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Génova evoca la magia y el esplendor del viaje recordando la edad dorada de la navegación

José Carreras canta hoy en la inauguración oficial de la capitalidad europea de la cultura

Enric González

Génova fue siempre una ciudad viajera. Los buques genoveses recorrían el Mediterráneo en el siglo XIII; un genovés, Cristóbal Colón, descubrió América en 1492; y de Génova partieron en el siglo XIX millones de emigrantes italianos hacia Nueva York y Buenos Aires. Este año, Génova es Capital Europea de la Cultura y organiza cientos de actos en torno a la idea del viaje, simbolizada por el transatlántico más bello de todos los tiempos: el Rex, la nave mágica que atravesaba una de las escenas del Amarcord, de Federico Fellini.

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El Rex fue construido en Génova y zarpó por primera vez en 1933. Eran los años dorados de la navegación de línea y Benito Mussolini quiso que el buque representara ante el mundo a la Italia fascista. En ese mismo año, 1933, el Rex obtuvo la codiciada cinta azul que le reconocía como el transatlántico más veloz de mundo: hizo el trayecto Gibraltar-Nueva York en cuatro días, 13 horas y 58 minutos, algo asombroso para la época. Los italianos, como en la célebre escena de Amarcord, salían al mar a bordo de cualquier cosa que flotara para contemplar de cerca el paso de aquella maravilla, que ofrecía a sus pasajeros una velocidad desconocida, un lujo extraordinario y la novedad de una piscina en cubierta.

La cinta azul fue perdida en 1935 frente al transatlántico francés Normandie. Y el sueño del Rex concluyó definitivamente con la II Guerra Mundial: en 1943, tropas alemanas requisaron el buque; poco después, la aviación británica lo bombardeó y lo hundió en aguas de Capodistria. Su leyenda quedó adherida a la imaginación de los italianos.

El auténtico Rex es irrecuperable. Su espíritu revivirá, sin embargo, a partir del 19 de junio con la exposición Los transatlánticos, una de las muestras culminantes de la capitalidad cultural genovesa. La muestra estrenará los Museos del Mar y la Navegación del puerto antiguo de Génova y, según sus organizadores, utilizará como nunca antes los recursos de la realidad virtual para introducir a los visitantes en el lujo interior del Rex. También reproducirá situaciones menos placenteras, como el hacinamiento de los emigrantes y los naufragios. Los organizadores quieren insistir en el pasado emigrante de Italia y en la necesidad de acoger a los inmigrantes de hoy: "La solidaridad será uno de los temas privilegiados en todas las ceremonias de 2004", afirma Bruno Gabrielli, asesor municipal y uno de los supervisores del programa de la capitalidad cultural.

Génova, como las anteriores capitales culturales, espera aprovechar el acontecimiento para revitalizar sus áreas deprimidas y para renovar sus infraestructuras, incluyendo la construcción de una línea de metro, con una inversión global cercana a los 200 millones de euros. El caso de Génova resulta especialmente agudo porque, como explica Gabrielli, la ciudad "vivió casi un siglo de la industria pesada, estatal, y sufre aún las consecuencias de la crisis de los años ochenta". Cerraron los astilleros, el puerto dejó de ser competitivo y comenzó una crisis que aún dura. Los actos de 2004 deberían servir para recordar al turismo, nacional y extranjero, que Génova resucita.

Desde 1996, cuando obtuvo la capitalidad cultural para este año, Génova empezó a renovarse. Encargó edificios públicos a arquitectos como Renzo Piano y Ben van Verkel, ya inaugurados con motivo de la reunión del G-8 en 2001, y preparó un 2004 en torno a la idea del viaje. Con ese espíritu se concibió el acto inaugural del pasado día 1: un espectáculo sobre las arribadas marítimas a cargo de La Fura dels Baus. Hoy se celebrará la inauguración oficial, con un acto al que asistirán autoridades políticas y tras el que el tenor español José Carreras ofrecerá un concierto benéfico. El viaje genovés de 2004 es, en realidad, un triple viaje. El primero se dirige al pasado y se centra en una exposición irrepetible de la obra de Peter Paul Rubens (1577-1640), que conoció Génova hacia el final de los siglos de esplendor y dejó testimonio de su enamoramiento con un catálogo de los más hermosos palacios. La exposición La edad de Rubens, con más de cien piezas procedentes de museos de todo el mundo, se abrirá el 20 de marzo. El segundo es un viaje hacia el espíritu marítimo y aventurero de Génova, articulado en torno a Los transatlánticos, "una excusa para hablar del siglo XIX visto desde el mar", en palabras del asesor Bruno Gabrielli. El tercer viaje, desde el presente hacia el futuro, se organizará alrededor de la exposición Arte y arquitectura 1900-2000.

Uno de los transatlánticos cuya <i>reconstrucción</i> podrá verse en la exposición de Génova.
Uno de los transatlánticos cuya reconstrucción podrá verse en la exposición de Génova.

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