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Reportaje:TERREMOTO EN IRÁN

"Los enterrados vivos se han asfixiado"

Los equipos de rescate desentierran cadáveres, mientras miles de iraníes remueven sus escombros

Un fatalismo aterrador parecía dominar ayer a las gentes de la ciudad iraní de Bam, muchas de las cuales miran con ojos secos, como bultos desmadejados. Sólo las mujeres dan rienda suelta a un llanto sonoro y desgarrado. Una de ellas, sentada en una silla, aguarda entre convulsiones a que la pala mecánica tropiece con lo más sagrado que le ha arrancado el terremoto: sus hijos.

"Hay demasiado polvo y demasiada gente. Los perros no se concentran y no buscan relajados", comenta Rolf Zitf-Marks, miembro del equipo alemán de rescate Malteser. A su lado, Ahmed Abas Zadé le indica dónde quedaron sepultados su hermano y su mujer el viernes, un día después de que contrajeran matrimonio y de que temblara la tierra. Ahmed, de 40 años, dice que a estas dos pérdidas se suman las de sus padres, sus nueras y otra decena de familiares. Las autoridades elevaron ayer a más de 30.000 los muertos por el seísmo en esta ciudad del sureste de Irán.

1.000 personas han sido rescatadas con vida en Bam entre el sábado y el domingo
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Parece imposible que un terremoto de magnitud 6,3 en la escala de Richter haya reducido a polvo una ciudad. De las casas de adobe de este enclave entre China y Europa sólo queda un montón de tierra desmoronada que se esparce en nubes densas y rojizas con el viento que sopla.

Bam, a unos mil kilómetros al sureste de Teherán, ha quedado barrido de la tierra. Miles de iraníes llegados de todo el país se empeñan en remover sus escombros con la esperanza de hallar algún resquicio de vida, pero las excavadoras sólo encuentran de vez en cuando el cuerpo aplastado de uno de los muchos habitantes que siguen desaparecidos desde la sacudida sísmica de la madrugada del viernes. "Hemos encontrado un número incontable de cadáveres, pero ni una sola persona con vida", dice Rolf Zitf-Marks, uno de los miembros del equipo alemán de rescate Malteser.

Al haberse roto todo en millones de pedazos, lo que hay en el suelo son montañas compactas de escombros que no dejan un recoveco por el que los heridos puedan respirar. "La mayoría de los enterrados vivos se han ahogado porque no hay bolsas de aire. El polvo también ha jugado en su contra", afirma el rescatador alemán, uno de las decenas de especialistas que con su perro rastreador ha venido a Bam para ayudar a los iraníes en esta terrible tragedia.

Bam es un caos absoluto. Junto a los destrozos y las imágenes dantescas de una ciudad prácticamente arrasada aparecen unas calles colapsadas de tráfico: ambulancias, excavadoras, camiones, equipos de rescate y miles de ciudadanos de los alrededores que se subieron al coche al enterarse de la tragedia. Más que ayudar incordian. Si no se mira más que la calzada, parece un día de mercado con todos los vehículos descolocados sobre el asfalto a la espera de que una mano mágica resuelva el tapón.

A la caída de la noche, el frío se adueña de Bam, que está situada en mitad del desierto de Dasht e Kavir. Algunos de los múltiples equipos llegados siguen trabajando porque saben que el frío también es un enemigo mortal. "Luchamos primero contra el reloj y luego contra el clima", dice un miembro de un equipo de rescate japonés.

La famosa ciudad de Bam no podrá ser reconstruida. Incluso sus ladrillos de adobe han quedado reducidos a polvo. Ni una tan sólo de sus 38 torres ha quedado medio en pie para permitirnos el recuerdo. A poca distancia, una mujer parece haber perdido el juicio y se empeña en barrer su dormitorio del que faltan dos paredes, la cama de hierro se ha contraído como un ocho.

Tal vez una de las cosas que más impresiona son las puertas que milagrosamente se conservan de pie y te invitan a pasar a ninguna parte. La destrucción ha sido tan masiva porque en Bam, que tuvo su periodo de esplendor entre los siglos XVI y XVII, se construye sin cimientos: sobre la tierra desértica se levantan las paredes de adobe o de ladrillos, como un castillo de naipes. Ese castillo se ha derrumbado.

En las aldeas de los alrededores la destrucción también es grande, pero la mitad de los edificios al menos ha sobrevivido, aunque llenos de grietas o con visibles daños. Bam tenía unos 80.000 habitantes y con los pueblos cercanos la cifra se elevaba a unos 200.000.

Naser Imamí, un ingeniero civil de Teherán, que trabaja en la recuperación de un cadáver, viajó de inmediato a Bam porque aquí tenía numerosos familiares que en su mayoría están muertos. "¿Qué podemos hacer sino alegrarnos de que todavía haya vivos?". Unas mil personas han sido rescatadas con vida en Bam, entre el sábado y domingo, según informó la agencia oficial iraní, Irna.

Es la primera vez desde el triunfo de la revolución islámica en 1979 que Irán acepta equipos de rescate extranjeros para que le ayuden en una tragedia que se repite con cierta frecuencia y con consecuencias más o menos terribles. En 1990, otro terremoto acabó con la vida de 37.000 iraníes. Esto ha hecho que de pronto se personaran en Bam miles de voluntarios de las cuatro esquinas del mundo, desde los vecinos de Azerbaiyán a los argelinos, pasando por casi todos los países europeos. Teherán sólo ha cerrado la puerta a Israel.

El Ejército iraní ha puesto a disposición de los extranjeros dos bases y en sus recintos se han levantado centenares de tiendas que se agrupan por países, aunque más de un equipo se ha extraviado debido en parte a la amabilidad de la gente, que los lleva de un lado a otro sin saber adónde. Tanto en Teherán como en la capital provincial, Kerman, como en Bam, la gente se detiene para agradecer y saludar a los extranjeros, tan poco vistos por estas tierras, pese a que la ciudadela de Bam era una de las principales atracciones turísticas de Irán.

Un hombre guía a una excavadora que retira escombros de una de las viviendas destruidas por el terremoto en la ciudad de Bam.
Un hombre guía a una excavadora que retira escombros de una de las viviendas destruidas por el terremoto en la ciudad de Bam.REUTERS

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