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El patriarca ortodoxo Bartolomeo condena el embargo y media para la liberación de presos en Cuba

El patriarca ecuménico ortodoxo Bartolomeo I concluye hoy una caótica visita de seis días a Cuba, durante la cual se ha reunido con Fidel Castro en varias ocasiones, ha condenado en voz alta el "bloqueo norteamericano" y ha consagrado la catedral de San Nicolás de Nari, en La Habana Vieja, después de romper todos los protocolos imaginables. Al igual que cuando el papa Juan Pablo II visitó la isla en 1998, se espera que, tras su marcha, las autoridades liberen a algunos prisioneros políticos o ejerzan algún tipo de clemencia.

Desde su llegada, el programa de la visita de Bartolomeo I cambió todos los días, desconcertando a propios y extraños. El viernes, fuentes de su delegación admitieron que el patriarca "probablemente" acudiría a una recepción que el jefe de la Sección de Intereses de EE UU en La Habana, James Cason, había organizado el sábado en su honor y de la nutrida delegación que le acompaña. Al cóctel estaban invitados disidentes y esposas de algunos de los 75 opositores encarcelados hace 10 meses.

En medios diplomáticos se vaticinó que la visita podría torcerse o terminar en un enfrentamiento con las autoridades. Pero no. Sorpresivamente, el viernes Castro cenó con el patriarca y el ex rey Constantino de Grecia, en una velada calificada de "cordial" y "llena de humor". A la fiesta de Cason -considerada por las autoridades "una provocación"- acudió la plana mayor de la disidencia, pero el patriarca Bartolomeo no apareció. Sí lo hizo el arzobispo ortodoxo de Nueva York, Demetrio, a quien el opositor Oswaldo Payá entregó una petición para que se interesase por los prisioneros ante el Gobierno.

En la recepción estuvo también el secretario del poderoso Consejo Nacional de Iglesias (NCC) de EE UU, Bob Edgar, quien jugó un activo papel en la negociación para lograr en 2000 el regreso del niño Elián, por lo que sus relaciones con el Gobierno son excelentes. Edgar anunció la víspera que pediría a Castro un "gesto de compasión" con los disidentes encarcelados, "ya sea liberar, reducir las penas o lo que sea". Hace seis años, tras el viaje del Papa, el Gobierno de Castro liberó a 200 prisioneros, cerca de la mitad encarcelados por delitos políticos o de opinión.

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