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Entrevista:Carles Solà | Consejero de Universidades de la Generalitat de Cataluña

"Haremos carreras conjuntas con otros países"

Lleva desde el pasado otoño al frente de la política catalana de Universidades, Investigación y Sociedad de la Información. Designado a propuesta de Esquerra Republicana, aunque es independiente, Solà tiene un perfil marcadamente académico y conoce al dedillo la universidad: fue rector de la Autónoma de Barcelona entre 1994 y 2002; presidente de los rectores españoles y de los europeos. Es catedrático de Ingeniería Química y ex militante del Partit dels Socialistes del País Valencià.

Carles Solà (Xàtiva, 1945) se ha encontrado en el departamento de Universidades, Investigación y Sociedad de la Información (DURSI) de la Generalitat con una herramienta aún por estrenar, la Ley de Universidades de Cataluña (LUC) que aprovechando el "escaso espacio que deja libre el corsé impuesto por la ministra de Educación, Pilar del Castillo" pretende dotar al modelo universitario catalán de una flexibilidad de la que carece el que define la Ley Orgánica de Universidades (LOU), promovida por el PP. Solá hace hincapié especialmente en la posibilidad de establecer un cuerpo de profesorado contratado, paralelo al funcionarial, como el previsto en el Programa Serra Hunter, bautizado así en memoria del que fuera rector de la Universidad Autónoma de Barcelona durante la II República.

"Empezaremos en octubre con unas 10 titulaciones con diploma oficial doble"
"Debemos saber las necesidades de los alumnos, no las nuestras como académicos"

Pregunta. El Gobierno catalán parece querer definir, por la vía de los hechos, un modelo universitario diferente aprovechando los resquicios que deja la LOU.

Respuesta. Es una oportunidad que no debemos perder. Desconozco si otras comunidades autónomas lo han puesto en marcha o tienen previsto hacerlo. El Programa Serra Hunter es importantísimo para el futuro porque nos permite tener unas líneas que se escapen de la rigidez de los cuerpos estatales, de las áreas de conocimiento, que es un cáncer que tiene la universidad española.

P. ¿Por qué es un cáncer?

R. Yo lo definiría como la propiedad feudal del conocimiento. Hay unos catálogos que dicen que determinadas asignaturas o disciplinas sólo las pueden explicar los señores que están encuadrados en tal o cual casilla y está prohibido salirse de ese esquema. Esto incide mucho en los campos interdisciplinares, en las personas que saltan disciplinas. Por ejemplo, hace unos años un geólogo era director del Centro Nacional de Meteorología. Estas transgresiones de las disciplinas se producen en la investigación pero no en la formación. Quien ha obtenido una plaza de funcionario de ingeniería química mira el BOE y sabe qué asignaturas puede hacer y cuáles le están prohibidas, por más que tal vez se haya convertido en una eminencia en un campo transversal.

P. ¿Qué ventajas tiene el modelo de contratación?

R. Con el modelo de contratación, si una universidad necesita un profesor de Fotónica puede sacar un anuncio; se presentan las personas acreditadas y luego ya elegirá. Pero no necesita pasar por este circo de las habilitaciones a través de las áreas de conocimiento de siete personas.

P. ¿Qué piensa del sistema de habilitaciones?

R. A mí me gustaría saber cuántas horas de clase se han perdido, cuántos miles de estudiantes no han tenido a sus profesores porque estaban en este circo de las habilitaciones, y cuántos centenares de profesores han estado durante un año colapsados por la preparación de estas pruebas, en lugar de estar más vinculados a trabajos de investigación, preparación de cursos, etc. Lo más curioso es que se le dijo al ministerio que todo esto iba a ocurrir y no han hecho no caso. Cualquier persona que conociera el sistema sabía que esto iba a ocurrir. Lo han complicado hasta extremos inimaginables. Ahora están diciendo que pagarán a las universidades el coste que les supone tener alojado allí un tribunal, es decir, un desastre muy considerable. Peor imposible, francamente. Si una universidad como la de Barcelona necesita un profesor de fotónica, ni la universidad ni los profesores tendrán que pasar por este calvario.

P. ¿En qué consiste el plan piloto para crear titulaciones conjuntas?

R. En octubre empezaremos con unas 10 titulaciones conjuntas con universidades europeas. Podríamos hacer más, pero queremos controlarlo de cerca. Se trata de aprovechar la estructura actual, sin introducir ninguna modificación, y organizar internamente los estudios de manera que al cabo de tres años la Universidad pueda dar un título propio, no oficial, que acreditaremos a través del sistema de calidad del Gobierno de la Generalitat. De esta manera conseguimos implementar todos los conceptos de Bolonia y abrir la posibilidad de que sean titulaciones compartidas con otras universidades europeas.

P. ¿No cree que el ministerio intente impedir esta heterodoxia?

R. Se puede hacer, no está prohibido, y lo haremos. Si la Universidad de Barcelona tiene una titulación en bioquímica, un bachelor de tres años, y llega a un acuerdo con el University College o la Universidad de Zúrich para hacer una titulación conjunta, ¿usted cree que el rector del University College le preguntará al de la Universidad de Barcelona qué papel tiene detrás?. Se pondrán los profesores, acordarán que se hace tal o cual asignatura, decidirán qué se tiene que estudiar en el primero, el segundo y el tercer curso, y ya está. Nadie pedirá papeles. El mundo universitario no pide papeles, pide competencias y currículum. Yo no conozco ninguna ley que prohíba que lo hagamos. Tampoco se perjudica a los estudiantes, porque además estarán haciendo su carrera oficial. Tendrán su título de licenciado al cabo de cinco años pero mientras tanto se habrá reestructurado, y habrán tenido periodos en otra universidad europea.

