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La textil catalana Galler, la antigua Courtaulds, ultima el cese de su actividad en Barcelona, con 250 empleados

El clima de crisis industrial, lejos de aliviarse, se acentúa en Cataluña. Esta vez, por uno de los sectores hasta ahora más castigados y amenazados por la globalización, el textil. La empresa Galler Penn Sedespa, último vestigio en España de la antigua Courtaulds Textiles, prepara el cese de actividad de su planta de Sant Boi de Llobregat (Barcelona), que afectará a la práctica totalidad de la plantilla, que suma cerca de 250 personas. Según fuentes conocedoras de la decisión, cuyo anuncio está previsto para el próximo lunes, la empresa, propiedad del conglomerado norteamericano Sara Lee hasta 2001 y, desde entonces, en manos del grupo inversor holandés Fenway, considera la posibilidad de trasladar una pequeña parte de los empleados a la segunda fábrica del grupo, ubicada en Monistrol de Calders (Barcelona). Preguntada al respecto, la dirección de Galler respondió que "no haría ningún comentario al respecto".

Galler Penn Sedespa tiene unos ingresos de 30 millones de euros y su actividad está especializada en tejidos y encajes para el mercado de lencería, prendas exteriores y de deporte. Galler cuenta con dos plantas de producción. La primera, en Sant Boi, se dedica a encajes y bordados

, y la segunda, en Monistrol de Calders, a tejidos elásticos.

La historia de la compañía ha sido muy agitada desde el punto de vista accionarial, mientras las cuentas no han arrojado resultados precisamente halagüeños en los últimos años. Aunque la empresa subraya que regresó a los beneficios (15.600 euros) en 2002, en los tres ejercicios anteriores registró pérdidas. Particularmente elevadas fueron las de 2001 (5,45 millones de euros). Galler atribuye estas pérdidas a la reestructuración de la plantilla (afectó a 21 personas) y a la reorganización de la producción que se produjo a raíz del traspaso de propiedad de Sara Lee a Fenway en 2001. Sara Lee, que en 2000 había lanzado una oferta para comprar Courtaulds, quiso quedarse con el negocio de la confección y desprenderse de la actividad de tejidos. El grueso de este último negocio fue a parar a manos de la catalana Dogi, que hoy no atraviesa su mejor momento, y el resto se lo quedó Fenway.

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