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Reportaje:

Tres mujeres reveladoras

Ejecutivas de WorldCom, Enron y fondos de inversión destapan los escándalos financieros en EE UU

La explosión de los escándalos financieros que arremeten desde hace dos años contra los pilares de Wall Street tiene tres nombres propios: Sherron S. Watkins, Cynthia Cooper y Noreen Harrington. Las revelaciones de estas tres mujeres permitieron destapar el pastel de la manipulación contable en Enron, WorldCom y, recientemente, la trama de operaciones irregulares de compraventa de títulos en la multibillonaria industria de los fondos de inversión.

Sherron S. Watkins era vicepresidenta en el gigante energético estadounidense Enron. Ella fue la primera en advertir al resto de los ejecutivos de la compañía sobre los problemas contables por los que atravesaba la corporación, meses antes de su colapso. Cynthia Cooper era una de las auditoras internas en WorlCom y ella fue la que denunció la estrategia de la compañía por la que se contabilizaban miles de millones en pérdidas como si se tratara de beneficios.

Noreen Harrington es la última en la línea sucesoria. Era la antigua ejecutiva del grupo Hartz, el brazo financiero del holding que maneja de la familia Stern. En 1997 fue incluida entre las 50 mujeres más importantes en el mundo de las finanzas y en 2001 se sumó a la familia Stern. Pero pocos meses después optó por dejar su cargo y hablar. Fue su sentido ético lo que le llevó a coger el teléfono y llamar al fiscal general del Estado de Nueva York, Eliot Spitzer, para informarle de las irregularidades que estaba observando en las operaciones de compraventa de fondos que se realizaban a través del grupo Hartz, un imperio valorado en 3.000 millones de dólares.

Llamadas al fiscal

Intentó varias veces ponerse en contacto con Spitzer, sin mucho éxito. Hasta que un asistente del fiscal respondió a la llamada. Sin identificarse, Harrington contó que Edward Stern, hijo del magnate, estaba realizando operaciones de late trading y market timing -compraventa de títulos tras el cierre de los mercados- con los fondos de inversión a favor de potentes inversores o peces gordos. Eso le permitía sacar ventaja de los movimientos del mercado, en detrimento de los pequeños inversores o de segunda clase.

La conversación duró apenas 10 minutos y desde la oficina de Spitzer se asegura que el momento de la denuncia fue "perfecto" para destapar la trama. Junto a ella actuaron después otros dos informadores, que permitieron a Spitzer lanzar en septiembre su particular cruzada contra esta industria -que mueve siete billones de dólares anuales-, a la que se sumó después la autoridad reguladora del mercado de valores (SEC). El primero se llama James Nesfield, consultor de Canary Capital, una de las unidades de negocio del magnate Stern. El segundo, Andrew Goodwin, agente de Canary.

Los dos consideraron que su futuro estaba "en riesgo si no cooperaban". Spitzer formó de inmediato a un grupo de 15 abogados para seguir el asunto. Noreen Harrington se presentó días después en las oficinas de Spitzer y decidió romper el anonimato. Explicó que Edward Stern ignoró sus consejos para corregir la situación y que minimizó los riesgos de una actuación por parte de las autoridades reguladoras. Además, explicó que dejó la compañía porque estaba descontenta y esperaba un trabajo mejor. La familia Stern se defiende asegurando que Harrington nunca se quejó, según informa The Wall Street Journal, y que como asociada recibió beneficios a través de Canary Capital.

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