales planean instalarse aquí en el futuro próximo, lo que indica que en Yaroslavl hay dinero. El empresario Alexandr Kuznetsov, uno de los propietarios de la empresa de cemento armado Arsenal, está construyendo un local de 30.000 metros cuadrados y las multinacionales se lo cortejan. Kuznetsov dejó su puesto de investigador en la Academia de Ciencias y se pasó a los negocios para alimentar a su familia.

Según datos municipales, en 2003 los habitantes de la ciudad de Yaroslav ganaron 6.229 rublos como promedio mensual, por encima de la media rusa (5.460 rublos). Sin embargo, los ingresos del 10% de los más privilegiados superan en 16,5 veces los ingresos del 10% más pobre. Quitando Moscú, Yaroslavl es la única ciudad del Distrito Central donde se ha establecido la hamburguesería McDonald's. La multinacional tiene dos locales, donde los forasteros de otras provincias vienen a pasar el domingo con sus hijos. Algunos recogen su hamburguesa sin bajarse del Mercedes. En las tiendas de licores, el vodka ruso cuesta de 40 a 200 rublos y el amplio surtido de vinos españoles, de 200 a 1.100 rublos.

¿Qué han dado a Yaroslavl los cuatro años de mandato de Putin? Ante esta pregunta, tres interlocutores, todos ellos vicealcaldes, expresan educadamente un mensaje claro: las autoridades federales se quedan con los impuestos suculentos y le dejan a las regiones y los municipios los menos rentables y los más difíciles de recaudar. Y además, les transfieren funciones, como las atenciones sociales a los jubilados, el mantenimiento de la policía y el servicio de bomberos, sin darle recursos financieros para realizarlas. "En el 98 el presupuesto de la ciudad era equivalente al presupuesto de la región; ahora, es la mitad", dice Sídorov. La historia de la recaudación fiscal en el municipio en época de Putin es una reveladora pista sobre la llamada "vertical de poder". En 2003, un 78,5% de la recaudación fueron impuestos federales (frente a un 58,5% en 2000); un 15%, regionales (6,6% en 2000), y un 6,5%, municipales (24,9% en 2000).

La nueva legislación fiscal da a las empresas un mayor margen de libertad para delimitar costes y beneficios, lo que también va en detrimento de los impuestos locales. En teoría, la compraventa del suelo urbano podría paliar esta situación, pero los terrenos de las industrias privatizadas que en el pasado fueron estatales o regionales siguen perteneciendo hoy o al Estado o a la provincia, respectivamente, y no a la ciudad.

La ciudad trata de racionalizar los recursos y cuenta "hasta el último rublo". Por una vivienda de 72 metros cuadrados y la mayoría de los servicios municipales, Iván, un profesor de psicología de la universidad, y su familia de cuatro personas pagaron 255 rublos de alquiler en enero, gracias a un sistema de subvenciones sociales cortado a medida, que se renueva cada tres meses. Iván complementa su sueldo de 2.500 rublos en la universidad con lo que le aportan la producción de tests, en cooperación con investigadores norteamericanos. Iván está satisfecho con la fórmula de alquiler de su vivienda, que no quiere privatizar, pero se queja porque el Ayuntamiento está arruinando su negocio al subir en un 150% el alquiler del local comercial que utiliza para realizar las pruebas psicológicas.

Si Iván quisiera comprar un piso nuevo, podría hacerlo al precio de 1.200 rublos el metro cuadrado. También podría acogerse a un programa de créditos del Ayuntamiento, que construye en cooperación con empresas de Moscú. Los moscovitas hacen la inversión financiera, los de Yaroslavl ponen el terreno y la mano de obra, y luego se reparten las viviendas.

Como Rusia, tanto la ciudad como la provincia de Yaroslavl tienen un saldo demográfico negativo. En 2003, la provincia perdió 14.000 personas y su población se encogió a 1,35 millones de habitantes. Los empresarios recurren a la mano de obra extranjera, acogiéndose a la cuota de emigrantes que el municipio fijó por primera vez en 2003, pero, sobre todo, de forma ilegal. "La policía cobra 500 rublos a cada emigrante por hacer la vista gorda y regresa al cabo de dos días", dice un empresario de la construcción, que asegura pagar 10.000 rublos mensuales a sus empleados. La socióloga Tatiana Rumiántseva duda de la veracidad de los sueldos declarados. "Pagar con dinero negro en mano sigue estando muy extendido, aunque menos que antes, gracias al impuesto único sobre la renta (el 13%) introducido en la época de Putin", dice. La actitud hacia los emigrantes, sobre todo ante los del Cáucaso, es de prevención.

Liudmila, la maestra, lo ha observado en su escuela, situada en un barrio venido a menos. "Los rusos se llevan a sus hijos a otros colegios, porque no quieren que convivan con negros. También los maestros se trasladan a escuelas donde haya que esforzarse menos por enseñar la lengua", señala.

Tener hijos sigue siendo una heroicidad en Rusia, dada la escasez de compensaciones familiares. El padre Dmitri, un sacerdote ortodoxo, y su esposa Galina, con su prole de siete hijos, dan ejemplo en su parroquia y en la escuela dominical, donde niños y adultos aprenden los fundamentos de la fe ortodoxa y cultivan el sentido de comunidad. El renacimiento religioso es visible por doquier en Yaroslavl, donde los templos entregados a la Iglesia están en mejor estado que los conservados por el Estado. Ayudar a la Iglesia es de buen tono.

Un nuevo rico borracho que conjura la resaca en el cementerio da un donativo al padre Dmitri y el empresario Kuznetsov pertenece a la asociación Cúpulas Doradas y da donativos al arzobispo. En Yaroslavl se ve mejor que en Moscú que la Iglesia ortodoxa quisiera jugar un papel más activo, y, si se lo permitieran, enseñar religión en las escuelas y hacer más proselitismo por televisión. Larisa, que es profesora de historia y cultura universal en un instituto de enseñanza media, dice temer que su asignatura pueda verse desbancada algún día por otra nueva y vieja a la vez: los "fundamentos de la cultura ortodoxa rusa", obligatorios para todos.

Jóvenes de Yaroslavl se pintan la cara durante el pasado Carnaval.
Jóvenes de Yaroslavl se pintan la cara durante el pasado Carnaval.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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