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Reportaje:

Un reajuste en busca de la productividad

La Comisión Europea considera inevitable la huida de las corporaciones hacia los países en vías de desarrollo

"La continua transformación estructural de nuestras economías es inevitable. La deslocalización y demás ajustes son, en consecuencia, ineludibles". La Comisión Europea no puede ser más clara en una comunicación elevada al Consejo de Ministros de los Quince y al Parlamento Europeo.

Un reciente sondeo realizado entre responsables de compras de medio centenar de grandes empresas francesas abunda en la idea y permite aventurar a su autor que la Unión Europea se enfrenta en los próximos dos años a una oleada de cierres de plantas, en especial de montaje, y liquidación de subcontratistas debido a los drásticos recortes de costes que permiten las estructuras laborales y económicas de países en desarrollo, como los de Asia y el este de Europa, a los que firmas instaladas en la Europa rica van a desplazarse para levantar nuevas plantas o buscar proveedores.

La UE se enfrenta, en los próximos dos años, a una oleada de cierres de plantas, en especial de montaje, y liquidación de subcontratistas
"El ajuste estructural está causando problemas a las economías locales, aun cuando la economía nacional salga mejor parada", afirma la Comisión
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España despertó sobresaltada en octubre de 2002 al nuevo fenómeno con el anuncio de que Seat iba a trasladar parte de la producción del modelo Ibiza a la planta de Volkswagen en Bratislava, la capital de Eslovaquia. Desde entonces, otras firmas han hecho reajustes de programas productivos en Europa hasta llegar al anuncio de la coreana Samsung, que también cierra su planta de Cataluña para viajar a Eslovaquia, o Philips, inmersa en un profundo reajuste en busca de productividad que clausura instalaciones en España para trasladar la producción a Francia y Alemania.

Un desajuste revelador

La ampliación de la Unión Europea a partir de próximo primero de mayo con 10 nuevos miembros permitirá crecer al club europeo un 23% en tamaño y un 19% en población, pero sólo un 6% en términos económicos. Es un desajuste revelador de las grandes diferencias económicas entre los Quince y los Diez, que crearán numerosas oportunidades para el traslado de la producción industrial de un país de la zona rica de la Unión a otro de la zona pobre. Será sólo una parte de la corriente que Bruselas califica de ineludible.

En el movimiento de firmas hacia países de inferior desarrollo, los de la ampliación europea estarán en primera línea de destino, al amparo de la gran cualificación técnica de su mano de obra, pero también los de Asia y la ribera sur del Mediterráneo -a los que Bruselas tiende la mano mediante la llamada Política Europea de Vecindad- harán valer su atractivo, en especial para el ensamblaje o la fabricación de productos que no demanden una alta formación de los trabajadores.

Es un proceso natural porque "unas mejores condiciones de costes en el extranjero atraerán inevitablemente a las industrias que no son capaces de producir en el entorno de elevados salarios de las economías industriales modernas", según la Comisión Europea . Los 10 países de la ampliación tienen un promedio de producto interior bruto (PIB) per cápita que es el 47% de los Quince, exactamente el que corresponde a la Eslovaquia a la que emigran Seat y Samsung, tasa que cae hasta el 40% en Estonia o el 41% en Polonia, un país de 38 millones de habitantes con una cualificación homologable a la del resto de la Unión.

En Rumania, llamada a integrarse en la Unión dentro de tres años y donde empresas españolas ya están tanteando futuras inversiones al calor de una cierta afinidad cultural y para aprovechar una mano de obra si no brillante, si fiable, el PIB per cápita se desploma hasta el 27%.

Una joven universitaria explica en Bucarest la fuga de profesionales rumanos hacia el oeste con una pregunta: "¿Por qué se van a quedar aquí a ganar 200 euros cuando con su formación pueden ganar 2.000 en Alemania?". La cuestión se la plantean por pasiva los directivos de las grandes compañías europeas: "¿Por qué vamos a pagar 2.000 euros en el país equis por un trabajo que en otro tiene un coste salarial diez veces menor?".

Es el porcentaje a que alude Philippe Remy, uno de los responsables en París de la consultora Mercer Management Consulting, que el pasado trimestre hizo un sondeo entre los jefes de compras de medio centenar de empresas francesas, con un volumen de negocios total de 260.000 millones de euros. Una de las conclusiones que saca Remy de los datos contenidos en Los desafíos de las compras ante el 2005 es que la deslocalización hacia países en vías de desarrollo, que incluyen desde China a los del este de Europa, permite a las empresas reducir a la décima parte el coste de mano de obra y rebajar hasta un 30% en el precio de venta del producto. Pueden ser casos extremos, pero el coste de fabricación de coches pequeños como el Ibiza o el Polo en Eslovaquia es un 20% menor que en España.

