Bien, con reparos
El INE ha confirmado lo que ya había adelantado el Banco de España. La economía española ha crecido el 2,4% durante el año 2003, un registro que confirma la recuperación y, además, contrasta muy favorablemente con el comportamiento de las restantes economías europeas. En el mismo periodo, el área euro apenas ha crecido un 0,5%, con Alemania estancada y un ínfimo crecimiento de Francia.
En el cuarto trimestre del año el PIB español creció un 0,7% -una tasa interanual del 2,7%, desde el 2,4% anterior-. La demanda interna volvió a ser el factor impulsor del crecimiento trimestral, con una aportación positiva de 1,3 puntos porcentuales frente al drenaje de seis décimas del sector exterior. El consumo privado recuperó tasas anualizadas superiores al 4%, mientras que la inversión en construcción experimentó una ligera ralentización, hasta el 0,9%.
Las señales menos favorables tienen que ver nuevamente con la actividad productiva, ya que la inversión en bienes de equipo apenas creció un 0,2%, y las exportaciones, un 0,6%. Gracias a que las importaciones crecieron sólo un 2,2%, por debajo de las previsiones, la contribución negativa de la demanda externa ha sido algo menor. Es importante recordar que la economía española ha conseguido esta tasa de crecimiento con unos tipos de interés de referencia que han disminuido hasta el 2%, negativos en términos reales, dada la inflación. Es fácil comprender que la demanda interna tiene un fuerte impulso para crecer.
El patrón de crecimiento no es el más deseable: descansa sobre la construcción (aporta medio punto porcentual al crecimiento) y el consumo. El acelerón constructor no puede continuar indefinidamente y el consumo empezará a acusar los efectos de la elevada precariedad del mercado de trabajo. La demanda interna ha contribuido al crecimiento con un 3,4%.
No se está aprovechando la buena evolución económica para aplicar las reformas estructurales necesarias. Ni los mercados de bienes y servicios funcionan con la fluidez debida, ni el mercado laboral resuelve el problema de la temporalidad, ni la vivienda supera el cuello de botella de precios inalcanzables para las rentas medias de las familias españolas. Tampoco están puestas las bases para aumentar el capital tecnológico de las empresas y la inversión en capital humano. Ésas son tareas prioritarias que deberá abordar el próximo Gobierno para mantener altas tasas de crecimiento en una Europa ampliada en la que España no contará ya con la ventaja de unos bajos costes salariales.
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