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Reportaje:ARCO 2004

Los galeristas no quieren zonas de descanso

Los profesionales se enfrentan a la dirección de la feria por los espacios públicos "de verbena"

Las 10 galerías situadas frente a una zona de descanso del pabellón 9 consiguieron ayer que desapareciera este espacio de los bulevares al considerar que distrae la atención de los coleccionistas y compradores. El comité de Arco, formado en su mayoría por galeristas, había aprobado que este año no se instalaran las grandes zonas dedicadas al público (los llamados chillout), pero la dirección de la feria ha colocado uno de ellos en cada pabellón y otros nueve propuestos por arquitectos y diseñadores. Algunos galeristas son partidarios de una feria dedicada a los profesionales, con mobiliario neutro, como ocurre en otras ciudades extranjeras, mientras que otros defienden el actual modelo de lugares para el visitante y foros para los expertos.

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La protesta de galeristas que prefieren una feria de Arco dedicada, sobre todo, a los profesionales y coleccionistas de arte, se ha incrementado en las últimas ediciones de las 23 celebradas. El comité de este año había aprobado que no se dedicaran grandes superficies al descanso de los visitantes y que en los pasillos de acceso a las galerías no se pusieran objetos que llamaran la atención tanto como las pinturas, esculturas, instalaciones y fotografías que se ofrecen en venta.

El malestar entre algunos galeristas comenzó el miércoles, horas antes de la inauguración oficial por la Reina, al comprobar el montaje de los bulevares, en un proyecto organizado y producido por la Sociedad Estatal para el Desarrollo del Diseño y la Innovación (Ddi), del Ministerio de Economía, con la colaboración del Instituto Español de Comercio Exterior (Icex), presentados como "fragmentos de una ciudad interior". En el pabellón 7 se ha colocado el chillout Grecia, en la zona de las 15 galerías griegas, país invitado de este año, y otros cuatro espacios en los pasillos con diferentes propuestas de arquitectos y diseñadores, donde figuran sillas, bancos, butacas y alfombras para descansar. En el pabellón 9 se han distribuido el

chillout Andalucía y cinco sitios más pequeños en el pasillo central y en los laterales.

El del pasillo central, titulado The next big

thing, proyectado por Paco Ortigosa, situado entre dos accesos a los servicios públicos, con cortinas blancas en el techo y varios asientos de diseño (Corsini, Gasca, El Último Grito), está situado frente a 10 galerías. Todas ellas se oponen a la presencia de esta escenografía que, dicen, afecta al acceso a las galerías y distrae la atención de los visitantes. La galerista Juana de Aizpuru y otros profesionales de la misma zona protestaron ante la directora de Arco, Rosina Gómez-Baeza, y, tras varias negociaciones con la Ddi, se había decidido "trasladar" la zona de descanso, según la carta firmada por la directora y enviada ayer por la mañana a los afectados.

"Arco debería ser la segunda feria europea después de Basilea, pero no tenemos el respeto internacional porque es una feria verbenera", afirma Juana de Aizpuru, primera directora de Arco. No está de acuerdo con la decoración en los pabellones y no le gustan las "distracciones". "Hemos conseguido crear un coleccionismo, privado y público, que es lo más difícil, que es capaz de mantener Arco, y nos lo estamos cargando con toda esta escenografía ajena a la feria. Queremos una feria seria y profesional, y con una dirección que tenga capacidad de gestión". Aizpuru intentó el miércoles protestar con un apagón en su galería (hubo un apagón general por bajada de tensión) y llegó a retirar algunas piezas del mobiliario, con un enfrentamiento con el diseñador Cutu Mazuelos, de Stone Designs, que tenía una butaca de su empresa. Los galeristas Helga de Alvear y Norberto Dotor (Fúcares) también pidieron que la feria se centrara en el trabajo de las galerías. "Lo que hay que ver es lo que hay que ver", declaró Norberto Dotor. "Ifema va por un lado y los galeristas no cuentan. En el comité, con 30 miembros, es imposible ponerse de acuerdo para que la feria sea de galerías y nada más, sin programas, cursos y decoraciones que entorpecen lo esencial. Con una feria popular es imposible trabajar y, además, el jueves tendría que estar por completo dedicado a los profesionales", añade. La galerista Oliva Arauna, también afectada, miembro del comité, señala que las zonas de descanso distraen a los visitantes y producen "competencia" con las obras expuestas. "En los dos últimos años ya ha habido protestas en firme y con razón". Pepe Cobo, presidente de la Unión de Asociaciones de Galerías de España (unas 430 galerías asociadas), es partidario de instalar unos bancos "simples y neutros" para el público, sin que se pongan proyectos de arquitectos y diseñadores "que incluso tienen parecido con esculturas y obras de artistas contemporáneos".

