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Las imágenes de René Burri revelan en París su álbum de utopías

Ha fotografiado guerras en Vietnam, entre árabes e israelíes, en África o América, rebeliones y protestas en medio mundo, pero nunca en sus fotos aparece un muerto o un herido agonizante. El suizo René Burri (Zúrich, 1933) respeta demasiado al hombre como para disparar su cámara sobre él cuando éste no puede negar su consentimiento. Es la primera evidencia que surge de la visita de la antológica que se celebra ahora en París, hasta el 14 de marzo, en la Maison Européenne de la Photo.

Burri se interesa a veces por los soldados, pero en tanto que hombres: cuando deben servir de símbolos de la opresión, la cara aparece en sombras porque lo que cuenta es la bayoneta, el cañón, la muerte, precisamente. También los puede mostrar en pleno desfile, en representación, en medio de un cambio de guardia, pero entonces son ellos que se ofrecen como espectáculo del poder.

Testimonio de la segunda mitad del siglo XX, Burri lega un álbum de utopías: la comunista, la anticolonial, la del racionalismo del progreso, la de los países emergentes, la del esfuerzo solidario... Que todas ellas hayan sido utilizadas de manera perversa, que hoy ninguna inspire confianza ciega, no impide que hayan sido grandes momentos de la humanidad. La Brasilia de Burri es una capital de la que aún pueden sentirse orgullosos los campesinos descalzos, su Che Guevara aún no es un icono para camisetas, los alemanes que construyen su nueva patria aún no reflexionan sobre los efectos de la amnesia.

Otra especificidad de Burri es la de ser un fotógrafo que comienza a ser cineasta pero se niega a ello. En muchas ocasiones presenta series de tres o cuatro imágenes consecutivas, con pocas décimas de segundo separándolas. Son acciones completas, a veces sólo para el placer de la vista, de la composición formal; en otros casos, también de sentido, como cuando Burri retrata a Henri Cartier Bresson asomado a una ventana captando su célebre "instante decisivo".

Retratos

Los retratos de Picasso, Yves Klein, Maria Callas, Giacometti, Le Corbusier, Jean Renoir, Pau Casals, Akira Kurosawa o Patricia Highsmith son homenajes o momentos de amistad, según fuese el grado de complicidad entre fotógrafo y fotografiado.

Cronológicamente, la primera foto de Burri, tomada en 1946, en medio de la calle, sirviéndose de la cámara del padre que se la presta a un hijo que sabe encaramarse para que la multitud no le oculte al héroe, es la de un Winston Churchill que avanza, deprisa pero en pie, dentro de su coche descubierto: la figura es nítida y la muchedumbre, borrosa. Un ojo en marcha, en sintonía con su época.

"A veces, cuanto más abstracto eres, mejor. Y cuando vas hasta el final, entonces, ya estás en la pintura", concluye Burri.

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