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LA POSGUERRA DE IRAK

Más de medio centenar de iraquíes mueren en un atentado contra una comisaría

La mayoría de las víctimas eran aspirantes a incorporarse a la nueva policía de Irak

Ángeles Espinosa

"He recogido pedazos de cabeza, ojos y otros restos con mis propias manos", asegura Fuad Saleh, tratando de llamar la atención de la periodista en medio de una multitud que pugna por relatar su versión de los hechos. Los vecinos de Iskandariya, una polvorienta ciudad a 50 kilómetros al sur de Bagdad, se muestran ultrajados ante la explosión que unas horas antes ha arrebatado la vida a medio centenar de sus vecinos y que la mayoría atribuye "a un misil americano". Según la policía iraquí, un coche cargado con 500 kilos de explosivos reventó frente a la comisaría y dejó más de cincuenta muertos y un centenar de heridos. El suceso desató una manifestación antiestadounidense.

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"Ha sido un misil americano", relata con los ojos fuera de las órbitas Hudair Mahmud cerca del lugar del atentado. "Ha abierto un boquete enorme, pero los americanos lo han tapado enseguida", prosigue alentado por un grupo de vecinos que ratifican sus palabras ante la perplejidad de esta enviada. "A una periodista que ha tratado de grabar el agujero le han destrozado la cámara", añade a modo de garantía. "Explíquenos si no por qué las fuerzas de la Coalición venían todos los días a la comisaría de seis a once de la mañana y justo hoy no lo han hecho", relata Hudair.

Imposible verificar su relato. Ya han pasado cuatro horas desde que se produjera la explosión, a las 9.15, y las tropas estadounidenses han sellado el acceso a la comisaría en un radio de 200 metros. La actitud de los soldados no ayuda a despejar sospechas. Al menor intento de los manifestantes por acercarse amenazan con disparar sus fusiles llevándose la mira a la cara. "¡Abajo Estados Unidos, abajo Estados Unidos!", corean provocadores en inglés varios cientos de jóvenes ociosos que se han congregado bajo la enorme cafetera árabe que constituye el único signo de identidad de Iskandariya.

La cafetera y el paro. La mayoría de los 50.000 habitantes de esta ciudad, una de las numerosas alejandrías que Alejandro Magno dejó tras de sí en su conquista de Asia, están desempleados. De ahí que en la mañana de ayer muchos hubieran madrugado para acudir a una convocatoria de plazas para el Cuerpo de Defensa Civil de Irak, una especie de Guardia Civil que las fuerzas de la Coalición están entrenando para que se vayan haciendo cargo de la seguridad del país. Por eso el atentado causó tantas víctimas. Los aspirantes a policía esperaban en una larga cola frente a la comisaría.

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Conseguir un empleo

Tal era el caso de Yabar Sáber, que ahora permanece postrado en una cama del hospital local con la cara quemada, un vendaje en la cabeza y parcialmente sordo por el efecto de la explosión. El familiar que le acompaña cuenta que Yabar, de 28 años, fue a ver si conseguía un empleo. El herido hace un gran esfuerzo para contar que justo había cruzado la verja. "No sé cuál fue la causa", declara, pero entonces se acerca un vecino y Yabar añade que oyó un helicóptero.

El hospital local está desbordado. "Hemos recibido la primera víctima a las 9.20, y desde entonces no hemos tenido un momento de respiro", declara Eisar Alí, subdirector del centro médico. Según Alí, han contabilizado "50 muertos y entre 60 y 70 heridos". "Pero tengan en cuentan que muchos han sido trasladados a los hospitales de Hilla, Mahmudiya o el Yarmuk de Bagdad", añade, dando a entender que el número de víctimas puede ser mayor. Cuando se le menciona que un oficial de policía ha facilitado la cifra de 35 muertos, asegura: "Ellos han expedido 30 certificados de defunción y aún quedan 20 cadáveres en la cámara". A las puertas del depósito de cadáveres, los celadores se afanan limpiando la sangre de las ambulancias. No es la primera vez que una comisaría se convierte en objetivo de los activistas que intentan hacer fracasar el plan estadounidense para Irak. En los últimos meses, a raíz del reforzamiento de las medidas de seguridad en las instalaciones militares de la Coalición, las estaciones de policía se han convertido en objetivos fáciles. La nueva policía de Irak ha sufrido ya 604 bajas desde su creación, tras el fin de la guerra, en atentados terroristas o en enfrentamientos con delincuentes, según afirmó en Bagdad el jefe del cuerpo de seguridad, Ahmed Kazen Ibrahin, quien aseguró que el atentado de ayer fue cometido por un terrorista suicida, presumiblemente "un extranjero" que conducía una camioneta Toyota.

Para los sectores descontentos con el nuevo orden impuesto en Irak tras la derrota del régimen de Sadam Husein, los agentes son unos colaboracionistas. El mensaje de los autores de la matanza de ayer parece claro: ahuyentar la más mínima cooperación con los ocupantes.

Y sin embargo, los jóvenes que se encaran con los soldados a la sombra de la cafetera insisten en que fue un misil americano, y aportan detalles coincidentes como si repitieran una lección bien aprendida. Incluso facilitan nombres y apellidos de tres testigos presenciales a los que las tropas "han matado para que no hablen". "Vivo ahí enfrente", asegura Saad Abu Namir, uno de los pocos hombres mayores presentes. "Antes de la explosión oí el siseo del misil, me asomé y vi el fuego", añade.

Tienen respuestas para todo. ¿Por qué va a actuar así Estados Unidos? "Para enfrentar a chiíes y suníes", asegura absolutamente persuadido Leiz Musahi al Yanabi, cuyo apellido delata su pertenencia a una de las poderosas tribus suníes de la zona. El día anterior, un portavoz de la Coalición reveló que se había interceptado una carta de un operativo de Al Qaeda en la que se hablaba de "provocar una lucha intercomunitaria para fracturar el país". Aunque Iskandariya se halla en las puertas del sur chií tiene una importante población suní.

Varios iraquíes buscan familiares entre los cadáveres del atentado de ayer en Iskandariya.
Varios iraquíes buscan familiares entre los cadáveres del atentado de ayer en Iskandariya.REUTERS

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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