La directora de Arco, Rosina Gómez-Baeza, declara que no quiere hacer una feria "fría" y que no se puede superar la superficie de los dos pabellones, que contienen 278 galerías. "La feria es muy visitada y no puede ser como la de Basilea. Las cosas no se venden solas y todo lo que se ha hecho con esfuerzo no lo valoran los galeristas españoles, como la asistencia a la feria de coleccionistas, directores de museos y expertos, que participan en programas que todos nos copian ahora".

La ministra de Cultura, Pilar del Castillo, pasó ayer buena parte del día en la feria y acompañó durante parte de su recorrido al comité de adquisiciones del Reina Sofía. "El paso de los años ha transformado Arco en una feria de referencia en Europa", indicó la ministra. "Está plenamente consolidada, y en el aspecto artístico poco a poco se han ido depurando tendencias, con lo que la calidad va aumentando".

<i>Nacionalismo doméstico</i> (2004), instalación de Mateo Maté en la galería Oliva Arauna, de Madrid.
Nacionalismo doméstico (2004), instalación de Mateo Maté en la galería Oliva Arauna, de Madrid.ULY MARTÍN

Metáforas políticas

Un hombre duerme en una estancia destartalada. Entra otro, militar, con una careta antigás. Comienza un diálogo entre los dos sobre los efectos del gas letal, la responsabilidad de los químicos, la guerra... Duro, denso, literario.

The enigmatic visitor (2003),

vídeo del argentino Sebastián Díaz Morales (Project Room en la galería berlinesa Carlier/Gebauer), está basado, de hecho, en el ciclo de novelas Los lanzallamas, del escritor Roberto Arlt, y es uno de los alegatos antibélicos más directos que pueden verse en la feria. La guerra está presente en Arco a través de objetos, imágenes y vídeos que aluden a ella de forma directa o metafórica. El italiano Antonio Riello (galería Astuni), por ejemplo, exhibe una serie de armas de porcelana decorada; el japonés Kaneda Showichi (galería Beijing Tokyo Art Projects) presenta pequeñas esculturas de tiburones aerodinámicos "esponsorizados" por marcas de multinacionales, y el portugués Miguel Soares (galería Graça Brandao) exhibe una fotografía digital realizada con el

collage de pequeños anuncios extraídos de Internet, que forman la imagen de un caza tirando una bomba...

También están los artistas que aluden a otros temas de alcance político o social. Son menos que otros años, pero aun así la lista sería interminable. Entre ellos figuran, por ejemplo, la ya conocida serie fotográfica de Allan Sekula (galería Christopher Grimes) sobre la recogida del chapapote del Prestige; el cuadríptico de Adam Jorquera (galería Moriarty) sobre el maltrato a mujeres, tema que también se aborda en el vídeo de la performance contra la violencia doméstica de la brasileña Beth Moysés (galería Fernando Pradilla), en la que participaron 200 mujeres vestidas de novia; la grotesca escultura de un enano de gran parecido con George Bush que presenta Enrique Marty (galería Espacio Mínimo); la cocina con España quemándose, que Mateo Maté ha titulado Nacionalismo doméstico (galería Oliva Arauna); el dibujo con un Aznar en una composición goyesca de David Curto (galería Ferran Cano), o la fotografía de un decomiso de opio titulada Tríptico judicial

(1999), del colombiano Juan Fernando Herrán (galería Alcuadrado).

Políticas son también las fotografías de la instalación que realizó Santiago Sierra en la última Bienal de Venecia (exhibe su obra en las galerías Enrique Guerrero, Lisson y Helga de Alvear), en la que aludía al tema de la emigración y los sin papeles. Lo aborda, desde otra perspectiva más plástica y directa, el malagueño Rogelio López Cuenca (galería Juana de Aizpuru) y también el puertorriqueño Jesús Bubu Negron (galería 7Ucio), que, actuando como comisario, ha contratado a músicos callejeros, en su mayoría inmigrantes rumanos, para que toquen en la feria igual que lo hacen en el metro -un intento del artista de "hacer visible" su situación-, para lo que les ha facilitado un pase. Su alegre fanfarria se ha concentrado ahora en el

stand de la galería, ya que el personal de seguridad de la feria los desalojó el primer día, según el artista, con malos modos.

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