P. ¿Cómo valora la interpretación que está haciendo el Gobierno del PP del llamado proceso de Bolonia de homologación europea de estudios superiores?

R. Los proyectos de decreto que han ido apareciendo, la acción que ha ido dibujando el Gobierno después de que finalmente ha descubierto que existe Europa, muestran una cierta confusión y que en lugar de espacio europeo de educación superior ha estado trabajando en el espacio español de educación superior. La cuestión central es cómo ha de ser la primera titulación que debe obtener un estudiante europeo, que no es sólo un conocimiento de una materia concreta, sino unas habilidades personales que le permitan decidir qué hará a continuación, si sigue estudiando o se integra en el mundo laboral.

El ministerio de Educación ha perdido esta perspectiva, ha pensado en una reestructuración de los estudios actuales en términos de temporalidad, de años. Que si 4+1 (grado+posgrado), 3+2, 4+2... han salido todas las opciones pero sin entrar en el núcleo de lo que es el proceso, en definitiva de cual es la formación que se espera de un primer titulado universitario europeo. Recuerdo el comentario de una persona del mundo académico tras asistir a una reunión con responsables del ministerio: "Nos va a pasar como con los trenes, que aquí habrá un ancho de vía diferente y tendremos problemas para que circulen y pasen la frontera".

P. ¿Quedaremos aislados?

R. Europa opta porque la oferta universitaria de excelencia sea formulada en términos de redes y de titulaciones conjuntas. Esto nos va muy bien, porque la lista de las 20 mejores universidades europeas ya está hecha, y me da la sensación de que no entramos como bloque, pero sí que podemos participar en titulaciones de excelencia europeas porque cada universidad tiene campos en los que es suficientemente buena para poder armar una oferta de una titulación conjunta con otras universidades europeas. De ahí viene el tema del ancho de vía.

P. ¿Y usted cree que no lo tendremos?

R. No, porque el decreto va por una estructura 4+1 o 4+2, y además no contabiliza el trabajo final de carrera, y eso quiere decir que no se ha entendido nada. La inmensa mayoría de los países europeos han decidido ya que se articulan en torno a un bachelor de tres años como primera graduación, pero aquí hay una resistencia a considerar que una persona es licenciada con tres años de estudios; una cuestión de nombre. Pues se le puede llamar como se quiera: grado, diplomatura... los británicos, los holandeses, no tienen ningún problema en decir que una persona con tres años es bachelor.

P. ¿Estas resistencias también tienen que ver con intereses de tipo gremial, de los colegios profesionales, de fondo económico y laboral?

R. Sí, el debate se está produciendo dentro de la propia Academia con las interferencias externas de los colegios profesionales. Me gustaría abrirlo, al menos en Cataluña. Hablamos de un espacio universitario europeo integrado en la sociedad europea, por lo tanto, además de la Academia y los Gobiernos, deben poder hablar los empleadores. Los colegios profesionales no contratan gente, la contratan las empresas o la Administración. También deben poder hablar los sindicatos y las asociaciones de estudiantes.

P. A usted, que es un académico, le debe de resultar difícil explicárselo a los de su gremio.

R. Se lo explico tantas veces como puedo. Nosotros somos un servicio público; debemos saber cuáles son las necesidades de nuestros estudiantes, que no las nuestras como académicos. Pero esto no ocurre así. Por otro lado, a consecuencia de los enfrentamientos que provocó la Ley Orgánica de Universidades (LOU) todavía no hay un diálogo fluido entre el Gobierno central y la Universidad.

P. Qué otros problemas ve usted en el enfoque del ministerio?

R. Los primeros borradores fijaban unos niveles muy elevados de troncalidad, de manera que volvíamos a lo de siempre, que era dejar muy poco margen a la creatividad de las universidades.

P. Menos autonomía y más homogeneización.

R. Curiosamente se justifica con el argumento de que facilita la movilidad, cuando lo cierto es que la movilidad sólo tiene sentido en la diversidad. Si todo el mundo hace lo mismo, ¿qué incentivo tendrá un estudiante de Salamanca para venir a Barcelona o al revés? Lo ha demostrado Europa con el programa Erasmus es que la diversidad, conocer cosas diferentes, maneras distintas de hacer los estudios, favorece la movilidad. Y que al final el producto es bueno, yo diría que mejor por el hecho de tener contacto con aproximaciones diferentes a las de tu universidad sobre una disciplina. Y además falla otra cosa: la movilidad se favorece con becas.

P. Uno de los temores que despierta el modelo de Bolonia es que la división de los estudios en dos grados abre la puerta a que el Estado financie o subvencione generosamente el primer ciclo, la licenciatura o el bachelor, pero privatice el segundo.

R. Sí, éste es un temor que recorre Europa. Nosotros lo tenemos claro de seguir la privatización de todo y la escasez de dinero público, que irá aumentando dado que siguen bajando los impuestos. Luego la gente estará enferma y dirá que no tiene sanidad adecuada. Es ir hacia la jungla social.

Carles Solà, consejero de Universidades, Investigación y Sociedad de la Información de Cataluña.
Carles Solà, consejero de Universidades, Investigación y Sociedad de la Información de Cataluña.JOAN SÁNCHEZ

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