El estudio de Mercer se centra en las previsiones de compra de las compañías, que en estos dos próximos años van a duplicar su provisiones en países con bajos costes de producción. "Es un mar de fondo inquietante y hasta violento, porque se va a producir en dos años: las compañías van a cerrar instalaciones en Francia o en Europa, plantas de montaje, y prescindir de sus proveedores, que van a ser los primeros en sufrir las consecuencias", señala Remy. La lista de líneas productivas afectadas es larga, en general relacionada con productos de consumo masivo: electrodomésticos, imagen y sonido, maquinaria, equipamiento eléctrico, objetos decorativos y pequeño mobiliario, menaje, equipamiento del automóvil "y todo lo que necesite montaje, es decir, mano de obra".

Salarios bajos

La estrategia de deslocalización sigue uno pasos marcados, siempre pensando en salarios bajos y alta reducción de otros costes. Al paso inicial de abrir una oficina de compras que permite conocer a proveedores locales en el país elegido sigue la creación de una plataforma logística y, finalmente, la compra de una planta ya existente o la construcción de una nueva, según las circunstancias locales.

En Rumania, el parque industrial está tan degradado que las privatizaciones en el sector industrial se están realizando con grandes dificultades, pero hay otros medios de atraer la inversión. La llegada de Seat a Eslovaquia estuvo acompañada de una total exención fiscal hasta 2008.

Hay riesgo también en la aventura del que se instala en otras latitudes, que son menores en la vieja Europa. Los países europeos de la ampliación no sólo cuentan con mano de obra cualificada, sino con altas tasa de paro, con Gobiernos dispuestos a realizar todo lo necesario para atraer inversiones y trabajadores entusiasmados ante la perspectiva de enrolarse en empresas extranjeras. Es una ventaja comparativa para los inversores que en el pasado también conoció, y de la que sacó beneficio, España. Datos de la Comisión indican que el promedio de desempleo en los Diez era del 14,9% en 2002, frente a 7,8% de los Quince. Polonia, un país ligeramente más pequeño que España, superaba con el 19,9% la tasa de paro que hace poco más de un año tenía Andalucía. En Eslovaquia, el desempleo alcanzaba al 18,7% de la población activa.

A Bruselas no le alarma el fenómeno. Al contrario. A juicio de la Comisión Europea, la deslocalización abre perspectivas de competitividad global a productos made in EU. "Una Unión Europea ampliada, con una variedad aún mayor de estructuras salariales y capacidades tecnológicas, ofrecerá a la industria europea oportunidades de reorganización competitiva", se lee en la comunicación del pasado mes de noviembre, titulada Algunas cuestiones clave de la competitividad en Europa: hacia un enfoque integrado.

El lado positivo

Además, la oferta de participar en el mercado interior de la UE que tienen pendiente los países vecinos, incluidos los mediterráneos meridionales, "proporcionará a la empresas de la Unión Europea tanto un mercado interior amplio como un acceso más fácil a factores de producción humanos o físicos abundantes". Bruselas estima que así se afianzará la competitividad de la Unión Europea, para competir incluso con productores de Extremo Oriente. "Esos patrones de cooperación ya los están aplicando productores de textiles y de confección en algunos de los países asociados mediterráneos, y está claro que otros sectores industriales y de servicios podrían beneficiarse de acuerdos similares", indica la Comisión.

El lado positivo de la deslocalización es que "la Unión Europea conserva aquellos puestos de trabajo que requieren mucho capital humano y mucha tecnología, y que se caracterizan por una alta productividad y, en consecuencia, unos salarios reales elevados". Pero Bruselas también advierte de que el fenómeno también tiene su lado oscuro: "El ajuste estructural está causando problemas a las economías locales, aun cuando la economía nacional salga mejor parada al mejorar la asignación de recursos".

"Para suavizar este proceso e incrementar la creación de empleo es esencial aumentar nuestro potencial de productividad e impulsar nuestra competitividad. Para ello, la inversión en investigación, innovación, formación y tecnologías de la información y de la comunicación constituyen elementos clave del proceso de transición".

Porque la desindustrialización y la deslocalización pueden crear nuevas oportunidades, pero no están exentas de riesgos, si el proceso trasciende la simple fabricación o el montaje. "La migración de las actividades de investigación y desarrollo constituyen auténticas amenazas para el futuro de Europa", alerta la Comisión Europea a los Gobiernos de los Quince y al Parlamento Europeo.

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