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Una 'espina' en La Habana para ocho presidentes estadounidenses

Los más de 600.000 exiliados cubanos de Miami no tienen nada que celebrar. Cada año que Fidel Castro se perpetúa en el poder es un recordatorio del fracaso de los cientos de planes que han conjurado para derrocarle. Cuando se les pregunta cómo es posible que habiendo puesto tanto empeño no hayan logrado sus propósitos en 45 años, la mayoría culpa a Washington de no haberles respaldado, porque como escribió el senador James Fulbright al presidente John Kennedy oponiéndose a la invasión de bahía de Cochinos: "Cuba es una espina en la piel, no una daga en el corazón". Ocho presidentes estadounidenses desde entonces han mantenido esa premisa.

No por ello el exilio ha cesado de intentar influir en la política de EE UU hacia Cuba. El poder de sus votos en Florida ha sido su mejor palanca en Washington. Con esa daga enfilada a los candidatos a la Casa Blanca y al Congreso, principalmente a los republicanos pero también a los demócratas, han conseguido que Estados Unidos mantenga durante cuatro décadas el embargo comercial a la isla y que cualquier atisbo de normalización de relaciones fuera derrotado en los pasillos del Congreso.

Mayor tolerancia

Hasta hace siete años, Jorge Mas Canosa, presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), fue el adalid del lobby radical, pero su muerte puso en marcha una serie de cambios que han transformado el perfil del anticastrismo. Ya no se convocan marchas de la intolerancia en la calle Ocho, ni reciben amenazas los dialogueros (que favorecen el diálogo con La Habana en vez del enfrentamiento). El propio hijo de Mas Canosa ha reciclado la FNCA, que ahora enarbola la bandera de la moderación y, en apariencia, ha aparcado las ambiciones de gobernar en la Cuba del futuro en favor de la disidencia interna. Sintonizan así con la visión de Washington y dejan las puertas abiertas a jugar un papel en la economía (Jorge Mas preside una importante empresa de telecomunicaciones).

Pero ni la FNCA es el único grupo político ni la desaparición de Mas Canosa la única razón de la metamorfosis. La imagen negativa que dieron como colectivo durante la saga del niño Elián indujo una catarsis que ha amortiguado el tono del discurso político. Ha habido además otros dos factores determinantes: las bajas por edad en la vieja guardia y las nuevas oleadas de exiliados, más atraídos por un Cadillac que por invadir Cuba. El resultado es un exilio más tolerante y menos monolítico -de hecho, fragmentado en más de 100 partidos- y, por tanto, menos influyente.

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