Las dos caras del ecuménico Colin Powell
Hoy se cumple un año de la célebre presentación de marketing mediante la cual el secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, intentó vender, sin éxito, la guerra de Irak en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Casi ninguno de los datos que aportó sobre las armas en poder de Sadam -laboratorios móviles, depósitos de agentes químicos y biológicos, aviones a control remoto para utilizar esas armas, avances en la fabricación de armas nucleares y vínculo con Bin Laden- no han sido probadas por el equipo de David Kay, el inspector contratado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
Cuando George W. Bush formó su Gabinete, compensó al ala derecha, encarnada en el vicepresidente, Dick Cheney, y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, con una personalidad ecuménica. Su nombre: Colin Powell. En vísperas de su primer viaje a Oriente Próximo, un periodista le preguntó si Sadam era más fuerte o más debil después de la guerra del Golfo. Powell, que en 1991 estuvo a cargo de la junta de jefes de Estado Mayor, fue enfático ese 11 de febrero de 2001:
"Es más débil, mucho más débil".
Dos semanas más tarde, el 24 de febrero, cuando salió en Egipto, durante su viaje, el tema de Irak, explicó:
"No ha desarrollado ninguna capacidad significativa respecto a armas de destrucción masiva. Es capaz de proyectar poder convencional contra sus vecinos".
Con ocasión del décimo aniversario de la guerra del Golfo, en Kuwait, Powell describió así las nuevas amenazas de Sadam a Kuwait:
"No se preocupe. No vamos a ver una repetición de aquel desastre. Sadam no tiene nada excepto retórica".
En la primera semana de marzo de 2001, Powell explicó que su primer viaje de febrero a Oriente Próximo había tenido por objetivo Irak. Su balance:
"Las sanciones de la ONU han funcionado. Sadam no ha sido capaz de reconstituir su Ejército. Tiene menos tanques de los que tenía hace diez años. Aún cuando sabemos que está trabajando en armas de destrucción masiva, que tiene cosas almacenadas, al mismo tiempo no hemos visto que dicha capacidad suponga una amenaza en regla para nosotros".
En la primavera de 2001, Powell, que como es lógico, recibía múltiples informes de inteligencia, seguía siendo coherente. Cuando un senador le preguntó el 15 de mayo por las armas de Sadam, señaló:
"No hay duda de que tienen algunos depósitos de armas químicas, biológicas y nucleares, pero han sido incapaces de avanzar, no han logrado de hacerse con la capacidad de conseguir o tener realmente este tipo de sistemas mucho más lejos de lo que tenían hace diez años. De modo que la contención ha sido razonablemente exitosa".
El 16 de septiembre de 2001, cinco días después del atentado a las Torres Gemelas y el Pentágono, Powell comienza a ser amenazador:
"Sadam es un individuo irrelevante sentado en un régimen quebrado. Está buscando armas de destrucción masiva. Es la mayor amenaza en la región. De modo que seguiremos conteniendo a Sadam Husein. Mantendremos las sanciones y haremos lo necesario cuando sea necesario. Hasta ahora no hemos visto vínculos entre Irak y el 11 de septiembre".
El 2 de diciembre de 2001, el viraje es patente. "El presidente nunca ha apartado ninguna de las opciones disponibles. Adoptará una decisión en su momento para afrontar la amenaza de Irak. Nosotros pensamos que está desarrollando armas de destrucción masiva. No ha tenido el éxito que deseaba. Pero su deseo está ahí. Ya han usado esas armas contra los iraníes y contra su propio pueblo".
Y el 16 de diciembre, Powell era un libro abierto: "El cambio de régimen es el objetivo. Revisamos ideas, planes, conceptos".
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