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Reportaje:

La corrupción regresa a Irak

El descontrol y la necesidad permiten que proliferen las viejas prácticas de la época de Sadam

Jorge Marirrodriga

En su pequeña ferretería situada en la comercial avenida Karrada, Alí Kassem se queja de los gastos a los que tiene que hacer frente para mantener abierto el negocio. "Pero el dinero que me da más rabia gastar es el que entrego cada semana a los policías que pasan por la tienda. Creía que después de Sadam eso había terminado, pero ha vuelto, y cada vez piden más".

Otros comerciantes, que prefieren no dar sus nombres, repiten la misma queja. "Al menos les pagamos menos que con Sadam", apunta uno de ellos.

A unas manzanas de allí, en la misma calle, se levanta una iglesia caldea vigilada durante la noche por un hombre armado pagado por los feligreses. No tiene permiso para llevar un Kaláshnikov, como el 99% de los iraquíes que lo poseen. "Todas las noches vienen cuatro o cinco y me dicen que, si no les pago, me quitan el arma", asegura.

"No encontrará a nadie por la calle que le diga que [Ahmed] Chalabi es honrado
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Las acusaciones de corrupción contra la nueva policía iraquí (alguna de cuyas comisarías ha sido asaltada ante la exigencia de desorbitados sobornos para tramitar gestiones) no son sino la punta del iceberg de una dificultad añadida a la que se enfrenta la Administración estadounidense en Irak a la hora de traspasar el poder al Gobierno provisional iraquí. Los iraquíes no desean que vuelvan las prácticas del régimen de Sadam Husein, pero lo cierto es que, tras unos meses, han reaparecido arraigadas, esta vez en las nuevas instituciones.

"La corrupción a todos los niveles en Irak comenzó en los años ochenta con la guerra con Irán y se incrementó en los noventa por el embargo, ya que los sueldos se desplomaron y, con ellos, el poder adquisitivo", explica Fikael Alani, director del departamento de Política Internacional de la Universidad de Bagdad. "Es algo que sólo podrá ser combatido por las nuevas autoridades logrando que la gente tenga trabajos y sueldos dignos", añade. Para Fikael, el iraquí medio se ha vuelto "muy débil" ante el ofrecimiento de dinero fácil y acepta esto como una práctica común y generalizada. "La ocupación de Irak no se trata sólo de cambiar algunas cosas, sino todo el sistema. No es un golpe de Estado o una Revolución, es algo mucho más profundo. Se ha destruido totalmente un sistema y una forma de vivir, y reemplazarlo por otro modo de pensar es algo que llevará años", concluye Alani.

La frontera jordano-iraquí es un buen ejemplo de la dificultad en el cambio de mentalidad. "Hasta hace unos meses eran los soldados americanos los que controlaban todo. Ellos te pedían el pasaporte y miraban lo que llevabas dentro del coche", cuenta Ahmad Nejem, un conductor jordano que, con sus hermanos, tiene una empresa de transportes entre Ammán y Bagdad. Los estadounidenses decidieron entonces mantener una presencia más discreta y volvieron los funcionarios iraquíes, esta vez sin uniforme, que se encargan de sellar los pasaportes y controlar el paso de vehículos, aunque las revisiones a fondo las siguen practicando los militares. "Ahora hay que pagar a todo el mundo, al que pone el sello, al que da un papel que dice que el vehículo está revisado y al que da el visto final, incluso han intentado engañar a algún extranjero diciéndole que tienen que hacerle la prueba de sida, pero que si paga se olvidan del pinchazo; por suerte para él, los americanos estaban cerca", asegura Ahmad.

"En una situación de libertad, no se le puede exigir al ciudadano de la calle un comportamiento moral que sospecha que sus propios dirigentes no mantienen", subraya Kamil Dulay, profesor en un instituto del barrio bagdadí de Babil. "No encontrará a nadie por la calle que le diga que Chalabi es honrado; en menor medida, muchos creen que Al Hakim trabaja en realidad para Irán y no para su país, y cualquiera que no sea kurdo le dirá que Barzani está relacionado con el tráfico de drogas". Chalabi es Ahmad Chalabi, líder del Congreso Nacional Iraquí, reclamado por la justicia jordana acusado de estafa a gran escala; Al Hakim es Abdelaziz al Hakim, líder de la Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Irak, exiliado largo tiempo en Teherán, y Barzani es Masud Barzani, líder del Partido Democrático del Kurdistán, dueño y señor de la mitad de esa región autónoma. Los tres son figuras fundamentales del Consejo de Gobierno iraquí.

"La gente piensa: 'Si mi familia pasa necesidad y creo que los de arriba roban, ¿por qué tengo que pensar que la corrupción está mal?'. El problema es que nunca llega a la conclusión de que su familia lo pasa mal, precisamente porque existe la corrupción", subraya el profesor.

El ejemplo cunde. En algunos centros oficiales totalmente controlados por iraquíes, como el Ministerio de Sanidad, la propina es indispensable para saber si el responsable de un determinado negociado está o no en su despacho, y el pago nunca supone una garantía de ser recibido. "Hay un comité de vigilancia para evitar los casos de corrupción en la nueva Administración", asegura Maj Yasin, responsable de comunicación del Ministerio de Sanidad, quien confirma que se han detectado casos de responsables que exigían y admitían sobornos. "Han sido expulsados. La política del ministro en estos casos es muy clara: puño de hierro".

Dos mujeres vestidas con abayas pasan delante de un retrato del líder religioso chií Alí al Sistaní, en un barrio bagdadí.
Dos mujeres vestidas con abayas pasan delante de un retrato del líder religioso chií Alí al Sistaní, en un barrio bagdadí.AP

Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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