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Amaya Arzuaga juega con el acento gótico en su desfile de Milán

Missoni hace referencia al mantón español

La Semana de la Moda de Milán terminó ayer con el cierre simbólico de la exposición sobre la bandera tricolor italiana que adornaba el acceso a los recintos feriales milaneses, y en la que Missoni, Cavalli, Krizia y otros 10 estilistas hacían su interpretación de la enseña. Los desfiles habían dejado una estela de euforia y renacimiento, de poder y de color, aun con la presencia del negro, y de los gustos que cada vez más abarrocan el alto prêt-à-porter y lo sitúan en una tierra tan cara como difícil.

Amaya Arzuaga, única diseñadora española presente en la Semana de la Moda de Mujer de Milán, llegó a esa ciudad lombarda hace tres temporadas; entonces tenía 17 puntos de venta en toda Italia: ahora tiene 40. Es una victoria que habla por sí sola de su implantación y sus valores, los mismos que dejó patentes en el desfile del domingo. Negro severo en varias calidades, rojo fuego y unas apariciones del lima, el rosa y el lavanda fueron la estrecha paleta de la burgalesa, que se apoyó en el vinilo acharolado para estrechos pantalones y faldas muy trabajadas en su arquitectura.

Las blusas de Amaya Arzuaga siguen siendo uno de sus terrenos de investigación, a las que añade medias mañanitas con lazada infantil de dudosa efectividad, mangas de atrevido volumen y cuellos dobles chimenea. Sus vestidos usan fragmentos de acolchados para citar una rígida zona de otra textura que puede sugerir un corsé en contraste con la caída de los otros sectores de la prenda, más dóciles con la silueta. El punto apareció otra vez como su fuerte junto a la piel teñida con fantasía de rosa o amarillo, aunque al final impuso el negro como referente y eje.

Missoni convocó esa misma mañana del domingo desde el alcalde de Milán hasta una pléyade de santones de la moda, con Anna Piaggi a la cabeza (que además escribió un precioso texto). Angela Missoni (hija de Octavio y Rosita Missoni y heredera del testigo estético y comercial de la firma) hizo una colección brillante y sólida, con colores más atenuados que otras veces y sus clásicos zig-zag evolucionados sobre formas más contemporáneas, una simbiosis idiomática que pide la moda de hoy, tanto en lo tecnológico como en lo cromático. Missoni usa del crochet y del punto ligero, dibuja con él las siluetas y hace pauta de las mangas murciélago, los cardigans sutiles de entretiempo, los mitones y los potentes listados multicolores. Los medios tonos arena, las pieles degradé y los brocados de aire Morris se vieron aderezados con las repetidas salidas donde el protagonista es el fleco de mantón tradicional español (llamado de Manila) que se posa en los ruedos, se acota sobre una capa o se enrosca en diagonal a través de todo el cuerpo.

La Rusia de Prada

En la jornada precedente, Prada había evocado a la Rusia de los zares con un hermoso desfile lleno de riqueza y buenas prendas. Algunos vestidos y abrigos de astracán rasado y peinado punteado de piedras como brillantes parecían referirse a los huevos de Fabergé. Los estampados sobre muselina, las chaquetas cortas acolchadas, la piel envejecida y las sedas de brocado imperial hacían pesar un potente lujo evocador donde el raso y las tafetas guarnecían la fragilidad de las modelos.

Otros desfiles de interés fueron los de Borbonese (que diseña Alessandro dell'Acqua) con una línea muy de años veinte, donde no faltó el brillo y los chifones; o el de Mila Schon, que, dedicándose a las más jóvenes, se inspiró en Jackie Kennedy. Siempre en ese deseo de llegar a las nuevas generaciones, Roberto Cavalli en su línea Just Cavalli se mostró agresivo y luminoso con sus efectos de estampado animalista y los contrastes de sensualidad.

Milán tiene en los locales de Como 10 algo más que una tienda y una galería de arte: es un templo de verdadera modernidad y capaz de ser canonista sin quererlo. Su directora, Carla Sozzani, preparó para esta edición de la Semana de la Moda dos exposiciones: la primera sobre el recientemente desaparecido fotógrafo norteamericano Francesco Scavullo, organizada por Vogue Italia y patrocinada por la firma Caractere, y la segunda sobre Pierre Cardin (que, por cierto, no es francés, sino un veneciano que se fue a París en su inquieta juventud). El resultado de ambas muestras evidencia cómo la moda sigue necesitando de su retroalimentación, de su propia historia y de sus referencias mediáticas.

En los camerinos de Missoni, tras el desfile, Susy Menkes, la todopoderosa y reputada crítica del International Herald Tribune, se mostraba eufórica por lo que había visto, y por toda la semana, señalando que hacía tiempo no recordaba tanta creatividad.

Modelo de Amaya Arzuaga en la pasarela de Milán.
Modelo de Amaya Arzuaga en la pasarela de Milán.ASSOCIATED PRESS
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