La peregrinación de los amigos del detective Pepe Carvalho
La presentación de Milenio, la última novela del detective Pepe Carvalho, se convirtió ayer en una original peregrinación festivo-gastronómico-literaria por los paisajes de la Barcelona sentimental de Manuel Vázquez Montalbán. El telón se levantó al mediodía en el Glaciar, un local con encanto de la plaza Real, con escenografía de bar de toda la vida y con vistas a las palmeras y a una serie de personajes marginales que bien podrían haber escapado de una novela de Carvalho. La segunda estación fue en el Pinotxo, barra gastronómica que concentra en unos pocos metros cuadrados todo el encanto del Mercado de la Boquería. La fiesta culminó en el restaurante Casa Leopoldo, en pleno Barrio Chino, reciclado en Raval por obra y gracia de la corrección política.
El popular Pinotxo (de nombre auténtico Josep Bayeu) se encargaba de organizar con su eterna sonrisa el caos que supone una presentación en un mercado popular. Esquivando turistas japoneses y oportunistas a la caza de la croqueta, identificaba a los peregrinos carvalhianos al grito: "¿Ustedes son de lo de Manolo?". Ante la respuesta afirmativa, se deshacía en abrazos y evocaba las visitas que Vázquez Montalbán y sus personajes hacían a menudo a su local.
Albóndigas con sepia
La nostalgia subió aún unos grados más en Casa Leopoldo, el restaurante predilecto de Vázquez Montalbán, que resiste en medio de un barrio en plena transformación. Fue allí donde los numerosos amigos del escritor celebraron como mandan los cánones, con una opípara comida y con buenos vinos, la presentación del último libro de Carvalho. Estaban casi todos: la viuda del escritor, Anna Sallés, y el hijo, Daniel Vázquez, en los lugares de honor, junto con Juan Marsé, Rosa Regás, Joan de Sagarra, Lluís Bassets, Maruja Torres, Joan Manuel Serrat, Joan Barril, Constantino Romero y un largo etcétera, en el que destacaban Juanjo Puigcorbé (Carvalho en la pantalla) y la consejera de Cultura, Caterina Mieras.
El menú hubiera hecho sin duda las delicias de Carvalho y de Biscuter. Había de todo y mucho, con unas albóndigas con sepia y unos callos memorables. Rosa, la propietaria de Casa Leopoldo, recordaba a Vázquez Montalbán con nostalgia: "Era del barrio y solía venir con su padre. Era de buen conformar. Me decía: 'Traéme algo con lo que pueda mojar pan'. A veces vienen extranjeros atraídos por sus libros. Le echaremos de menos". Y tras una pausa añade: "Cuando comía, nunca faltaba un brindis por la caída del régimen".
Con los cafés, Constantino Romero, La Voz, se encargó de leer un fragmento de Milenio e hizo que la emoción llegara a su nivel más alto. En aquel instante, más de uno tuvo la fugaz sospecha de que Carvalho y Biscuter estaban contemplando la escena desde la calle y que el mismo Vázquez Montalbán levantaba su copa una vez más para poner punto final al acto brindando, cómo no, "por la caída del régimen".
Babelia
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