Retrato genético de la infección
Hasta 1988 la hepatitis C no tenía ni nombre, y se denominaba hepatitis no A no B, para distinguirla de las dos infecciones víricas del hígado conocidas entonces. Una vez descubierto el virus, uno de los grandes retos de los investigadores -junto con la búsqueda de nuevos tratamientos y una vacuna- es hacer el retrato genético de la infección. Esto permitiría reducir las actuales dudas diagnósticas, pronósticas y terapéuticas y dilucidar, por ejemplo, qué pacientes van a desarrollar una hepatitis crónica y quiénes se librarán espontáneamente del virus. El asunto es inquietante, porque se trata de un agente infeccioso con una gran capacidad de mutación y diversidad genética, lo que condiciona tanto la evolución de la enfermedad como la respuesta a los tratamientos.
Para conocer el grado de lesión hepática y aventurar un pronóstico, por ahora no queda más remedio que hacer una biopsia del hígado. Pero esto puede cambiar tras la reciente identificación de 132 marcadores potenciales de la hepatitis C y la enfermedad hepática, realizada por investigadores del hospital Clínico de Barcelona y de la Universidad de Washington en Seattle (EE UU). El descubrimiento de estos marcadores (conseguido con el uso de microchips biológicos para comparar más de 13.000 genes de tejidos hepáticos tanto sanos como enfermos) es el primer paso para "entender los mecanismos moleculares de la enfermedad y buscar dianas terapéuticas y diagnósticas", según Jordi Bruix, del servicio de Hepatología del hospital Clínico de Barcelona.
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